Murió a los 82 años, según el infalible dato matemático, porque el actor estadounidense Burt Reynolds había nacido el 11 de febrero de 1936: Acuario según casi todos los horóscopos.
Murió el 6 de septiembre del 2018, con un rostro más acorde con la vejez y no con el que le vimos en cine durante su mejor tiempo, que lo convirtió en galán o en macho alfa. Al fin y al cabo, esto era algo que le gustaba representar.
Burt Reynolds logró que cinco de sus películas fueran las más taquilleras durante igualmente cinco años seguidos (de 1978 a 1982). Fue su mejor tiempo. Luego Hollywood hizo con él lo que hace con muchas estrellas: las olvida. Lo olvidó.
Como paradoja y con tono de comedia, fue el cine quien nos vino a recordar lo que fue el devenir artístico de Reynolds. Lo hizo con la película La última estrella del cine, mejor conocida por su título original: The Last Movie Star (2017), escrita y dirigida por Adam Rifkin.
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En dicho filme vemos cómo una estrella de cine, que ronda los 80 años, debe aceptar que su tiempo de gloria para la pantalla grande es algo que ya sucedió. Un día le ofrecen un premio por su carrera fílmica y, al ir a recogerlo, revivirá mucho de su vida, incluso lo que le fue vergonzoso.
Tal película fue conocimiento anticipado de la muerte que ya venía de camino para Reynolds. Incluso, al filme le cambiaron el título por Dog Years y lo enviaron al mercado del video y a la televisión.
En sus mejores tiempos, Burt Reynolds se mostró desnudo en sendas publicaciones para Cosmopolitan y Playboy.
Así se acercó a una industria cuestionada en una de sus mejores películas: Boogie Nights: juegos de placer (1997), dirigida por Paul Thomas Anderson.
También anduvo por ese tema con uno de sus filmes más malos, a la larga el peor: Striptease (1996), de Andrew Bergman. Más atrás quedaba algo mejor: Amarga pesadilla, excelente filme de John Boorman (1972), para muchos el mejor actuado por Burt Reynolds, porque también supo ser buen actor ocasional.
Dentro de sus largometrajes es imposible olvidarse de Golpe bajo (1974), dirigido por el gran Robert Aldrich, que, de alguna manera, nos recuerda el pase de Burt Reynolds por el “rugby”. Este filme tuvo su refrito con Reynolds en otro papel, junto a Adam Sandler (o sea, “de lo sublime a lo ridículo…”).
Cuando Reynolds murió, trabajaba para la televisión y se preparaba para actuar bajo las órdenes de Quentin Tarantino en película por estrenarse en julio del 2019: Once Upon a Time in Hollywood. No le alcanzó la vida para ello, pero no por eso lo vamos a olvidar.
El autor es crítico de cine en ‘La Nación’.