Doña Luisa reposa sobre una silla ortopédica en un salón del Hospital Nacional de Geriatría y Gerontología. Ella peina sus blancos cabellos y se ve linda en el reflejo de una ventana. Apenas son las 11 a.m. y está ansiosa por la hora de la visita. Dice que un familiar suyo llegará por ella, que pronto tendrá la salida.
Lo que dice esa señora de 77 años, de quien omitimos la identidad, no va a pasar. La realidad que reveló el departamento de trabajo social de este centro médico, es que hay un proceso judicial para saber qué será del paradero de esta paciente. La persona con la que vivía falleció repentinamente y la familia que podría hacerse cargo de esta señora, dice que no puede hacerlo. La llevaron al centro médico por una complicación de salud, ella fue internada y ahora sus parientes directos alegan que no se la llevarán a casa “porque no tienen tiempo para atenderla y porque ella es de difícil manejo”.
Lo dicho por sus parientes no concuerda con lo visto por el equipo de trabajo social, pues ella es una persona vital, siempre de buen carácter y con disposición de conversar con quien se le acerque. Incluso informan que sus problemas de salud se compensan cuando recibe tratamiento regular.
Doña Luisa me cuenta que ella está feliz porque tiene un familiar que “es muy bueno, que la quiere”. Ella le dijo a él que quiere vivir en su casa, que ella puede estar en un cuarto viendo tele y que con un trozo de pan y preparándose un huevo permanecerá bien sin ocasionar molestia.
A ella se le ve como una persona tranquila. Su rugosa piel está muy pegada al hueso, su figura refleja que siempre ha sido una persona menuda; nada en su físico habla más que su rostro: es muy vivaz.
Doña Luisa comenta lo bien que la ha pasado en el centro médico, toda su alimentación le ha sabido muy bien y se siente como en un hotel en el que, cree, la estadía está por acortarse. Esta simpática señora, quien tiene un deterioro cognitivo leve, guarda la esperanza de que su familiar llegue por ella.
Ya está recuperada, mas tiene tres meses de permanecer internada porque Trabajo Social está esperando la resolución de la instancia judicial, en este caso, el juzgado de Violencia Doméstica, para determinar a qué centro u hogar de adultos mayores puede trasladarse.
“Ella sigue esperando que sus familiares se la lleven al lugar en el que vivió la mitad de su vida. Aun cuando su familia nos dice a nosotros que no se la va a llevar.
Está internada desde junio. La estancia de ella no se justifica porque se espera que tenga un espacio para que viva dignamente; usted ya la vio, ella no es para que ande bata de hospital, es una mujer vital. (...)”, dijo Jeannethe Martínez, jefa de trabajo social del Hospital de Geriatría y Gerontología.
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Fernando Morales Martínez, director del Hospital Nacional de Geriatría y Gerontología de Costa Rica, dice que en ese centro médico atienden cuatro casos de abandono por parte de familiares cada mes en “temporada baja”. En “temporada alta” que son las fechas de Navidad, verano y Semana Santa, la cifra se duplica.
Por su parte, el Área de Estadística en Salud de la Caja Costarricense de Seguro Social contabiliza, en lo que va del año, 14 egresos hospitalarios a causa de abandono y negligencia en la red de hospitales nacionales. Algunas de estas personas adultas mayores fueron abandonadas por sus familiares, sin embargo, no es el caso de la totalidad de los pacientes reportados. Otros casos se deben a no tener familia, a la viudez, soltería o a no haber tenido hijos.
Estos 14 egresos no incluyen los casos frecuentes de abandono registrados por el hospital geriátrico.
Este centro médico existe para tratar a pacientes de la tercera edad que estén agudamente enfermos. Sin embargo, desde los 90 se ha convertido en un sitio en el que adultos mayores son abandonados por sus familiares. Antes simplemente los dejaban en una banca; hasta hubo el caso de una señora en el que su hijo ingresó en hora de visita y la dejó con un cartel que decía “vean a ver qué hacen con mi mamá”, recuerda Morales.
