YURI LORENA JIMÉNEZ
Un (aún) atlético OJ Simpson, hoy de 71 años, vestido informal con tenis, jeans y una cara camisa de un blanco impoluto, camina resueltamente hacia un vehículo polarizado, en compañía de allegados. Parece venir saliendo de un hotel; a lo lejos se miran algunos edificios bañados por lo que parece ser un dorado sol vespertino.
Hace exactamente tres años, en octubre del 2015, este y decenas de medios en el mundo publicábamos artículos sobre el precario estado de salud del exastro de fútbol americano, para entonces hecho un saco de achaques en prisión.
“Simpson es diabético, se dice que su peso anda en los 150 kilos y prácticamente le es imposible caminar.
”Los fuertes y frecuentes golpes recibidos en sus piernas en su tiempo de jugador le provocaron severas heridas en sus rodillas, hoy curtidas de cicatrices. Sus articulaciones están devoradas por la artritis que empezó a padecer hace décadas y no puede dar más de 10 pasos sin ayuda de un bastón.
”Además de sus problemas físicos, quien alguna vez fue un mito del deporte norteamericano y hasta actor de cine, se manifiesta avergonzado por su situación y su única esperanza es obtener la libertad condicional y ‘salir como un fantasma’ de la prisión, sin que haya cámaras cerca, pues está seguro de que está pronto a quedar confinado a una silla de ruedas en la que pasará el resto de sus días”, publicó la Revista Dominical por aquellos días.
Las tomas de un obeso, lloroso y acabado Simpson que había jugado a la ruleta rusa con su suerte desde que fue declarado “no culpable” del cruento asesinato de su exesposa, Nicole Brown Simpson y el amigo de esta, Ronald Goldman le daban la vuelta al mundo cada cierto tiempo, cuando acudía a las instancias judiciales para solicitar la libertad condicional.
Hay demasiadas verdades, mentiras y claroscuros en la historia de OJ Simpson, pero lo que parece cobijar todo este dramático, trágico y rocambolesco caso es un hecho absoluto: con OJ Simpson, nunca se sabe. Y esto será así hasta el momento en que llegue su final. Solo entonces se podrá concluir si el exídolo deportivo cerró su errática conducta bajo uno de estos dos dichos populares: “perro que come huevos ni quemándole el hocico” o “el que ríe de último, ríe mejor”.
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Por ahora, volvamos al presente. Un presente totalmente impensable –de nuevo, como suele ocurrir con Simpson– porque su vida está marcada, desde su infancia, con virajes extraordinarios, tanto en lo bueno como en lo perverso.
Como se sabe, la seguidilla de los clímax tenebrosos de su vida (y de asombro para el planeta entero) tuvo lugar la tarde del 17 de junio de 1994, cuando más de 90 millones de personas en Estados Unidos y otros tantos en el resto del continente, vía televisión por cable, presenciaron en directo cómo la policía perseguía por una autopista interestatal de Los Ángeles, en California, a un Ford Bronco de color blanco.
En él viajaba la exestrella del fútbol Americano OJ Simpson junto a su amigo Al Cowlings.
Pocas horas antes, Simpson había sido declarado fugitivo por no haberse entregado a las autoridades, que habían presentado cargos en su contra por la muerte de su exesposa Nicole Brown y de Ronald Goldman, un amigo de esta, y que habían sido brutalmente asesinados a cuchilladas unos días antes.
Aquella persecución sería el prólogo del archimediático juicio por asesinato al que fue sometido Simpson durante nueve meses y que culminó con un veredicto de “no culpable”.
El caso movió opiniones encontradas en todo el planeta pero, para entonces, Simpson contaba con un enorme apoyo basado en la “duda razonable”. Hoy, 24 años después de los hechos, el propio Simpson, con actos y declaraciones soberbias y retadoras, se ha encargado de inculparse, a sabiendas de que el caso prescribió y que no puede volver a ser juzgado por el espantoso doble crimen.
Sin embargo, las bravuconadas se le acabaron el 3 de octubre del 2008, cuando fue condenado por varios cargos por los cuales la justicia le aplicó todo el peso de la ley: se trató de 12 delitos diferentes (tres de conspiración, uno de robo con un arma letal, dos cargos de secuestro, robo, asalto y coerción, todos con arma letal).
