Fue un 14 de enero de 1995 cuando vi por primera vez a Froylán Ledezma en un terreno de juego con la camiseta de Alajuelense. Yo tenía 15 años, estaba en vacaciones previo a entrar a décimo del colegio, mientras que el Cachorro ya tenía 17.
LEA MÁS: ¿Dónde vive Froylán Ledezma? 'Vivo en un lugar donde tengo mucha paz'
De ese partido casi no conservo imágenes en mi cabeza, pero de un juego cercano, ante Herediano, sí. Ese día el talentoso joven que atrapó la mirada de toda la afición anotó.
A partir de ahí, estaba pendiente del televisor para observar las grandiosas jugadas que hacía Froylán, así como disfrutar los goles de gran calidad, algunos que rozaban lo imposible.
Fue muy grato ver a este futbolista, quien con pies descalzos empezó a jugar en el planché de la Escuela La Peregrina, en La Uruca, según una nota publicada por el periodista José Pablo Alfaro Rojas el 15 de enero del 2012, cuando Froylán volvió por segunda vez a Alajuelense.
Su potencia, gran técnica y definición exquisita no pasaba desapercibida en su centro educativo. Rápidamente algunos papás le ayudan debido a sus problemas económicos.
Ahí fue visto por un visor de la filial San José de Liga Deportiva Alajuelense, quien lo invitó a entrenar con el equipo, según la información publicada por Alfaro.
Como no tenía dinero, le daban los pasajes del autobús, hasta que disputó una final contra la Liga, que de inmediato lo reclutó.
Apenas tenía 16 años cuando el técnico Valdeir Badú Vieira le permitió entrenar con el primer equipo rojinegro. Y luego, el propio Badú lo hizo debutar, para maravillar a todos aquellos que gustan del fútbol, sin importar el color de la camiseta. El Cachorro fue clave en los bicampeonatos que obtuvo Alajuelense en las temporadas 1995-1996 y 1996-1997.
Con su sonada contratación por parte del Ajax de Holanda, concretada en $4,5 millones en 1997, una cifra récord en ese entonces, la ilusión entre muchos ticos creció, pues al fin íbamos a tener un extraordinario delantero para la Selección Nacional, de esos que pueden cargar con el peso del equipo y destrozar a las defensas adversarias, en momentos en que nuestro país vivía solo del recuerdo de Italia 90.
Pero no fue así. Los problemas extradeportivos afloraron y el resto de la historia es muy conocida.
Por ejemplo, siempre quise verlo junto a Paulo César Wanchope en un mundial mayor... me imaginaba lo que esos dos podían hacer en ataque.
Estuvo en una Copa Oro en que le anotó a México para llevar el partido al alargue y sacar de sus casillas a un narrador azteca, en plena transmisión.
Disputó parte de la eliminatoria al Mundial de Sudáfrica 2010, para el que Costa Rica se quedó en el repechaje ante Uruguay.
Sin duda, Froylán era fuera de serie. Debido a su fuerza, la defensa adversaria pasaba demasiados apuros en su intento de quitarle la pelota. Cuando regresó a la Liga por primera vez, le anotó a Pérez Zeledón en la vuelta de la final; algunos decían que estaba pasado de peso, pero corrió desde media cancha, dos zagueros nunca pudieron frenarlo e hizo estallar el Morera, al minuto 92.
En el 2010 también estuvo en el reducto manudo en una final, pero esta vez con Herediano, que la perdió en penales, luego del agónico empate de Pablo Gabas.
En su segundo regreso a las tiendas manudas, lo más recordado es la anotación que le hizo a Saprissa en Tibás, para la victoria eriza 2-0. En ese certamen, la Liga no clasificó a la cuadrangular y, de hecho, Froylán no volvió a aparecer después del clásico.
Por eso le agradezco a Pablo Gabas por convencer al Cachorro de volver a ponerse los tacos y demostrar, a sus 40 años, que aún conserva una exquisita técnica, una zurda prodigiosa y gran inteligencia para el fútbol. Sé que no le fue sencillo, porque ni siquiera se sabe dónde vive o en qué gasta las horas el delantero que los liguistas adoran, al que incluso le perdonaron que jugara un tiempo en Saprissa y que casi les arrebatara el cetro en el 2010 con el Herediano.
Ojalá que pronto tengamos de nuevo la posibilidad de ver a Froylán en uno de esos juegos de exhibición, junto a otros que también fueron estrellas y que aún da gusto verlos jugar.