Para llegar a El Sótano, hay que bajar 16 gradas. El camino es alumbrado por una luz tenue y por la música que proviene de un rincón. Un beat reposado invita al oído a que siga descendiendo hasta hallar el punto de donde proviene la melodía melancólica de una trompeta, respaldada por las notas que bailan por el diapasón del bajo y el hi-hat de la batería que guía a los músicos.
En un espacio pequeño donde caben como máximo 60 personas; el jazz reina este martes por la noche. El silencio del público es ley si hay artistas tocando; solo así se le saca el jugo a lo que nace en sus manos y sale por el sistema de amplificación.
Hay noches en que suena algo de John Coltrane; en otras, se escuchan obras de Tito Puente o algo de un legendario artista de Motown. Hay muchas opciones para todos los gustos, o bueno, tal vez no para todos... pero precisamente de eso trata este lugar.
Amonsolar, el nombre de la casa donde está El Sótano , es un proyecto que surgió de un lugar egoísta. En esas palabras, José María Alfaro describe el espacio que fundó junto con su padre, Rolando Alfaro. Este último es gerente general de radio Columbia y programador de 95.5 Jazz , mientras que el hijo estudió ingeniería de sonido y además es bajista.
“Somos amantes del jazz y de la música en vivo; entonces, esta fue una idea egoísta; ahora estamos compartiendo algo que creemos que le da vida a esta parte de la ciudad”, comenta sobre lo que sucede en esta esquina blanca de barrio Amón donde se entrecruzan la calle 3 y la avenida 11.
La recámara donde ocurren los encuentros musicales subterráneos fue un punto determinante para que los Alfaro se decantaran por este establecimiento para desarrollar su proyecto.
“Cuando bajé las gradas, me vi a mí mismo en el Smalls Jazz Club (un lugar similar ubicado en Greenwich Village, Nueva York) y me di cuenta de que era posible crear un lugar que tuviera esa vibra, pero en San José”, cuenta Chema , como lo conocen los músicos que frecuentan el lugar.
En la Gran Manzana abundan los sitios con este concepto y, de hecho, algunos dicen que quien quiera convertirse en un músico de las grandes ligas del jazz debe haber pasado por aquella ciudad en algún momento de su vida. Allá vive el bajista costarricense Max Esquivel (quien ha tocado con Max Esquivel Quintet , Jean-Michel Byron y Manuel Valera , entre otros) y asegura que los lugares más apropiados para este género musical son pequeños para que la audiencia pueda apreciar de cerca lo que ocurre en el escenario. Ahí es donde se genera la improvisación instantánea, o lo que se conoce también como composición espontánea.
“No hay tanta distracción de por medio cuando se da una relación tan íntima. En El Sótano ocurre eso, la gente no va ahí a hablar y todos están viendo hacia el escenario. Es más una relación íntima, o casi microscópica entre los espectadores y el grupo”, comenta el joven músico que ha tocado en este espacio con su cuarteto y en jams con músicos como el pianista Wálter Flores, el vibrafonista Felipe Fournier o el baterista Orlando Ramírez.
Sobre este mismo espacio, Flores agrega que, aunque hace unos diez años se empezaron a hacer sesiones de jams en otros lugares del casco central, hasta hace poco había un vacío de un lugar donde la gente pudiera desarrollar el género jazz .
“El Sótano da la oportunidad de que mucha gente tenga acceso a un tipo de música diferente, ya que casi no hay lugares donde uno pueda ir a escuchar este género. En otros lugares, me ha pasado que uno está tocando y en la mesa del fondo están cantando Cumpleaños feliz . Aquí, en cambio, se pasa una noche bonita con la gente que realmente quiere escuchar jazz ”.
Excluyente
José María Alfaro no tiene reparo en aceptar que este local no es comercial, y que la música que seleccionan para interpretar o para reproducir durante las noches se convierte por sí sola en un filtro para elegir al público interesado en visitarlo.
“Si tuviéramos este lugar para hacer plata, pondríamos reguetón, pero lo que queremos es adoptar a un público cautivo y reactivar la escena de jazz ... que los músicos vengan y se sientan como en su casa”, dice.
Para esto se hacen conciertos didácticos, como los que ofrecía Felipe Fournier, quien encabezó muchas ediciones de los jams del martes por la noche durante su reciente estancia en Costa Rica, antes de viajar a Estados Unidos. Durante cada velada se elegía a un artista o movimiento específico y se intercalaban los temas con breves explicaciones sobre lo que estaba por escucharse.
Sin embargo, en El Sótano no solo se ofrecen improvisaciones y jazz . Hay “noches de acetatos”, con música contenida en la colección de viniles de los Alfaro: 5.000 ejemplares de lanzamientos que pueden ir desde el saxofón de John Coltrane hasta la psicodelia de Pink Floyd, las movidas melodías de Fania All-Stars o las críticas líricas de Neil Young.
Antes de que surja la duda, hay que dejar claro algo: aquí, la música en formatos digital o en CD, está terminantemente prohibida.
El local también tiene vetados los “conciertos tributo”, para darle espacio a la música original, algo que ha generado que, entre esas paredes de ladrillo de la parte baja, germinen proyectos nuevos, como es el caso de Dinamita Boom , liderado por la cantante Avril Maurel que mezcla el hip hop con el jazz .
Ha habido bandas de diferentes géneros que se han amoldado a El Sótano para presentar su música en formatos especiales o reducidos. También se ha prestado para que algunos artistas internacionales pisen el pequeño escenario para compartir su talento “importado”, como el saxofonista francés Warren Walker, el trompetista Argentino Diego Urcola, y el bajista chileno Igor Saavedra .
Para extender la versatilidad de la casa entera, el espacio inaugurará un escenario más donde habrá espacio para un público de unas 300 personas. Además, al ser un edificio modular, ya ha abierto algunos de sus rincones a presentaciones de danza, teatro y exposición de arte gráfico. De ahí su lema “activismo cultural”.
“El Sótano es un muy buen inicio de lugares que le dan el primer plano a la música”, dice Esquivel, mientras que Flores agrega cuán importante es que no ocurra lo que le ha sucedido a iniciativas similares: trataron de impulsar lo mismo y terminan convirtiéndose en lugares de baile.