No se puede decir que las denuncias de abuso sexual en Hollywood empezaron con Harvey Weinstein, pero, sin duda, la forma en que el público escuchó estas acusaciones cambió radicalmente.
Fue un 5 de octubre que el periódico The New York Times publicó una extensa investigación referente a las ocho ocasiones en las que Harvey Weinstein llegó a acuerdos civiles con mujeres para que no hablaran de abusos que él había cometido.
Desde entonces, parece que ahora los escándalos sí duran más de tres días.
Harvey Weinstein no era conocido fuera de la esfera hollywoodense. No era un director ni actor, sino un productor con mucha influencia que había llevado a la pantalla grande películas como Malena o Kill Bill, y a la pantalla chica Project Runway.
Pero las acusaciones venían de grandes nombres. La actriz Ashley Judd le contó al periódico The New York Times como Weinstein la invitó a su habitación de hotel y él apareció en bata. Le ofreció hacerle un masaje o que lo viera ducharse.
Esto ocurrió en 1997. Pero no fue hasta dos décadas después, en el año en el que Donald Trump llegó a la Casa Blanca, que varias estrellas de Hollywood decidieron hablar públicamente de los abusos que habían recibido de Weinstein.
Poco a poco se fue revelando que él usaba su empresa para acercarse a actrices famosas o emergentes para aprovecharse sexualmente de ellas. 87 mujeres le denunciaron, entre ellas, Annabella Sciorra, Paz de la Huerta, Asia Argento y Natassia Malthe. La mayoría de ellas lo acusaron después de que se publicara el artículo.
Así es como inició la era #MeToo, un momento histórico no solo en Hollywood sino en la cultura estadounidense en el que las acusaciones contra hombres poderosos tomaron fuerza.
Durante años pesos pesados de Hollywood como Woody Allen y Bill Cosby habían sido señalados por abuso de menores y violaciones, respectivamente. Pero no es hasta este punto en que el asunto cambió.
“Las mujeres que denunciaron a Bill Cosby recibieron una respuesta agresiva y un alto nivel de humillación pública. Pero luego apareció Roger Ailes...”, dijo Ronan Farrow, autor de los artículos en The New York Times y la revista New Yorker que señalaban a Weinstein.
Farrow es, de hecho, hijo de Woody Allen. En abril el periodista de 30 años ganó el premio Pulitzer por sus reportajes.
Weinstein era poderoso y desplegó todas las fuerzas para acallar las voces. Por eso verlo caer y enfrentar cargos en Nueva York y Londres por sus abusos le dio un impulso a las personas temerosas de hablar.
“El efecto Weinstein marcó un surco más grande en nuestra cultura en la que finalmente –después de que se hayan apilado las acusaciones– las personas saben que pueden hablar (de lo que les pasó) y saben que son más de las que se imaginaban”, agregó Farrow.
Desde que se destapó la cantidad de víctimas de Weinstein, la lista de hombres de Hollywood acusados de conductas inapropiadas ha crecido.
Pero, ¿por qué muchas denuncias contra hombres de renombre no tuvieron peso hasta el año pasado?
Acoso presente
El movimiento #MeToo partió de una premisa sencilla pero escabrosa: la mayoría de las mujeres han experimentado acoso de algún tipo, algunas abusos y otras, violaciones y hasta asesinatos por parte de conocidos.
Según The Economist el 53% de las mujeres sufre acoso sexual en su trabajo. Un estudio de la Universidad de Costa Rica apunta a que 6 de cada 10 mujeres ha sido acosada en un espacio público. Actualmente, dicho centro educativo tiene una campaña activa contra el acoso en las aulas, que generalmente ocurre de profesores a alumnas.
El acoso se da en todas las esferas y cuando hay dinámicas de poder de por medio, es más sencillo que ocurra.
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En el 2005, en una alfombra roja, le pidieron un consejo a la música Courtney Love, dirigido a una joven que quisiera mudarse a California para tener una carrera en Hollywood. Ella dijo: “Probablemente me demanden por decir esto, pero si Harvey Weinstein te invita a una fiesta en el hotel Four Seasons, dile que no”.
Por aquel entonces Miramax –la empresa que Weinstein fundó– acumulaba decenas de premios por películas como Good Will Hunting y Shakespeare in Love. Justo en el 2005, Weinstein y su hermano Bob dejaron Miramax –junto con un puñado de sus ejecutivos– para fundar The Weinstein Company.
Luego se supo en el artículo de Ronan Farrow que el ambiente de esta empresa era “tóxico” para las mujeres y todas las denuncias que salían de esto terminaban igual: acalladas en acuerdos civiles con “cifras de dinero no divulgadas”.
Cuando este artículo salió ya se sabía de varias denuncias en Hollywood. 35 víctimas de Bill Cosby habían posado en la portada de la revista New York Magazine; es decir, ya los medios había reportado conductas inapropiadas de parte de otros hombres de Hollywood.