Por ello, en el centro médico, llaman la atención, desde 1995, para que disminuyan casos de maltrato, abuso, negligencia y abandono, que “es la expresión más negativa que le puede pasar a un ser humano”, afirma el especialista en geriatría y gerontología.
El hospital ha tomado medidas para menguar la situación, sin embargo, han conocido de casos en los que a los adultos mayores les alteran su estado de salud para que así sean internados y posteriormente, abandonarlos.
“Hay de todo. En el pasado era más agudo que ahora porque la ambulancia llegaba y dejaba a los pacientes en la terminal, que es emergencias del hospital, ahora no se pueden ir hasta que no los valoremos y veamos la situación.
Hoy se han sofisticado las cosas. La gente da números y direcciones equivocadas. Y hay quienes, sabiendo que una persona es diabética, le dan mucho dulce para descompensarlo o no le proporcionan el tratamiento. Otro caso: si es hipertenso, le dan mucha sal para que se le suba la presión. Hay de todo. Aquí se ven situaciones muy delicadas. Como ya vienen agudamente enfermas, hay que internarlas y después nadie aparece”, describió el doctor Morales.
En 2005, en Málaga, España, una familia iba de vacaciones de verano, acudió a una gasolinera y sugirieron al abuelo ir al sanitario, pues en el viaje no se detendrían más. Cuando él salió del baño se topó con la sorpresa de que había sido abandonado. Ese hecho consternó al país europeo y resonó en muchos otros. Para el doctor Fernando Morales, esa situación fue “ligth” (ligera) comparada con las que se presentan en Costa Rica.
Un caso alarmante es el que seguidamente expuso Jeannethe Martínez, jefa de trabajo social del Hospital de Geriatría y Gerontología. En el geriátrico tienen una paciente que está en riesgo de que le amputen uno de sus miembros. Esto debido a que “sus familiares creen que ella está bien mentalmente, que puede vivir sola con su esposo (un adulto mayor de más de 80 años) y que si ella no se ha tomado el tratamiento contra la diabetes es porque 'no quiere'”, dijo.
“Eso se llama negligencia y abandono. Resulta que ahora su familia no se la va a llevar porque dicen que no tienen espacio”, agregó Martínez.
El departamento de trabajo social presentó la denuncia pertinente. Sin embargo, la señora aún no puede ser ubicada en un hogar. Deben esperar la resolución de un juez.
Antes de denunciar, el grupo de trabajo social interviene a las familias. Hay situaciones en las que el paciente ingresa y evoluciona pero no se recupera de la función física tanto como se quería. En esos casos, la familia dice que no se hará cargo.
“Nos dicen 'lo queremos mucho, lo amamos'. Hasta lloran, pero dicen que no se lo pueden llevar porque no tienen dinero o que no hay quien lo cuide”, añade Leida Hernández, subjefa de trabajo social del geriátrico.
Ella agrega: “es titánica la intervención que hacemos desde trabajo social porque con la familia hay que hacer todo un abordaje educativo para que la gente conozca todo lo que implica el proceso de envejecimiento, las necesidades de esos pacientes. A veces hay que hacer abordajes terapéuticos en aquellos casos en que la relación o el vínculo afectivo no sea fuerte, como cuando papás no fueron responsables, ahí hay que hacer labor terapéutica como de perdón para que ellos vayan acercándose a las responsabilidades que tienen. A veces se logra organizar a esa familia para que dé esa atención”.
El abandono va de menor a mayor. Todo empieza cuando en la casa los señores son desatendidos, les dicen que no se bañen y que la ropa que andan está limpia; no les dan sus medicamentos, o en casos de censos ni siquiera los enumeran entre los miembros de la familia, denuncia el director del hospital geriátrico.
La realidad ideal es que las personas adultas mayores estén integradas al hogar. Como llamado de atención, el director del centro médico agrega: “hay que decirles que si bien las personas que están abandonando están mayores, así van a ser ellos mismos en unos años. Y que el modelo que ven sus descendientes, va a ser el modelo que les apliquen a ellos”.
En el geriátrico existe el Comité de Estudio Integral del Anciano Agredido (CEINAA), que atiende situaciones por diferentes tipos de maltrato: físico, psicológico, patrimonial y negligencia y abandono.
