Son segundos cargados de tensión. El toro. El ganadero. Los alistadores. Los improvisados. El público.
La energía de El Callejero, que pesa 600 kilos, parece incontenible en el toril del redondel de Zapote, un espacio que mide si acaso seis metros de largo por uno y medio de ancho entre las dos mangas de salida.
Ocho hombres están atentos a la bestia. Somos en total nueve personas adentro del toril separados de El Callejero solo por una estructura de madera que a simple vista se nota resistente, pero que ante la astucia e impetu del animal podría ceder ante el mínimo error.
Hay estrés, ansiedad. Debajo de la gradería se respira adrenalina y emoción. El toro por su parte bufa y muge... da miedo, pero a la vez es un animal hermoso y cautivador. Es fácil imaginarse la escena, pero vivirla en persona eriza la piel, más si es la primera vez que se ha estado a escasos centímetros de una masa de carne, cuero y músculos tan impresionantes como las de un toro bravo.
La transmisión televisiva comenzó, la corrida tiene que hacerse bajo el estricto orden del guion, eso sí, mientras el toro lo permita. Animal y hombres esperan el clarín que da la señal de salida. Las manos dispuestas, atención total, protección al animal y también al ser humano.
Tres puertas separan a El Callejero de decenas de atrevidos toreros improvisados que lo esperan para arriesgar su vida. Un hombre en cada puerta tiene a su cargo la tarea de abrirla, otro es el responsable de soltar el amarre falso que sostiene la testuz del toro; todo debe de hacerse en perfecta coordinación para evitar un contratiempo.
El animal sale como una bala. La fuerza de sus patas y su bravura hacen que el toril entero se estremezca por la velocidad y la potencia. Es casi imposible captar un video de la salida. La verdad, es emocionante.
Tan rápido como sale el toro, los encargados del toril también se asoman velozmente para ver al animal en acción. Los trabajadores de la Hacienda Santa Marta, de Santa Cruz de Guanacaste, mostraban su orgullo por el impacto que tuvo la bestia al abrir plaza; disfrutaron unos segundos del espectáculo y volvieron a sus labores casi de inmediato porque había que preparar al siguiente toro.
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En el toril el trabajo es compartido entre los personeros de la ganadería de turno y funcionarios de la organización de las corridas. Solo hay hombres. Aquella tarde también estaba yo, en medio de tanta testosterona e impresionada por cada hermoso animal que llegaba a las mangas.
De manera sincronizada los expertos alistan el nuevo toro para el ruedo, o a cacho, como también se les llama en la jerga. Doce manos amarran, zocan el pretal, ponen el falso, sostienen, nalguean con emoción a la bestia y las puertas se abren para liberar cientos de kilos de bravura.
A ratos –tal vez mientras un toro está en el ruedo y el otro está listo– se vive una paz extraña que da espacio para bromas, tomar o comer algo, vacilar a los demás y hasta bailar. Son pocos los minutos de esa libertad, pero se disfrutan mucho. Terminados, todo vuelve a ser un corre corre que se maneja con la seriedad que merecen estas bestias que con una patada o una cornada podrían causar un gran daño.
“Este es un trabajo en equipo, es una pasión que vivimos todos los que estamos aquí. En nuestro caso, los muchachos de la ganadería tienen cualquier cantidad de tiempo de estar con nosotros y eso nos da mucha tranquilidad como ganaderos porque son personas que conocen el ganado desde la finca, saben sobre el comportamiento y la tolerancia de los toros”, dijo el ganadero Marcial Arrieta.
La monta
Si el estrés para que un toro a cacho salga a la arena es mucho, con los de monta es diez veces más intenso.
El primero que iba a llevar a un montador en sus lomos esa tarde del 3 de enero fue El Panatico, de 650 kilos, con grandes ojos color miel y un bello pelaje café claro. Dentro del toril, durante su espera, El Panatico se veía más bien manso, atendía con su mirada las palabras de los ganaderos y hasta las mías, incluso cuando le dije guapo.
Jorge Mendoza era el valiente que iba a tratar de dominar a la bestia. A su alrededor al menos cinco hombres comenzaron a preparar a El Panatico, unos con el pretal, otros con el falso, y otros con sus zapatos intentaban acomodar al toro en la manga de salida para que el montador subiera a su lomo.