El director Woody Allen había sido señalado por abusar de su hija y Roger Ailes, director de Fox News, fue acusado de acoso en la empresa. Varias mujeres alegaron que Ailes las chantajeó diciendo que si no accedían a sus manoseos, no tendrían ascensos.
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La presentadora Megyn Kelly también denunció a Ailes. Hasta ese momento el tema del acoso a las mujeres era asunto de los “medios liberales”, hasta que una periodista conservadora –como Kelly– dijera #MeToo; es decir, el hacer público que ella también había sido acosada, fue poderoso a nivel mediático.
Explosión
Los primeros nombres que aparecieron en el artículo dedicado a las conductas de Harvey Weinstein fueron Ashley Judd y Rose McGowan. Dos años antes, McGowan ya había dado señales de que un productor de la industria la había violado usando el hashtag #WhyIDidntReport.
Usando esa etiqueta varias mujeres contaron por qué nunca habían denunciado a los hombres que las habían violentado: porque les amenazaron de muerte, porque pensaron que nadie les creería, porque era su jefe y necesitaban el trabajo, porque era su profesor o, incluso porque tenían vergüenza de contarle a sus familiares y ser culpadas.
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McGowan compartió: “Porque mi novio le vendió nuestra película al hombre que me violó”. Su situación quedó implícita. ¿cómo podría enfrentarse al hombre que tenía poder sobre el éxito de su carrera?
“No había un lugar en donde uno pudiera reportar este tipo de experiencias”, señaló Ashley Judd a la revista Time.
Pero #WhyIDidntReport sirvió para ver la fuerza en los números: muchas mujeres habían vivido estas situaciones. El silencio, quedó claro, era parte de lo que permitía que estas cosas siguieran sucediendo.
En el 2017 Donald Trump llegó a la Casa Blanca, con 17 denuncias de acoso y una exesposa que afirma que él la violó. Varios columnistas opinan que estas denuncias y la sed de justicia hicieron posible que un hombre tan poderoso cayera.
Quizá Trump mantuvo el apoyo del partido Republicano, pero ninguna figura de Hollywood iba a defender a un hombre del que muchos conocían historias. Ni siquiera su hermano, Bob, lo defendió, sino que lo llamó “un depredador sexual”.
#MeToo se volvió otra forma de que cientos de víctimas pudieran contar sus historias sin miedo a ser juzgadas. Entre las celebridades que usaron el hashtag para contar su historia estaban James Van Der Beek, protagonista de la serie Dawson’s Creek y Terry Crews, de Brooklyn 99.
“¿Por qué cuestionamos a las víctimas? Hagámoslo a la inversa: Hablemos de lo que los depredadores están haciendo”, dijo Crews a Time.
Como bola de nieve
Después de Weinstein y Ailes, otros hombres debieron abandonar altos mandos en empresas de medios: Andy Signore, de Defy Media; Lockhart Steele, de Vox Media; Roy Price, de Amazon Studios; Rick Najera, de CBS y Mark Halperin, de NBC News.
El mes de octubre del 2017 fue turbulento, parecía que en distintas empresas periodísticas los trapos sucios salían por montones, mientras distintas actrices también alzaron su voz contra Harvey Weinstein a través de las páginas de The New York Times: Angelina Jolie, Gwyneth Paltrow, Tomi-Ann Roberts, Rosanna Arquette...
Pero fue un hombre quien removió el foco fuera de las acusaciones a Weinstein. De pronto nos dimos cuenta que las acciones de este hombre eran solo la punta del iceberg.
Anthony Rapp, actor de la serie Star Trek: Discovery, reveló a Buzzfeed News que en 1986 Kevin Spacey lo había tocado sin su consentimiento. Rapp tenía 14 años y Spacey 26, y el secreto le pesó al jovencito por décadas.
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El segundo en denunciar a Spacey fue el mexicano Roberto Cavazos, quien señaló que el poder que tenía Weinstein en Hollywood no era tan diferente al que tenía Spacey en Londres.
“Los que coincidimos con él en Londres cuando fue director del Old Vic Theatre sabemos que serán muchísimos más los que se atrevan a contar sus historias en los próximos días y semanas”, señaló Cavazo en una publicación en Facebook. “No me sorprendería que fueran números similares a los de Weinstein”, agregó.
A la fecha, más de 30 hombres han denunciado a Spacey y la producción de la serie House of Cards optó por sacarlo de la producción.
La película All the Money in the World también fue regrabada para eliminarlo de su papel y la película Billionaire Boys Club que sí fue estrenada con él como protagonista, hizo poco más de $100 en su primer fin de semana en cartelera, convirtiéndola en un fracaso inmediato.
Los nombres continuaron apareciendo.
