A tres años del arribo del servicio no regulado de Uber, la oferta de conductores para trasladar pasajeros creció al menos 80% en el país.
La cifra pasó de 12.500 taxistas rojos y porteadores (Servicio Especial Estable de Taxi, Seetaxi) a 22.500 al sumarse 10.000 colaboradores de Uber a tiempo completo. Tal abundancia sumerge en la desesperación a familias de ambos grupos, los formales y no formales.
Alto endeudamiento, jornadas de 12 a 16 horas, deterioro de salud, tensión e incertidumbre, se instalan en distinto grado y por distintas razones entre los conductores, en un país donde también opera un número indeterminado de taxis piratas. A ese panorama se añade un escenario económico complicado, donde la gente procura cortar sus gastos.
La producción de bienes y servicios aún crece, pero cada vez menos con desaceleración en la mayoría de actividades, reveló el Banco Central de Costa Rica en su reporte de junio sobre el comportamiento de la economía. Justo antes, en mayo, el Instituto Nacional de Estadística y Censos (INEC) anunció que la tasa de desempleo subió a 10,3% en el último año: 1,2% más con respecto al 9,1% en el mismo periodo del 2017.
“Hay más competencia en este sector; demasiada gente metida. No lo recomiendo a nadie. Uber es demasiado cansado y duro para la salud porque, como es barato, hay que hacer muchas carreas para gananarse algo. Vea, conozco casos de compañeros que por cansancio se durmieron y chocaron”, afirma “Manuel”; nombre ficticio a solicitud del entrevistado, por razones de seguridad.
Antes de Uber, “Manuel” era guarda de seguridad privada pero afirma que ya no encuentra trabajo. Tiene 53 años y vive en Desamparados con su esposa y tres hijos dependientes de su ingreso.
Según Andrés Echandi, gerente general de Uber para Centroamérica, la empresa ya tiene 22.000 choferes en Costa Rica. De ellos, 10.000 (45% ) están a tiempo completo al constituir Uber su única forma de ingreso. Para 66% de estas personas (14.500 del total); Uber es ya su principal fuente de empleo o la única, según Echandi.
Mientras tanto, del lado de los taxistas, el ritmo de jornadas extendidas se parece.
“El trabajo en el aeropuerto es esclavizante. Más por Uber; usted tiene que pagar deudas y cuentas del taxi. Antes trabajaba el mismo taxi con otros dos choferes porque la concesión exige que el carro esté 24 horas en la terminal. Hoy ya no se puede, ahora el turno son 12 horas. Llego a las 2 a. m. o 3 a. m. a la casa, duermo un poco, desayuno y salgo otra vez. Dejé botada mi carrera de Educación Física hace dos años porque no tengo tiempo, ni dinero", se queja Fernando Alfaro Rivera de 35 años, taxista en el aeropuerto Juan Santamaria, en Alajuel. Dice tener 14 años en la actividad.
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Un taxista, a diferencia de Uber, cubre gastos como revisión técnica dos veces al año, canon al Consejo de Transporte Público (CTP) y otro a la Autoridad Reguladora de los Servicios Públicos (Aresep), impuesto sobre la renta, seguros obligatorios y la afiliación a la Caja Costarricense de Seguro Social (CCSS).
Uber no paga esos rubros, lo cual explica por qué en agosto del 2015, la empresa anunció que supuestamente cobraría ¢310 menos por kilómetro respecto a la tarifa vigente para taxis en ese momento: ¢610.
Datos de la Aresep indican que los taxis rojos movilizaban a julio del 2017 alrededor de 661.000 pasajeros por día. El vocero de Uber para Costa Rica afirma que su empresa atendió un promedio de 800.000 personas en los últimos tres meses.
Esto supone que, entre taxis legales y choferes Uber, ambos dicen atender a 1,4 millones de usuarios sin que, por ahora, sea posible estimar cuántas personas se sirven de uno u otro servicio o con qué frecuencia. Lo que parece claro es que la abundancia de choferes presiona a unos y otros. En el caso de los taxistas, por ejemplo, ya circulan menos por las calles.
Datos del CTP revelan que a julio de este año había 11.900 concesiones de taxi activas. Esto supone 978 menos en relación con el 2015 (7% de disminución), debido a concesiones de taxi devueltas o canceladas, principalmente, después del ingreso de Uber al país.
