Un 26% de los 1,5 millones de jóvenes entre 15 y 34 años del país se enfrentan a un sombrío futuro en su edad de retiro por no cotizar o ahorrar para un sistema pensión.
Mónica Morales tiene 24 años y vive en San Isidro de Heredia. Es ilustradora y comercializa sus diseños por medio de redes sociales. Inició un emprendimiento para hacer “artivismo” (arte y activismo social) por medio de stickers, prints y talleres sobre feminismo. Con el paso del tiempo, ha logrado generar una marca personal por medio de la venta de estos productos.
Ella no cotiza para una pensión porque los ingresos que recibe por su trabajo no son regulares y explica que solo le alcanzan para sobrevivir e invertir en su proyecto.
“Me gustaría empezar a cotizar, pero en este momento los ingresos no me dan. Además, el régimen de pensiones no me genera mucha confianza, siento que aunque cotice para una pensión, eso no me asegura que la vaya a tener en un futuro”, afirmó la emprendedora.
José David Porras tiene 17 años, es vecino de Sabanilla y empezó a tatuar por pasión, pero principalmente, por necesidad. Él podría estar estudiando sin preocuparse por trabajar, pero necesita dinero para ir al colegio y su madre en este momento no se lo puede dar.
En Costa Rica, las personas mayores de 15 años que estén generando fondos tienen la posibilidad de cotizar para su pensión desde temprana edad. José David dice que en ocasiones, aunque tenga que invertir la mayoría de sus ingresos en su trabajo y en gastos del colegio, le sobra dinero, pero no sabe cómo podría usarlo para su pensión.
“La verdad es que no sé exactamente cómo se cotiza para una pensión. Hay meses que me va muy bien y creo que podría guardar esa plata para la pensión, pero también hay meses donde no me va tan bien, así es esto”, expresó el joven.
Tanto Mónica como José David tienen claro que en un futuro van a necesitar una pensión para su retiro, pero afirman que sus modelos laborales actuales no les permiten cotizar. Primero, porque los ingresos no son regulares y, además, porque hay meses donde no hay dinero del todo.
Ambos son parte de los 394.000 jóvenes de 15 a 34 años que hoy no cotizan para una pensión del régimen de Invalidez, Vejez y Muerte (IVM) de la Caja Costarricense de Seguro Social (CCSS).
Según datos de la Encuesta Continua de Empleo (ECE) del Instituto Nacional de Estadística y Censos (INEC), este número representa un 42,3% del total de jóvenes en ese rango de edad que forman parte de la población económicamente activa (PEA), es decir, aquellos en condiciones de trabajar.
Para 2015, este porcentaje era de 38,9% y en los últimos 3 años aumentó en 3,5 puntos porcentuales, hasta alcanzar ese 42,3% actual.
Disminuyen los cotizantes y los beneficios de la pensión
A diferencia de Mónica y José David, hay 614.000 jóvenes que actualmente sí están preparando su pensión, pero los datos muestran que este número ha ido disminuyendo.
La ECE detalla que la cantidad de jóvenes de 15 a 34 años que forman parte del régimen del IVM pasaron de representar un 47% del total de cotizantes en 2015 a un 41% para 2018. Una caída de 6 puntos porcentuales.
La Superintendencia de Pensiones (Supén) explica que esta disminución se debe a que la población se está envejeciendo, es decir, que cada vez hay menos jóvenes en el país, pero agrega que el costo de formalización y la poca educación financiera también influyen en el descenso de la cotización.
“Los jóvenes de hoy no pueden aspirar a pensiones en condiciones tan buenas como las de los pensionados de hoy, ya que la sociedad ha ido cambiando”, afirmó el superintendente de pensiones Álvaro Ramos.
Para Ramos, el problema del costo de la formalización significa una limitante clara para los jóvenes, pero no lo ubica por un alto costo de las cotizaciones, sino porque considera que el país cuenta con salarios mínimos que las empresas no están siempre dispuestas a pagar.
“No es que los salarios en sí sean altos, sino que en ocasiones las empresas no están dispuestas a pagar estos salarios a jóvenes sin experiencia, entonces inician contratándolos por servicios profesionales hasta que el trabajador rinda lo que la empresa necesita, hasta ese momento es cuando llegan a formalizarlos”, agregó el jerarca de la Supén.
