Cuando a Margarita Cerceño su oncólogo le dijo que la remitiría a medicina nuclear, unidad en la que le inyectarían material radioactivo que llegaría directo a dos de sus órganos vitales para obtener un diagnóstico, ella pensó que lo que ingresaría a su cuerpo “la iba a descomponer”.
Cerceño hace poco fue operada de cáncer de mama. Recientemente recibió la infausta noticia de que aparecieron quistes en uno de sus pulmones y en uno de sus ovarios: el cáncer hizo metástasis.
Es una mujer de tez morena, cuerpo menudo y sigilosa voz. Para que su oncólogo determinara qué se puede hacer por la paciente, los médicos nucleares le inyectaron un radiofármaco que permite que se trace (dibuje) un órgano específico, y la colocaron en una gammacámara (dispositivo detector de radiación y de captura de imágenes en el que puede estar acostada o en casos específicos de pie), mediante la cual se mostraron imágenes de su órgano “iluminado”.
Margarita fue atendida en la unidad de Medicina Nuclear del Hospital San Juan de Dios. Sentada en la sección de pacientes radiados de la sala de espera, esta mujer aguardaba, el lunes 18 de junio, para que la llamaran por segunda vez: hacía un par de horas le habían realizado el diagnóstico de pulmón y quedaba pendiente el de ovario. “Ya me inyectaron el material radioactivo y no se sintió nada diferente en el cuerpo. Aquí me he sentido muy bien, sé que este es un método que va a permitirme conocer más rápido qué me está pasando”, contó .
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Para remitirlo a una planta nuclear, piense en la que trabajaba Homero Simpson. En ella se producía material radioactivo y se veían muchos productos fosforescentes que debían manipularse con sumo cuidado.
Efectivamente, el material radioactivo que se utiliza en la medicina nuclear del Hospital San Juan de Dios (HSJD) proviene de una planta nuclear, y se importa desde Canadá. En esta información le contaremos cómo funciona esta rama de la medicina en la que las personas reciben material radioactivo en su cuerpo para obtener diagnóstico o terapia.
El doctor nuclear Ulises González, quien es jefe de servicio en la Unidad de Medicina Nuclear del HSJD, indicó que esta es una rama de la medicina, específicamente de imágenes médicas, que se trata de la administración de muy pequeñas dosis de material radioactivo para realizar, principalmente, exámenes de diagnóstico, aunque también algunas terapias.
“No son la gran mayoría, pero tratamos hipertiroidismo, pacientes con cáncer de tiroides, pero el principal objetivo de la medicina nuclear es el diagnostico”, especificó.
La medicina nuclear puede ser empleada en recién nacidos (a partir de un mes) y hasta adultos mayores.
Dentro de la Caja Costarricense de Seguro Social, la medicina nuclear se aplica en los tres principales hospitales del país: Calderón Guardia, México y San Juan de Dios. Este último centro funciona el servicio más grande, no tiene listas de espera, es el más equipado y además de atender población adulta, realiza también pediatría nuclear.
“No es una bomba atómica”
Es cierto: el paciente remitido a medicina nuclear recibirá en su cuerpo una dosis de material radioactivo. Pero no se asuste. Luego del proceso el paciente no quedará luminoso ni transmitirá energías.
González reconoce que cuando el asegurado oye hablar de medicina nuclear “se pone tenso”.
“El paciente puede pensar: ¿dónde me estarán llevando?, ¿esto es como la bomba atómica? Sabemos que los pacientes se ponen tensos e inquietos, pero al material radioactivo que nosotros usamos le llamamos ‘dosis trazadoras’. Es una pequeña dosis de material radioactivo que para lo único que sirve en ese momento es para obtener una imagen que tiene fines diagnósticos. Luego de que los imagenólogos han adquirido la imagen, los médicos se encargan de interpretarla de acuerdo a la solicitud del médico referente. ¿Qué es lo que el referente quería saber? Vemos la imagen y hacemos la interpretación”, dijo el jefe de la unidad.
El material radioactivo que se utiliza proviene, principalmente, de una fuente que genera el tecnecio 99, que es el isótopo (átomo) que utilizan en el San Juan de Dios para el 99% de los procedimientos que hacen. La fuente de material radioactivo se importa, puesto que en Costa Rica no existen plantas nucleares que son las encargadas de producir estos isótopos.