Las ironías de la vida de OJ parecen no acabar jamás: ese mismo día, se cumplían 13 años desde que Simpson fue absuelto por el primer crimen que lo hizo famoso, los ya mencionados asesinatos de Nicole Brown y Ronald Goldman.
Con 61 años a cuestas en aquel momento y empezando a cumplir una condena de 33 años, casi cualquiera apostaría a que, finalmente, Simpson recibiría el bofetón final de la justicia a la que tanto había provocado y terminaría sus días a la sombra, en prisión.
Sin embargo, la sentencia de la Corte establecía que Simpson purgaría “un máximo de 33 años, y un mínimo de nueve”.
Y sí, a pesar del lúgubre panorama que se cernía sobre él, Simpson lo hizo de nuevo y logró que se le concediera, tras nueve años de cárcel, la libertad condicional, que se le materializó exactamente el 1.° de octubre del 2017.
Como un rockstar
De nuevo, en aquel momento, noticias sobre OJ le volvieron a dar la vuelta al mundo por cuenta de su liberación.
Según informó el Departamento de Prisiones del estado de Nevada, el exjugador firmó tranquilo los papeles que le devolvían la libertad y un allegado –de quien no se supo la identidad– llegó a recogerlo a las puertas del centro penitenciario a eso de la medianoche, para evitar la posible congregación de medios en la puerta de la cárcel. Según trascendió, al salir del centro penitenciario, los oficiales le dijeron a Simpson lo mismo que a todos los presos que quedan en libertad: “No vuelvas”. A lo que él contestó: “Lo intentaré”.
Desde que Simpson recibió la noticia de que sería liberado, mostró gran emoción y aseguró que quería una vida “libre de conflicto”.
“Estoy en un momento en mi vida en que todo lo que quiero hacer es pasar cuánto más tiempo pueda, con mis hijos y amigos”, declaró ante la junta que le concedió la libertad.
En principio, se informó que se radicaría en Florida, según su abogado, Malcolm LaVergne. “Muere por comer un buen filete y marisco”, contó el letrado. Sin embargo, cuando el Fiscal General de Florida, Pam Bondi, supo las intenciones de OJ, señaló su desacuerdo total y dijo que bloquearía la intención del exjugador, lo cual ocurrió. De ahí que Simpson optara por radicarse justo en Las Vegas, donde había cometido los delitos que lo llevaron a la cárcel, también en Nevada.
Eso sí, en una comunidad cerrada. Así es, de acuerdo con medios como Inside Edition y la revista Variety, la vida de OJ Simpson hoy.
Un vodka con martini... al suave
En mayo pasado, el periodista Mark Seal, de Vanity Fair, publicó un extenso reportaje titulado “A la caza de OJ Simpson”, escrito después de haber estado varios días en el nuevo vecindario de O.J. y de haber recogido diversos testimonios y vivencias de la legión de fans que piensan muy diferente al alcalde de Florida: lejos de considerar a Simpson una suerte de escoria, lo abordan con euforia para saludarlo, felicitarlo y claro, obtener el famoso selfie.
Un referente infaltable en cualquier actualización sobre OJ Simpson es el Grape Street Café, un bar y restaurante del centro de Summerlin, en Las Vegas, el sitio favorito de “este delincuente” (como lo llama el autor del artículo) para relajarse.
Eso sí, al suave. Su libertad condicional está provista de varias condiciones, como un límite de consumo de alcohol que hace que OJ no se la juegue y use su propio alcoholímetro permanentemente, pues en cualquier momento, de día o de noche, un policía penitenciario puede buscarlo para someterlo a un test. Otras prohibiciones son usar armas, consumir marihuana y otras drogas y relacionarse con delincuentes.
Se le ha advertido, dice su abogado, que al menor resbalón volverá a la cárcel de Lovelock, ahí cerca del barrio de gente acomodada en el que vive ahora.
“Siempre se toma una sola copa, un vodka Ketel One con martini, tres aceitunas, muy frío”, le contó un camarero a Variety.
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“Summerlin (la comunidad) es un mundo inmaculado en el que brilla el sol, un lugar en el que resulta extraña la presencia de este delincuente. Cuando Simpson se instaló, muchos de los habitantes de la urbanización mostraron un gran enfado en la web Nextdoor, dedicada a la vigilancia vecinal. “OJ ha llegado a este barrio –escribió una persona–. Cuidadito con él y con el circo que lo acompaña”. “Que no se nos olvide: ¡¡¡¡Es un asesino!!!!”, añadió otra, siempre según la crónica de Mark Seal.