Édgar Robles, exsuperintendente de pensiones, afirma que no todos los jóvenes tienen la posibilidad de pagar los montos para formalizar su trabajo, especialmente aquellos con trabajos informales.
“Dentro de las contribuciones sociales hay una serie de cargos que no están asociados al trabajo, sino que son un impuesto al salario, un impuesto a la formalización”, señaló el exsuperintendente.
Robles explica que la formalización es determinante para que los jóvenes puedan acceder a una pensión, ya que solo aquellos que coticen para el fondo del IVM, más los sistemas de jubilación complementario y voluntario podrán contar con un retiro provechoso.
“La persona, para realmente pensionarse a los 65 años, va a tener que cotizar de forma voluntaria a un sistema alternativo, esto si quiere realmente tener un retiro”, recalcó el exjerarca de la Supén.
Al cierre del año pasado, según Supén, apenas 4.664 jóvenes menores de 31 años estaban cotizando para una pensión voluntaria. Para Robles, si estos jóvenes también son asalariados, pueden tener asegurado su retiro.
Actualmente, la cotización del Régimen Obligatorio de Pensiones (ROP) solo la pueden realizar trabajadores asalariados. Esto significa una limitante para aquellos jóvenes con trabajos informales, ya que ellos no pueden cotizar bajo esta modalidad, sino solo como trabajadores independientes.
A la larga, esto puede ocasionar un problema, ya que cada vez hay más personas en estas edades bajo la informalidad. La ECE detalla que, en los últimos 7 años, la cantidad de jóvenes informales ha crecido aproximadamente en 4 puntos porcentuales con relación a la totalidad de jóvenes ocupados del país.
José David y Mónica forman parte de los 298.000 jóvenes que actualmente trabajan bajo la informalidad, los cuales hoy representan un 37% de los 798.000 jóvenes que laboran en el país. Según la CCSS, estos jóvenes informales deben cotizar bajo la modalidad de trabajador independiente que ofrece la institución.
Para los trabajadores independientes, los porcentajes de cotización oscilan entre el 10,5% y 18,5% del ingreso mensual. Estos porcentajes se asignan según sea el nivel de capital del trabajador.
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Por ejemplo, si José David hace cinco tatuajes en un mes y logra generar ¢120.000, el porcentaje de contribución más bajo que debería aportar sería de ¢12.600 mensuales.
Él afirma que no todos los meses le salen clientes. Si estuviera cotizando y un mes no paga la cuota, la CCSS dicta que el incumplimiento en el pago conlleva el trámite de cobro administrativo y judicial. O sea, el mes que sigue debería pagar la cuota de su cotización mensual más el pago de intereses por no haber pagado el monto anterior.
Este es un temor que desmotiva a José David para cotizar, porque dice que no sabría qué hacer si no obtuviera ingresos un mes o si se le acumularan muchas cuotas.
Un futuro sombrío sin distinción
Andrés Conejo es de Rohrmoser, acaba de cumplir 30 años y también su sueño de tener su propia empresa. Estudió Ingeniería Mecánica en la Universidad de Costa Rica (UCR), trabajó en ello, pero mientras lo ejerció se dio cuenta que no era lo que le apasionaba.
“El 95% de mi carrera profesional la ejercí bajo la modalidad de servicios profesionales en distintos proyectos relacionados a la consultoría de negocios”, señaló el emprendedor.
Bajo esta modalidad de prestación de servicios, él no contaba con seguro de salud, aunque siempre estuvo presentando sus facturas en el Ministerio de Hacienda. Andrés empezó a cotizar su pensión hasta hace dos meses, cuando inició su emprendimiento: su propia empresa de consultoría en estrategia comercial.
Luego de crear la microempresa, logró formalizarla con la CCSS y Hacienda, aunque este no es el espectro común que existe en el país.
El Ministerio de Economía, Industria y Comercio (MEIC) afirma que las microempresas representan el 86% de las compañías informales en Costa Rica.