Pero parecía que El Panatico no tenía intenciones de salir y más bien quería quedarse cómodo dentro del toril, pues recostó su cuerpo en la pared izquierda de la manga.
Los minutos corrían, la televisión no espera, había que apurarse. Mendoza, visiblemente tenso y hasta nervioso le dio unas nalgadas al toro para animarlo, se acomodó las chaparreras e intentó montarse, pero no, el toro tenía otro plan... se sentó en el suelo.
“El chuzo, traiga el chuzo”, fue la orden de uno de los expertos. Tras chuzar al toro para que se levantara el falso se soltó y de inmediato hubo reacción para volver a amarrarlo. Los minutos pasaban, ya casi eran siete desde que se anunció la jugada.
A los ocho minutos exactos el montador se sentó, prensó las espuelas en el cuero del animal y gritó ¡puerta! Apenas duró cuatro segundos sobre los lomos de la bestia.
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El trajín de la corrida
De todo puede pasar en una corrida de toros, pero desde el punto de vista del toril la atención está puesta en los animales. En ese reducido espacio las decisiones se deben de tomar en pocos segundos.
El becerro que estaba dispuesto para el segmento El Reto del 7, de Teletica, salió muy rápido y visiblemente bravo. El retador era el boxeador Francisco Fonseca y estaba pactado que se enfrentara a El Contentero de 200 kilos, pero hubo un imprevisto, el torete sufrió una especie de calambre y cayó al suelo sin poder moverse.
De inmediato se dio la orden para que El Contentero fuera devuelto al toril; entre varios de los improvisados llevaron al animal hacia adentro para que fuera atendido. Según comentó uno de los muchachos de la ganadería, “el calambre” se da por la bravura que tiene el animal en ese momento.
Ahí entró rápidamente en escena el doctor Alberto Solórzano, regente veterinario encargado de la atención de los animales, y también reaccionaron los dos personeros del Servicio Nacional de Salud Animal (Senasa) presentes en el redondel. Al toro se le atendió médicamente, para ello se dispone de un espacio especial donde el doctor revisa y estabiliza al animal.
En conjunto, el doctor y el señor Allan Carrillo, jefe de logística taurina del redondel, tomaron la decisión de dejar al toro descansar y estabilizarse para que no sufriera ningún daño o estrés. Por su parte, el ganadero Marcial Arrieta Bonilla, confió en las medidas de cuidado para el animal de su propiedad.
Ingeniería
¿Cómo se meten los toros al redondel? ¿Cómo se arrea a un toro en un encierro? ¿Por dónde entran, por dónde salen? ¿Quién es el valiente que lo hace? Todas estas preguntas fueron contestadas esa tarde por Allan Carrillo, quien desde hace aproximadamente ocho años es el jefe de logística taurina de Zapote.
Primero, los toros viajan desde las haciendas o ganaderías en camión. Según explicó Carrillo, en un camión grande pueden viajar cómodos entre 13 y 15 animales. Los que jugaron la tarde del 3 de enero salieron a eso de las 5 a. m. desde Santa Cruz, y en total fueron 13 bestias las que participaron en la corrida, según los datos de Álvaro Zamora, vocero del redondel y estadista de las corridas.
Uno a uno los toros se arrean desde el camión hacia un lugar conocido como “esqueleto de pescado” por la forma de su estructura. El esqueleto de pescado tiene una protección especial para que el sol no afecte a los toros y está formado por 24 cubículos llamados apartos, uno para cada toro. “Están construidos para que alberguen un toro de aproximadamente 800 kilos, son amplios para la comodidad del animal y no permiten que este dé vuelta para que no se lastimen”, explicó Carrillo.
Para la corrida de las 3 p. m., la descarga de los toros comienza a partir de las 12 mediodía, con el fin de que los animales puedan aclimatarse a los espacios. Para la de las 8 p. m., el proceso se inicia a eso de las 6 p. m., cuando quedan los apartos desocupados.
La construcción de los apartos es de forma diagonal para facilitar el traslado de los toros hacia los chiqueros, que es donde se alistan los animales para las jugadas dentro del toril. La ingeniería de esta estructura permite que cuando los toros estén para salir a plaza se ubiquen en dirección a ella y que cuando son devueltos al toril queden en posición de salida hacia los camiones.