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“Con el carro estoy atrasado en los pagos, tuve que irme de la casa donde alquilaba y cortar gasto. Le debo a Raymundo y todo el mundo. Esto bajó de un millón y resto que me ganaba al mes a como ¢500.000. Antes me iba a la casa a las 5 p. m. con ¢50.000. Ahora uno hace eso en dos días pero tirándole 14 a 16 horas. Yo tengo este horario hace dos años", se lamentó Gilberto Martínez Cedeño,de 61 años y 25 de ser taxista.
Cedeño vive en Sabanilla con sus dos hijas y su esposa quien, ante la difícil situación económica, empezó a trabajar en labores de limpieza para una empresa hace poco más de un año. Otros afectados optan por medidas más drásticas.
Ramsay Boulak Salazar, de 54 años, detuvo su taxi hace tres meses porque “ya no podía más”, según cuenta. Vive en Heredia con su esposa y dos hijos pero se declara tan desesperado que planea irse a buscar trabajo a Estados Unidos.
“Tengo cuatro meses de atraso para pagar mi carro y otra deuda de cuando hice la casa. También me atrasé con ese préstamo. Aquí en el país, mayores de 30 años no pueden aspirar a un buen empleo. Es la realidad. Estoy buscando para irme del país. Siento que toqué fondo, me siento perdido. Le dije a mi esposa que no voy a llegar a suicidarme, pero sí tendré que separarme de ellos para buscar trabajo”, relató.
Cuota primero, ganancia despúes
Del lado de Uber, los choferes tampoco se la pasan mejor. César López, presidente de la Cámara Nacional de Conductores de Plataforma Tecnológica (Canacontec) explicó que hay tres tipos de conductores que acuden a este oficio para vivir.
Según él, hay personas sin empleo con vehículo propio; personas con trabajo formal y vehículo pero usan Uber para mejorar su ingreso; y desempleados sin carro, pero con licencia de conducir, quienes alquilan el vehículo a un tercero para trabajar en Uber.
López cree que la mayoría de conductores de Uber en Costa Rica
alquila vehículo y ello explicaría en buena parte que sus jornadas son “esclavizantes”. Según explica, se trata sobre todo de personas sin empleo y sin acceso a crédito u otras formas de financiamiento.
“Un chofer que alquila carro paga hasta ¢100.000 por semana al dueño del vehículo. Entonces, cada día, primero saca el dinero del alquiler en la mañana cuando mucha gente ocupa ir al trabajo. El resto del día, baja la actividad, entonces esos pocos servicios si acaso pagan el combustible de la jornada. Con la hora pico de la tarde, es cuando estos Uber hacen su ganancia llevando trabajadores de vuelta ala casa o llevando a los que van a turnos de noche. Por eso conducen tantas horas”, explicó.
Su tesis la confirma una explosión de páginas en la red social Facebook donde se multiplican los anuncios informales ofreciendo alquilar vehículos para dedicarse a Uber o solicitando choferes.
“Busco chofer de UBER, preferiblemente en la zona de Desamparados o alrededores, cuota cómoda, motor 1200cc año 2015”, publicó este miércoles un usuario identificado como Christopher Jium en la página “Busco chofer — busco carro uber costa rica”.
“Se busca chofer 24/7. Carro 2018, cuota 100. Manual. Más información por mensaje privado”, anotó otra persona quien se identificó como David Rovira.
Las páginas de índole público o privado solicitando choferes incluyen ubersocioscr, Choferes Uber Costa Rica, Uber Costa Rica - Conductores, Choferes UBER Costa Rica Autorizados, Uber-Chóferes de Costa Rica, Conductores de Costa Rica y Uber Choferes y Dueños Costa Rica; entre otras.
“Hay gente con decenas de carros que alquilan para Uber. Ellos engordan su billetera y los maltratados al final son los choferes, esa es otra cara de Uber donde se explota la necesidad ajena” declaró “José” (nombre ficticio por pedido del entrevistado por razones de seguridad).
En medio de los dos grupos, está el Gobierno, que el 4 de julio firmó un acuerdo con los taxistas. Entre los aspectos convenidos está ejercer el control del transporte ilegal y buscar soluciones definitivas.
Un día después de aquel acuerdo, el presidente de la República, Carlos Alvarado, advirtió que la respuesta al tema de servicios de taxi no solo debería venir del Ejecutivo, sino también pasar por regulación en la Asamblea Legislativa.
Mientras se resuelve, el drama compartido sigue transitando las calles.