En los últimos 10 años se han presentado más 750 casos. Los de mayor complejidad son los de negligencia y abandono, según informa Jeannethe Martínez, jefa de trabajo social y coordinadora del CEINAA.
Martínez informó que durante el primer semestre del año contabilizan 428 casos de adultos mayores que han sufrido todo tipo de maltrato.
¿Sanción?
Es posible que en este punto usted se pregunte si existen sanciones para hijos o familiares que abandonan adultos mayores.
Si bien existe la Ley Integral de la Persona Adulta Mayor 7935, el director del Hospital Nacional de Geriatría y Gerontología dice que no hay sanciones claras.
“Está puesto, pero deberían de tipificarlo más ”, dijo.
El artículo 57 de esta Ley habla de medidas de protección “para prevenir la violencia física, psicológica, patrimonial o sexual contra las personas adultas mayores. Se aplicarán las medidas de protección y los procedimientos ordenados en la Ley contra la violencia doméstica, No. 7586, de 10 de abril de 1996”.
Seguidamente se citan sanciones, mas en ellas no hay una específica que hable de abandono. Las hay por agresión física, agresión sexual, agresión psicológica, explotación de personas adultas mayores, e inhabilitación especial.
Sin embargo, el especialista en geriatría y gerontología no considera que la cárcel sea la solución para combatir esta calamidad.
“Como especialista en geriatría y gerontología me gustaría que hubiera algo más específico y que dé caminos para combatir ese flagelo. Nada ganamos con castigar y castigar si no se revierte ese flagelo. Soy convencido de que eso se aprende en el seno del hogar con principios y valores pero también en las escuelas. Con puentes intergeneracionales. Que rescaten el valor del adulto mayor. Porque ahora todo es desechable. Descartable. De gran consumismo y lo demás no importa. Entonces habría que revertir”, agregó Morales.
“Un camino sin retorno”, así califica Morales el abandono, pues por experiencia sabe que si un adulto mayor es abandonado hay que ubicarlo en algún sitio.
El promedio de edad de las personas abandonadas es de 85 años. Y los casos en los que ellos tienen pérdida de memoria son muy pocos, afirma el doctor, quien se especializó en geriatría y gerontología en los años 80.
Desamparo
Don Hernán viste pantalón gris y camisa de cuadros blanca con celeste. Su atuendo está impecable, los quiebres de su ropa están perfectamente aplanchados, aunque ha usado su indumentaria por dos días. Sus cabellos y bigote, en los que se combinan el negro con el blanco, están bien peinados. Es un hombre alto y de contextura delgada. Se ve bien, aunque su mirada no tiene brillo. Apenas se recupera de un dolor físico, pero hay un malestar anímico que lastima más.
Don Hernán es un caso de abandono. Él vive desde hace tres meses en el Hogar para Personas Adultas Mayores de Tirrases, sitio de bien social en el que los habitantes no deben pagar por vivir, pues cuenta con ayuda de instituciones del Estado. Él es un adulto mayor que tras la muerte de su “adorada esposa” desarrolló una depresión y su estado lo llevó a alcoholizarse por dos años, aunque nunca había tenido el vicio.
Tiene familia, sin embargo, esta se ausentó durante todo su proceso.
Aparte de la depresión, este señor estuvo cerca de la muerte a causa de cirrosis y hepatitis. “Yo anduve sufriendo porque me quería mucho con mi mujer, perderla fue insoportable. Mis hijos viven en una provincia lejana y se perdió el contacto”, dice Hernán, de quien protegemos su identidad.
Ya suman tres años desde que no ve a sus hijos. Aun así, guarda la esperanza de reencontrarse con ellos.
“En realidad no he tenido contacto con mis hijos. No saben nada de mí. La verdad hicieron su vida. ¡Hasta soy abuelo! Pero ahora tengo que empezar de cero. Ellos viven largo y ahí no hay trabajo, menos con la edad mía. Es mejor estar aquí, no quiero ser una carga para ellos, pero tal vez en algún momento quieran visitarme”, dice esperanzado.
Los más de 70 residentes del hogar para personas adultas mayores se han convertido en “su familia”.