El presentador y periodista Charlie Rose fue despedido de CBS, PBS y Bloomberg después de que ocho mujeres lo señalaran por conductas inapropiadas como tocarlas sin su consentimiento y, en algunos casos, de aparecer desnudo en frente de ellas, todo en el ambiente laboral.
Matt Lauer, presentador del Today Show de NBC, salió del programa tras 20 años de trabajo, después de que una mujer se reuniera con ejecutivos de la empresa para describir la relación que tuvo con él.
“Aunque esta es la primera queja que recibimos en dos décadas, se nos presentó evidencia de que este posiblemente no haya sido un incidente aislado”, declaró Andrew Lack, jefe de noticias de NBC.
Lauer fue acusado de violar a una mujer en las oficinas de NBC y de acosar al menos dos más.
Morgan Freeman fue acusado durante la grabación de la película Going In Style. Las asistentes del filme temían vestir ropa descubierta por los comentarios y manoseos de Freeman.
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El comediante Louis C.K. fue acusado por cinco mujeres de emboscarlas en los camerinos de distintos clubes de comedia para masturbarse frente a ellas.
El director Bryan Singer abandonó la producción de la película Bohemian Rhapsody el año pasado unos días antes de que aparecieran denuncias de un joven por violación. Otro joven más lo denunció por una violación supuestamente ocurrida en el 2014.
Las investigaciones no cesaron ni se quedaron en Hollywood. The New York Times expuso el caso del dramaturgo Israel Horovitz, acusado por nueve mujeres, siendo tres de ellas adolescentes cuando él las acosó.
Solo esta semana salieron a la luz denuncias de que Cristiano Ronaldo, jugador de la Juventus de Turín, violó a una mujer en el 2009, en Las Vegas. Ronaldo tuvo un acuerdo civil con la mujer y en el proceso admitió haber continuado con un encuentro sexual sin el consentimiento de ella.
El mexicano Aleks Syntek fue denunciado por un joven de 17 años de Mánchester quien divulgó varios mensajes por Instagram en el que el músico le mostraba sus éxitos en la música y luego coqueteó con él.
Al menos diez políticos del congreso estadounidense han sido denunciados y retirados de sus puestos desde las denuncias a Harvey Weinstein. El caso más reciente es el del juez Brett Kavanaugh, quien buscaba un puesto en la Corte Suprema de Justicia y fue denunciado de una violación durante su adolescencia.
La doctora Christine Blasey Ford lo denunció públicamente por violación e incluso testificó en el Congreso de Estados Unidos, y dos mujeres más lo denunciaron de forma anónima. Durante su testimonio, el jueves 27 de septiembre, las llamadas para reportar violaciones aumentaron en un 147%.
Cambio cultural
Donald Trump ha dicho una y otra vez que las acusaciones contra Kavanaugh y otros políticos Republicanos consiste en una cacería de brujas, pero recordemos: él mismo tiene 17 denuncias encima.
“Si las sobrevivientes de abusos y violaciones fueran tomadas en serio y valoradas en la cultura y en la ley, sería un hecho trascendente y transformativo”, afirmó en 1979 Catharine MacKinnon, la abogada que sentó las bases para la legislación del acoso sexual en EE. UU.
Casi 40 años después de su lucha, pareciera que las sobrevivientes están dejando de ser vistas por los medios como mujeres que “buscan atención” o tratan de deslegitimar a estos hombres. Y ellos están enfrentando las consecuencias de sus acciones.
“El movimiento #MeToo logró lo que la ley no pudo”, escribió MacKinnon en una columna para el New York Times, recientemente. La ley, estableció ella, no representa un cambio cultural directo y quizá es allí hacia donde va el movimiento.
Varios miembros de Hollywood notaron que si bien ellas eran tomadas en serio en sus denuncias, quizá las mujeres con menos prominencia no tenían este privilegio. Así se formó el fondo Time’s Up, que brinda ayuda legal a mujeres “comunes” que requieran de ayuda para denunciar.
Lo que queda pendiente, sería acercarse al asunto desde la educación.
Un estudio conjunto de las universidades de Georgia State, la de Carolina del Sur y dos instituciones independientes, descubrió en el 2014 que hablar con los hombres era un paso en la dirección correcta.
Con talleres para saber intervenir cuando veían acosos y posibles intentos de violaciones, los hombres fueron educados sobre consentimiento y a identificar situaciones en las que una persona estaba siendo abusiva.
En las universidades, los talleres lograron que las denuncias de acoso disminuyeran en un 73%.
Lo revolucionario de #MeToo, según Catharine Mackinnon es esa posibilidad de hablar con hombres y mujeres sobre los abusos, de decir lo que antes no se decía y de sacar a la luz lo que antes no se hacía.
“Las mujeres se han quejado de estos abusos desde siempre”, expresó en su columna para el New York Times. “Es la respuesta hacia esas conversaciones lo que ha cambiado”.