“Todas las semanas nos llega un generador, que es de donde obtenemos el tecnecio 99 para marcar los diferentes fármacos que se usan en medicina nuclear para los diferentes procedimientos que requieren nuestros médicos”, explicó González.
En su unidad existe una radiofarmacia en la cual, mediante cámaras blindadas, funcionarios preparan los radiofármacos (material radioactivo que se le inyecta a los pacientes). Para entrar al lugar se debe poner cobertores en los zapatos: por dentro es impecable y sanitizado.
Está de más decir que en la radiofarmacia todo está regido por un control y cuidado estricto. Los radiofármacos se transportan en frascos de seguridad que ingresan a las cámaras blindadas y son manipulados por los funcionarios. Sus manos se introducen en unos guantes especiales y allí crean los radiofármacos con jeringas. Estar allí es como entrar a una planta nuclear. Todo se maneja con extremo cuidado.
González explicó cómo se crean los radiofármacos.
“Por ejemplo, si un paciente requiere una gammagrafía de hueso, el médico necesita saber si hay metástasis ósea. Para ello nosotros marcamos un fármaco, para este caso usamos Bifosfonato (empleado para reducir las complicaciones óseas y el dolor óseo causado por el cáncer de mama en estadio avanzado que se ha propagado a los huesos), que marcamos con tecnecio, que es la partícula radioactiva. El fármaco ( Bifosfonato) es el que se va a dirigir al órgano de interés, en este caso el hueso. Pero igual existe un fármaco distinto para cada órgano de interés: hay uno para el riñón, corazón, hígado, dependiendo de lo que el médico requiera que nosotros diagnostiquemos”, explicó.
La medicina nuclear se implementó en el país a partir de 1960, y desde entonces todo ha sido evolución, con la aparición de nuevos fármacos que permiten que los médicos lleguen hasta el órgano deseado.
“El fármaco es el taxi que me lleva al órgano que yo quiero. En el taxi está montado el tecnecio, que es la partícula radioactiva que necesita captar la cámara (gammacámara). Hay un taxi que me lleva al corazón, uno que me lleva al hígado. Dependiendo de lo que el médico quiera, depende el taxi que vamos a pedir”, ejemplificó González.
Fácil de eliminar
A la paciente Margarita Cerceño le explicaron que debía estar tomando abundante agua antes y después de sus diagnósticos. El material radioactivo que le inyectaron en dos ocasiones, sería eliminado mediante la orina.
“Hay algo importante: metabólicamente lo que inyectamos es una sustancia que el cuerpo puede manejar. El 50% del material es lo que se fija en el órgano blanco, el que queremos estudiar, y el resto se elimina normalmente por orina. Le aseguramos al paciente, en la parte del diagnóstico, que realmente no lleva nada de radioactividad. Tenemos un servicio sanitario para los pacientes que van a depositar orina radioactiva. Por eso antes del proceso toman mucha agua.
”La única medida de radioprotección que se le da al paciente una vez que se ha hecho el examen de diagnostico es: váyase tranquilo para su casa, siga ingiriendo agua en el transcurso del día y utilice el servicio sanitario cada vez que sienta ganas de miccionar (orinar) y baje la cadena dos veces. No va a quedar ningún rastro de radioactividad. Pueden estar tranquilos”, explicó Martín Jiménez, quien trabaja en la radiofarmacia y como coordinador de control interno de la unidad del hospital San Juan de Dios.
Terapia, de cuidado
Rafael González, de 41 años, fue operado de cáncer de tiroides hace más de tres meses. En el proceso le retiraron 27 gángleos cancerígenos. Él llegó a medicina nuclear porque le quedan microcélulas del cáncer y se pretende eliminarlas con yodo radioactivo. González recibió terapia.
“La aplicación pretende la eliminación de las microcélulas cancerígenas que habían quedado en el cuerpo posterior a la cirugía de tiroides. Voy a estar por acá una semana. Ingresando hoy 18 (de junio) y saliendo el día 22”, contó el investigador de profesión, quien minutos antes había tomado una pequeña dosis de radioyodo por primera vez. Dice no haber sentido nada extraño en su organismo.+
“No se siente nada (al tomar yodo). Pero depende de cada organismo cómo podría ir incidiendo de manera leve hasta forma grave que podría sentir dolor o ardor en la garganta. Pero eso sería en casos más severos. La patología de cada paciente incide en la forma que se pueda sentir”.