Carrillo explicó que cuando los toros llegan a Zapote deben de estar bien hidratados, pero permanecen en ayuno de comida entre 12 y 24 horas. “No es conveniente que los animales ingieran alimentos antes de ser montados o jugados porque pueden padecer cólicos o lesiones intestinales". Además, durante el día se les da agua.
Durante el proceso del arreo de los toros al redondel están en vigilancia los funcionarios de Senasa. “Hacemos inspección a la hora del recibo de los animales. Cuidamos que vengan en buen estado y que traigan los documentos de respaldo por la ley contra el robo de ganado”, comentó Mario Rodríguez, inspector de Senasa.
En las mangas de salida y los chiqueros, que son los que están dentro del redondel, las medidas de los espacios donde están los toros son parecidas a los apartos. Así las cosas, los animales están lo más cómodos posibles para evitarles el estrés natural de su raza brava, como lo explicó Carrillo. Cabe destacar además que el lugar se mantiene muy limpio y constantemente los mismos trabajadores del toril se encargan de tenerlo así; lo mismo pasa en las caballerizas donde descansan los caballos de los lazadores.
Toda la estructura del toril (mangas, chiqueros y esqueleto de pescado) de Zapote se reconstruyó hace dos años. “Se obligó a cambiar los toriles por tema de bienestar animal y además porque existía el peligro de que un animal se zafara y provocara un accidente incluso fuera del redondel”, aseguró Rodríguez.
A esto, Carrillo, con su experiencia, agregó que Zapote es una de las plazas con mejor infraestructura del país y mencionó otras como las de Herradura, Palmares, Cóbano y Nosara. “Hay lugares donde montan redondeles portátiles que son muy básicos y no cumplen con las normas que debe de tener un escenario taurino, esos son verdaderos circos romanos que no solo ponen en peligro a los animales sino también al público que va a las corridas”, expresó.
Cuidados y seguridad
Los ganaderos y los encargados de los toriles son conscientes del peligro que sugiere para un torero improvisado enfrentarse a un animal tan fuerte, potente e inteligente como los toros, así que echan mando de medidas de protección.
Tal vez ha visto que algunos animales salen a plaza con una especie de esponja en sus cachos. Generalmente sucede cuando hay algún concurso o juego. A esta protección se le llama popularmente chupones y es una espuma que forra los pitones con una cinta adhesiva especial.
Otro tema a tener bajo revisión es el tamaño y las puntas de los cuernos. Toros bravos y de monta deben de llegar desmochados correctamente, de lo contrario, el proceso se hace en el redondel.
Para el toro bravo la medida de la circunferencia del cacho debe de ser mayor al tamaño de una moneda de ¢50, para el de monta tiene que sobrepasar la de una moneda de ¢100, explicó Carrillo. Esto para cuidado de los toreros y montadores. “No es nada más llegar y cortar, hay que hacer un limado especial. Si se deja aunque sea una mínima astilla en el cacho, eso toma un filo impresionante porque es una especie de fibra que con un solo roce puede abrir una herida profunda”, dijo el experto.
Los accidentes siempre pueden pasar. Algunas veces el toro en la salida puede golpearse los cachos o incluso en alguna de las barreras del redondel, y eso puede provocar las astillas.
En las mangas de salida también se cuenta con dispositivos para evitar que el toro salga antes de tiempo, o que se devuelva a la plaza. Hay cadenas y seguros en las puertas, además con tubos que hacen las veces de freno en los pasadizos.
Con respecto a los toros, Senasa vigila por ejemplo el uso del chuzo eléctrico y de que los animales tengan buenas condiciones de salud, de espacio y de la atención médica necesaria.
“Muchas veces se tienen que decomisar los chuzos porque los usan en cualquier momento y eso no es correcto, incluso se les puede acusar de maltrato animal. El regente veterinario es el responsable de tomar la decisión de qué tratamiento se le debe de aplicar a un toro en respuesta a alguna lesión y ahí tenemos que lidiar algunas veces con los ganaderos que no les gusta que toquen a sus toros, pero son decisiones de salud y de autoridad que se deben de respetar”, concluyó.
Los latidos son intensos en el corazón de las corridas de Zapote. La adrenalina de toros y hombres en los toriles es proporcional a la algarabía que se genera afuera, en las gradas, en la arena. En las entrañas del redoldel, los aplausos de los asistentes provocan sonrisas de satisfacción. Ha sido una buena faena.