“Cuando ingresé aquí yo venía como muerto. Gracias a los compañeros y a don Gerardo Zeledón (encargado de hogar) me siento como en una familia. El ambiente es sano. Tenemos todo: desayuno, almuerzo, buena cama, buen baño; nos dan jabón, pasta de dientes, cepillo, tenemos todas las comodidades”, afirmó mientras centraba su mirada en el horizonte.
Luego del abandono
El Consejo Nacional de la Persona Adulta Mayor (Conapam) es la organización gubernamental que regula lo relacionado en materia de envejecimiento y vejez, en Costa Rica.
Este ente atiende los casos de abandono, entre otros, de personas adultas mayores.
“Los casos que ve el Conapam de personas adultas mayores que están en condición de abandono ingresan al departamento de trabajo social y legal. Cada situación puede entrar por medio de denuncias presentadas directamente en el Conapam, por los Juzgados de Familia y Violencia doméstica o por referencias de los departamentos de trabajo social de los distintos centros de salud del país”, explicó Teresita Aguilar, presidenta del ente.
Conapam, fundado en el 2001, creó en el 2015 una modalidad para la atención específica de casos de personas adultas mayores en condición de abandono o situación de calle, contemplando en ese momento atender a 180 personas al año. Aguilar comentó que actualmente tienen a 679 personas reubicadas y una lista de espera que asciende a 227.
Esos adultos mayores, aguardan por un su nuevo lugar de residencia, principalmente, en algún hospital.
Solo en 2017 reubicaron por medio de sus programas un total de 479 personas adultas mayores, de las que aproximadamente el 50% corresponde a señores abandonados en los hospitales.
“El programa está saturado, de hecho se está en gestiones pues para el 2019 hay un faltante de presupuesto si se quiere continuar con la atención de todas las personas que hasta el momento han sido reubicadas bajo esa modalidad de atención”, aseveró Aguilar.
Teresita Aguilar, quien también es adulta mayor, dice que por sus 85 años tiene mayor facilidad de ponerse en los zapatos de quienes son abandonados por sus familias, por ello, rechaza el abandono en el que dejan a ciudadanos de oro.
“Hay muchos casos. Tenemos la historia de un señor que llegó en su carro y se detuvo frente a Conapam y bajó a una viejita, yo le puedo decir así porque yo también lo soy. Llegó diciendo que iba a salir un momento y dejó a la viejita sentada. La dejó con una bolsita en la que tenía sus cosas”, recordó.
También apela a situaciones de abandono en las que diez hijos se desentendieron de su mamá. “Hay parientes que dicen que el cuidado de sus padres les toca al estado”, cuenta.
Aguilar también citó el caso de un señor que ahora vive en Liberia. “Él era muy adinerado y sus hijos le quitaron todo. Cuando conversé con él me dijo que está feliz, que es lindo estar en un centro. Ya no tiene sus millones, pero está en un lugar en el que dice que ya sus hijos no lo llegan a agredir”.
Durante su gestión, Aguilar y su equipo de trabajo se concentran en la presentación de dos proyectos de Ley que consideran esenciales: uno que ayude a aumentar el presupuesto de Conapam conforme crece la población adulta mayor y otro relacionado con sanciones para quienes abandonen a adultos mayores.
“El otro es el proyecto Ley #19.438 que busca crear de manera específica el delito de abandono para sancionar a quienes no brinden cuidado y atención a sus mayores. Es doloroso tener que recurrir a la Ley para que un hijo se haga cargo de su papá”, asevera Aguilar.
Aparte, Conapam está desarrollando un proyecto denominado Línea Dorada el cual consiste en una línea telefónica que funcionará 24 horas al día los 365 días del año, para atender denuncias y para dar ortientación sobre cómo abordar distintas situaciones de maltrato, abuso, negligencia y la prevención de situaciones de abandono.
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Este 1 de octubre se celebra el Día Internacional de la Persona Adulta Mayor. En el ocaso de la vida de los ciudadanos de oro de su familia, usted tiene en sus manos asegurarles una vejez convertida en el mejor de los veranos o en el peor de los inviernos.