La voz de Rafael es fuerte, pero su rostro muy sereno. Él no temió a la terapia nuclear porque cree que al seguir los tratamientos “al pie de la letra”, incidirá en su recuperación. “En esto hay mitos y leyendas. Lo principal es tener confianza en Dios y tranquilidad y pasividad”, añadió.
Marlon Vargas, responsable de seguridad radiológica e imagenólogo, relató que en la unidad de medicina nuclear son muy exhaustivos con el cuidado de los pacientes cuando los someten a terapias, principalmente, con yodo radioactivo.
“Al paciente se le educa y se le instruye acerca de los cuidados que tiene que tener tanto previo a que se le dé la terapia, como posteriormente en su casa, para que su familia no reciba una dosis importante de radiación, sino que se mantenga de acuerdo a los niveles que recomienda la autoridad reguladora o el Organismo Internacional de Energía Atómica, pero también para que cuide el ambiente y no lo exponga a una dosis de radioactividad significativa puesto que se excreta por las orinas o por las heces. En esta área se les dan indicaciones al paciente para que esa exposición sea lo menos posible y se mantengan siempre los valores recomendados”, expresó Vargas.
La terapia radioactiva aplica para casos de cáncer y también en enfermedades benignas.
Ulises González, jefe de la unidad, explicó que el yodo radioactivo se usa para el hipertiroidismo.
“Este es un caso de exceso de producción de hormonas tiroideas donde en ciertas condiciones le podemos dar yodo radioactivo a ese paciente. La glándula tireoidea necesita yodo para producir la hormona tiroidea. Solo que el yodo que nosotros le damos es yodo radioactivo. La diferencia en un caso maligno y uno benigno será la cantidad de yodo radioactivo que le suministre”.
Consultado el médico nuclear acerca de si el tratamiento afecta también las células buenas, afirmó que el yodo “no va a hacer diferencia entre la célula buena y la mala. Se va a llevar ambas (...). Hay medidas de protección para que los pacientes incorporen lo que tengan que incorporar y que el resto lo eliminen con mínimas complicaciones”, añadió.
El paciente Rafael González estaría aislado en una habitación donde le realizarían exámenes y recibiría la terapia radioactiva.
El doctor Ulises explicó el proceso: “en el caso de un cáncer de tiroides, el paciente requiere ser internado. Empezamos un lunes, se le hacen algunos exámenes que nosotros requerimos para dar el tratamiento, se le da el tratamiento usualmente un miércoles o un jueves, y por lo general el viernes va de salida para su casa.
Lógicamente el paciente antes de abandonar el cuarto donde está hospitalizado, es visitado por el oficial de radioprotección, quien hace las mediciones para asegurarse que la radiación que está emitiendo ese paciente ya no es perjudicial para las demás personas. En ese momento desde el punto de vista dosimétrico, se le da el alta”.
–Cómo le explicamos a la gente que funciona el material radioactivo en su cuerpo... decirles que no van a quedar luminosos...
“Primero hay que tomar en cuenta que todos los días estamos expuestos a la radiación. Hay radiación natural, radiación en los alimentos. Nosotros tenemos toda una sección que es protección radiológica y cuando las terapias son de radiación un poquito más alta, los pacientes tienen educación sobre medidas de protección radiológica y sobre cómo eliminar esa radiación (generalmente por la orina).
En las terapias la dosis no es tan pequeña como la usada para diagnostico.
–¿Cuáles son los efectos adversos?
“Como son dosis pequeñas para el diagnostico no hay afectos adversos descritos. Para terapia se utiliza principalmente el yodo radioactivo para el tratamiento del cáncer diferenciado de tiroides (proceso explicado anteriormente) (...)”, detalló la médica nuclear, Isabel Berrocal.
¿Y los niños?
La mayoría de gammacámaras del HSJD tienen una pantalla habilitada para poner películas. Esto está previsto para dar tranquilidad a los pacientes, pues en muchos de los casos es necesario que se mantengan inmóviles por hasta una hora.
Uno de los filmes que más se pone es Frozen y quienes lo piden son los pequeños pacientes que se atienden en Medicina Nuclear.
–¿Cómo se aplican los radio fármacos en los niños?
