No es fácil salir de una zona de confort a la que tanto costó llegar. Andy Herrón, un exfutbolista criado por su abuela en el barrio Bellavista de Limón, en donde muchas veces solo había dinero para una comida al día, abandonó las comodidades de su vida en Miami para regresar a su natal Caribe y asumir un proyecto que todos los días le saca una nueva cana.
Reconoce Herron que cada vez que levanta una piedra aparece otra deuda por pagar. Nadie le escondió el panorama que le esperaba desde que Carlos Pascal, antiguo dueño de la franquicia caribeña, decidió cederle el club a cambio de un monto que consideró accesible.
Desde hace cuatro años había plasmado en papel el proyecto deportivo que anhelaba liderar en Limón, se lo presentó a algunos patrocinadores que lo apoyaron en la andadura y, de alguna manera, le dieron el empujón final para animarse a invertir en el equipo.
Asumió un barco tambaleante desde el primer día. Se ha tomado el tiempo de recorrer la provincia en busca de canchas aptas para entrenar pero no las hay; reconoce que la sintética del Juan Gobán luce muy deteriorada y urge cambiarla, como también es necesario mejorar la iluminación para así programar partidos de noche.
La gramilla del estadio y la iluminación son dos problemas que espera resolver en el corto plazo, aunque hay otros inconvenientes en los que trabaja desde ya y, reconoce, le tomará tiempo mejorar. Como, por ejemplo, volver a jugar en el Estadio Nuevo de Limón, sin permisos del Ministerio de Salud y con un colegio bajo las gradas. Resulta muy difícil que se lo presten por el momento.
Herron es optimista. Dice que lo más importante sigue ahí, en la materia prima de las fuerzas básicas y de los cientos de talentos que juegan en la calle, en las playas y en las plazas de Limón, niños con condiciones innatas que si se desarrollan bien, pueden ser exportables.
En el primer equipo sabe que, de inicio, la tarea es pesada. Confiesa que cuando llegó al plantel, no se había hecho pretemporada como sí lo hicieron el resto de planteles.
"Solo se habían jugado dos amistosos antes de arrancar el torneo. Estamos tratando de poner a punto al equipo y esperamos que con el regreso los cinco lesionados y los cuatro extranjeros contratados, podamos lograr los primeros tres puntos", explicó.
Desde que asumió Limón FC, Herrón creó un acuerdo con una agencia de futbolistas para proyectar a los jóvenes de la cantera en el fútbol de Estados Unidos. Ya hay siete juveniles en el ojo de los visores, asegura. Su expectativa es que puedan salir pronto con un contrato que se traduzca en ingresos frescos para el proyecto.
Pocos conocen que el exdelantero estudió administración de negocios y tiene la licencia A de entrenador. Después de jugar en Estados Unidos, decidió hacer algunas inversiones en Chicago y Miami. Por ejemplo, es accionista de la academia del Valencia en España en el país norteamericano.
Afirma ser un tipo ordenado, que no malgastó el dinero. Después de su retiro creó el capital suficiente para vivir cómodo junto a su esposa y sus dos hijos.
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Su salida del fútbol fue algo turbulenta. Sufrió una trombosis, le apareció un coágulo de sangre en su pierna izquierda y lo internaron de urgencia.
"Ya la presión de la sangre hacía que no circulara. Tenía toda la pierna, el muslo y la pantorrilla moradas. El doctor me dijo, 'solo Dios lo tiene vivo'", contó.
El grave incidente lo obligó a retirarse. Pasó año y dos meses sin hacer actividad física a causa de los anti-coagulantes y antibióticos, por lo que subió de peso hasta llegar a los 89 kilos. Dice que, de a pocos, ha conseguido bajar algo de grasa.
Su personalidad. A Herron se le percibe como un tipo irreverente, capaz de encender las redes sociales con algún comentario picante, como cuando aseguró que "Óscar Ramírez vivía de las rentas de Jorge Luis Pinto", previo a un duelo entre ticos y catrachos.
Se considera amigo del colombiano, por lo que le pidió un espacio para observar las prácticas de la 'H' durante una gira por EE. UU. Él cree que se confunde ‘directo’ con polémico.
"No me gusta ser una persona hipócrita", afirma.
El niño que jugaba en una calle poco concurrida de Limón, sin zapatos, hoy trabaja con intensidad para hacer caminar su proyecto. Atendió a La Nación por teléfono este lunes, después de algunas reuniones con la Municipalidad en busca de permisos y colaboraciones.
No han parado las reuniones desde que llegó al equipo. Todavía le faltan patrocinadores y el trabajo para enderezar el camino es arduo.
“La verdad no tenía necesidad de hacerlo, pero a veces hay que salir de la zona de confort”, concluyó.