Dylan Flores regresó al fútbol internacional. Ahora afronta una aventura en un país en el que aceptó el reto, pese a que al principio tuvo un gran signo de interrogación porque no conocía el fútbol al que se enfrentaría ni mucho menos a la nueva cultura, la de Rumanía.
El volante estaba mentalizado en tener una gran temporada con Alajuelense, pero faltando semana y media para que se iniciara el torneo, llegó la oferta del Municipal Studențesc Iași rumano; el interés era importante y no dudó en aceptar.
La ambición por volver al exterior y además asegurarse un mejor futuro pensando en su hijo, Liam, fueron las razones por las que el extremo entabló conversaciones con la dirigencia eriza para salir de la institución, pese a llegar en este mismo mercado de fichajes.
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Cuando surgió la posibilidad, el nacional comenzó a pensar en cómo sería la comida, el estilo de vida, el trato del rumano y el balompié. Él acepta que no conocía absolutamente nada y no le quedó más que recurrir a Google para empezar a descubrir.
“Cuando mi representante me comenta la oportunidad, yo estaba muy mentalizado en hacer las cosas bien en la Liga. Yo estaba muy a gusto en la Liga y eso me llevó a dudar, al final pensé mucho con mi esposa, mis papás, y tomando en cuenta el futuro de mi hijo, pues tomé la opción. Al final es una oportunidad que como futbolista se espera... Sí tuve que sentarme e investigar porque la verdad de acá no conocía nada. Vi un par de videos para tener una idea del club y del país”, manifestó.
En la mayoría de situaciones que se enfrenta un tico que da el salto al exterior, a Flores le ha ido muy bien: Rumanía como país lo cautivó, también los habitantes del país europeo lo han tratado como uno más; no obstante, sí ha tenido que acostumbrarse a dos situaciones complicadas: la comida y el clima.
El exjugador del Cartaginés se enfrenta en algunas ocasiones a entrenamientos a 30 grados Celsius, pero en cuestión de minutos puede darse una tormenta eléctrica.
Actualmente disfrutan del verano; sin embargo, es una estación pasada por agua.
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“Hace muchísimo calor, la verdad eso ha estado fuerte, pero cuando llueve es en serio la cosa. El clima es extraño porque en cuestión de minutos se pasa del calor al frío”, dijo.
Alimentarse se ha convertido en una de las principales pruebas para el mediocampista. La mayoría de platillos en el país europeo se componen de papas y camotes, entre otros. Además encontrar arroz “suelto” como en Costa Rica es prácticamente imposible.
“La comida ha sido difícil, tienen muchas cosas que son tradicionales y obviamente para uno es nuevo. Por ejemplo hay un puré, pero es raro porque es como más duro, yo no supe de qué era, pero me pareció camote. El arroz no lo hacen como nosotros, lo hacen como masudo, no cocinan con condimento, es a pura agua y por ahí sí me ha costado un poco, pero hay que comer”, describió.
La proteína es muy común que esté compuesta, ya sea por pescado o carne. Normalmente Dylan almuerza y cena en las instalaciones de su club.
En cuanto al idioma, al hábil volante le ha tocado jugársela con inglés, aunque no siempre encuentra personas que puedan comunicarse con él.
El idioma oficial es el rumano, y Dylan cree que puede ser sencillo de aprender, pues considera que tiene cierto parecido al español.
“Si uno topa con gente joven, es más probable que hablen inglés, pero las personas de más edad, cuesta más. Ahora lo que quiero es aprender rumano, ya he estado averiguando a ver dónde puedo llevar clases por lo menos dos horas al día porque ahorita estoy solo y no lo necesito tanto, pero cuando venga mi esposa e hijo (en un mes) sí vamos a necesitar ir al supermercado y demás”, relató.
El deportista formado en las divisiones menores del Saprissa añadió que otro punto con el que tuvo que lidiar fue ajustarse al horario de Rumanía, porque este país tiene una diferencia de nueve horas con Costa Rica.
El antecedente para él no era bueno, porque en Portugal, cuando estuvo en el Tondela en la temporada 2016-2017, le costó muchísimo dormir en las horas que debía.
“Esta vez fue muy extraño, cuando fui a Portugal me costó mucho el tema de dormir bien, pero ahora llegué a las 12 medianoche a Turquía (donde el equipo estaba haciendo pretemporada) y al día siguiente estaba a las 5 p. m. jugando y no me cansé mucho, no sentí el cambio, pensé que me iba a afectar un poco, pero la verdad fue muy rápida la adaptación”, profundizó.
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Nivel deportivo. Para Dylan Flores llegar al fútbol de Rumanía significa la oportunidad de por fin intentar consolidarse en el balompié internacional, además de volver a colocarse en el radar de la Selección Nacional.
Contrario a lo que él pensaba, el nivel deportivo en ese país es bueno.
“Es un balompié muy dinámico. Aquí el equipo tiene una idea muy ofensiva, intenta jugar, proponer, es bueno porque me beneficia, pero sí hay equipos que juegan más directo. Siento que aquí juegan más que en Portugal. Acá la transición es más fácil”, pronunció.
El rumano como aficionado es muy apasionado, empero es diferente a como lo viven los latinoamericanos. Hay barras organizadas con cánticos, aunque no son tan efusivos como se vive el fútbol en Argentina o Brasil.
El exliguista agregó que un buen mercado para llegar a futuro es el fútbol italiano.
Dylan aprovechó para mandarle un mensaje a la afición de Alajuelense, institución que asegura le tiene un gran cariño pese a no poder jugar.
“Quedé con espinita de jugar allá, hablo mucho con Jonathan Moya, trato de ver los partidos, sí me queda esa espinita de jugar con ellos porque mi abuelita fue una manuda de corazón, fue un sueño que ella tenía... Espero cumplirlo en el futuro”, concluyó.