“Se practican los mismos exámenes que a un adulto. Lógicamente las dosis son adecuadas para niños (se determina por talla y peso), y existen tablas para determinar dosis exacta para neonatos. Ellos se pueden ver desde un mes de nacidos hasta ancianos”, explicó González.
–¿Cuándo es tratamiento a largo plazo, genera un daño en los niños?
“Es variable. Como los efectos de la radiación son probabilísticos, pueden darse o pueden no darse. Esa es la indicación que le damos al paciente. Sin embargo, tenemos varios ejemplos: uno es Ricardito, un chiquito de ocho años al que se le detectó el cáncer de tiroides. Fue operado cuatro veces, fue tratado tres y ahí está: él es veterinario y tiene dos hijos”, dijo Martín Jiménez, de radiofarmacia y control interno.
La doctora nuclear Isabel Berrocal agregó: “Comparativamente la quimioterapia y radioterapia pueden ser más tóxicas”.
En la sala de espera un niño de 10 años lloraba. Alrededor no había quien no le mirara con cara de preocupación. Su llanto no era de dolor, sino que el pequeño se lamentaba porque tenía un mes de estar hospitalizado pues no encontraban los motivos de una infección en su pierna y estaba cansado. El doctor Martín contó que la condición del niño no es maligna y que llegó hasta medicina nuclear para tratar de buscar el origen de su afección.
Más de 40 procedimientos
Todos los días en la unidad de Medicina Nuclear atienden casos de patologías malignas como cáncer de próstata y mama.
“Hacemos gammagrafías de hueso para ver cuál es la consecuencia de ese cáncer en la estructura ósea de un paciente”, dijo González.
También ven enfermedades benignas, como cuando se requiere saber si un riñón está obstruido o no.
“Recibimos pacientes del Hospital de Niños para ver si tienen una hidronefrosis, que es simplemente una obstrucción al flujo urinario”, detalló Jiménez.
En Medicina Nuclear también se puede ver si una persona rechaza un trasplante que acaba de recibir.
“Podemos ver el corazón, el bazo, hígado, venas, huesos, cerebro (enfermedades como el Alzheimer, demencias), estómago, entre otras. Somos los únicos que dibujamos el sistema linfático”, detalló la doctora Berrocal.
La unidad del Hospital San Juan de Dios atiende a 2000 personas al mes, entre ellos pacientes del Hospital de Niños, Blanco Cervantes y el Eva Adolfo Carit.
–¿Cuánto cuestan estos tratamientos?
“De la molécula fría que es como el taxi (fármaco) hay unas más baratas que cuestan $1000; la más cara puede costar $3000, más la molécula radioactiva que es el generador que nosotros traemos semanalmente, esta va entre $5000 y $6000 semanales. Las terapias son más caras porque incluyen días de hospitalización y cuarto especial.
A veces los pacientes no hacen consciencia del servicio que la Caja les brinda. El estudio de un paciente una vez que sale de aquí hecho y reportado podría costarle fácilmente ¢500.000”, contó el doctor Jiménez.
La efectividad
Martín Jiménez admite que en medicina y en toda fase diagnostica “no hay 100% de efectividad”, y siempre hay “margen de falsos positivos y falsos negativos”. Agrega que en medicina nuclear “podemos hablar de más del 90% de efectividad”.
Ulises González, jefe de la unidad, envía un mensaje “para tranquilidad de pacientes y lectores”.
“Hay que hacer la consciencia de que todos vivimos en un ambiente radioactivo. ¿Quién no se come en Costa Rica un banano? Para comerlo incorporamos potasio 40 (que es un isótopo radioactivo). Además, todos tenemos carbono 14. Vivimos rodeados de radiación en la vida cotidiana. Con solo salir y asolearnos ya nos estamos irradiando. No hay que tenerle miedo. Nosotros le tenemos respeto y cuidado, pero miedo no”, aseveró.
Si usted alguna vez es referido a Medicina Nuclear del Hospital San Juan de Dios, en una de las puertas topará con un símbolo de advertencia y con la imagen universal de la energía nuclear. Piense que al cruzar el umbral que dice: “precaución, acceso restringido, zona supervisada”, efectivamente se encontrará con material radioactivo proveniente de una verdadera planta nuclear, mismo que combinado con un fármaco le será suministrado pero por el bien de su salud. No se asuste: no quedará luminoso ni fosforescente, al contrario de que como sí le sucede a Homero en los episodios de Los Simpson.