En un inicio, Andrés descartó asegurarse porque no le parecía pertinente, pero fue hasta cuando lo atendieron en la CCSS que supo que debía hacerlo bajo el modelo de patrono. Desde entonces, él cotiza para una pensión del IVM.
Jimena Montero vive en Curridabat, tiene 20 años y estudia Administración de Empresas con énfasis en Recursos Humanos. Desde que inició su carrera, logró abrirse espacio en distintas transnacionales en el área de recursos humanos, aunque relata que no fue nada fácil, ya que no contaba con la experiencia que siempre le pedían para el cargo.
Ella comenta que le gusta su carrera, aunque lo que realmente le apasiona es organizar eventos. Cuando tenía 17 años, planeó el primer concierto en su casa y relata que fue todo un éxito. Con este trabajo Jimena comenzó a generar ingresos y desde hace un año empezó a cotizar como trabajadora independiente para la CCSS.
“Me siento satisfecha, ya que la verdad no me veo con un ingreso a futuro si no es por medio de una pensión”, afirmó la emprendedora.
Estos jóvenes señalan que, aunque ya están cotizando para una pensión del IVM, en un futuro van a cotizar para una jubilación voluntaria o iniciar un ahorro personal dedicado a su retiro.
Andrés y Jimena son parte del 4,85% de trabajadores independientes formales del país. Según el INEC, de este total de independientes formales, un 11,7% tiene entre 15 y 34 años (aproximadamente unos 7.000 jóvenes).
“Un joven que tenga un ingreso aproximado a un salario mínimo tiene asegurada una pensión del 60% de su salario”, aseguró Jacqueline Castillo, encargada del área de estadística en la Dirección Actuarial de la CCSS.
La funcionaria de la CCSS señala que un joven puede llegar a cotizar las 300 cuotas que necesita para optar por una pensión en aproximadamente 35 años y que esto le aseguraría una reposición del 75% del salario. 60% los primeros 20 años de cotización y, el otro 15%, los restantes 15 años.
Además, explica que esto solo sería para el sistema básico, ya que la pensión complementaria se espera que le cubra un 20% del salario.
“Entonces, si uno consolida todo esto, va a tener aproximadamente un 95% de reposición de la pensión: con el sistema básico, que le genera casi 75%, más el sistema complementario que va a generar en algún momento casi un 20%”, agregó la funcionaria.
Castillo afirma que dada la disminución de la tasa de natalidad y la diferencia en las conformaciones de las familias, con parejas más transitorias y muy pocos hijos, en un futuro nadie se va a hacer cargo de los jóvenes en sus edades de vejez, por eso tienen que asegurar una pensión para tener acceso a todos los servicios.
Andrés y Jimena podrán seguir cotizando para su pensión, pero deberán tomar en cuenta que no necesariamente la van a obtener a los 65 años o antes, y que los beneficios que vayan a recibir puede que disminuyan con el pasar de los años.
Así lo asegura Pablo Sauma, investigador del Instituto de Investigaciones en Ciencias Económicas de la UCR y exdirector de la CCSS. Explica que los jóvenes que coticen hoy para una pensión tendrán que prevenir una mayor edad de retiro, un aumento en las cotizaciones y una reducción del monto de la pensión por la que cotizaron.
“Cualquiera sea la medida que se tome, el fondo se va a agotar en algún momento, y va a pasar lo que ha pasado en muchos países europeos en donde el gobierno tiene que asumir las pensiones”, afirmó el exdirector de la Caja.
Añade que “se puede pensar que para el 2040 o más adelante, simplemente las pensiones van a financiarse con fondos del Gobierno, es decir, con dineros fiscales”.
Entonces, aun cotizando para su pensión, los jóvenes de hoy deberán de prepararse para un futuro sombrío con condiciones de retiro más complicadas que las actuales y con una incertidumbre por si van recibir lo que en realidad cotizaron.
En el caso de los jóvenes que no coticen para una pensión, ese futuro es aún más sombrío, ya que podrían llegar a tener que seguir trabajando luego de los 65 años o acceder a una pensión del régimen no contributivo (RNC), las cuales actualmente rondan los ¢78.000 y cada vez son más escasas en el país.