El periodista y su equipo dieron con la lujosa casa en la que vive OJ, cortesía de un viejo amigo suyo, James Barnett, quien hace unos 20 años contrató a Simpson para que ofreciera un curso de motivación en sus empresas y, desde entonces, son muy amigos. Al punto de que Barnett no ha tenido reparos tampoco en prestarle un Bentley (carro de lujo) y bueno, en apechugar con toda la (mala) fama que puede generarle semejante cercanía con uno de los enemigos públicos de EE. UU.
Ya en el bar, cuenta Seal, Simpson demora 10 minutos en llegar a su mesa, pues no bien ingresa con su imponente estatura, relajado y sonriente, es abordado por la mayoría de los presentes para que les firme un autógrafo o les conceda un selfie.
Nadie parece reparar en la sangrienta faena que tuvo a Simpson en la picota, a mediados de los 90.
Es famoso. Por las razones que sea, pero eso parece bastar.
¿Y la quiebra total?
Después de que Simpson fuera declarado “no culpable” por el doble asesinato, las familias de Ron Goldman y Nicole Brown presentaron una demanda por muerte injusta. En un juicio civil no televisado en el tribunal de Santa Mónica, con un nuevo grupo de abogados, Simpson fue hallado responsable de las muertes. En febrero de 1997, fue condenado a pagar $33,5 millones en daños, más dinero del que tenía.
Desde entonces, Fred Goldman, padre del joven asesinado, ha dedicado su vida a tratar de que OJ pague, de todas las formas posibles, por el crimen de su hijo.
En consecuencia, se ha asegurado de que a Simpson se le embargue cualquier suma que devengue en cualquier oficio o de cualquier manera. En pocas palabras, OJ no puede recibir dinero, salvo si es en efectivo, en caso de que quiera o pueda trabajar.
A pesar de esto, la falta de dinero que tanto lo atormentó en los últimos años parece haberse subsanado después de que salió de prisión, no solo por el apoyo de su amigo James Barnett, fiel creyente de que Simpson es inocente, sino a que recibe una pensión de la National Football League (NFL) calculada en casi $30.000 mensuales, y que por ley es inembargable.
Mientras estuvo en la cárcel, tenía imposibilidad legal de recibir ese dinero, de manera que durante los 9 años de encierro, la cantidad fue creciendo y sumando intereses.
Una vez en libertad, se convirtió en un respiradero y fuente de alivio para pasar los últimos años de su vejez. Eso sin contar con la mansión y el carro de lujo que le cedió su amigo.
A veces parece que Simpson, hasta cuando pierde, gana.
El golf y una vejez soñada
Con motivo del primer aniversario de su salida de la cárcel, el sitio Inside Edition publicó un video y una nota en la que se aprecian las actividades recientes de Simpson, en lo que parece ser un “retiro soñado”.
De acuerdo con el reporte, Simpson pasa la mayor parte del tiempo en medio de una tranquila rutina, rodeado por amigos y familiares (especialmente por sus tres hijos mayores, de su primer matrimonio) y se ha vuelto entusiasta practicante del golf, pues juega entre cuatro y cinco veces por semana en el Arroyo Golf Club.
El video de Inside Edition reconfirma lo que ya había dicho la revista Variety: Simpson es seguido por fans adonde quiera que vaya para, como en los viejos tiempos de gloria deportiva, pedirle un autógrafo o, en estos tiempos, una foto.
Hay que ver los rostros de sus seguidores: la euforia total. Y OJ no se queda atrás.
“Si alguien pensaba que Simpson sería tratado como un paria después de la cárcel, estaban equivocados. Donde quiera que vaya, la gente quiere selfies con él”, insiste la publicación.
Antes de salir de la cárcel, sus compañeros de prisión y algunos guardas de los que se hizo muy amigo, aseveraron que OJ tenía serias reservas sobre la reacción de la gente cuando estuviera en libertad, según publicaron varios medios en su momento.
Sin embargo, según su abogado, Simpson fue el primero en sorprenderse cuando, durante las primeras semanas de libertad, poco a poco se atrevió a salir a la calle y se topó con reacciones masivamente favorables. En esas primeras semanas también aprendió a familiarizarse con la tecnología más reciente, empezando por el uso del iPhone más moderno del momento, obsequio de su hija mayor, Arnelle, de 49 años.
El tema es que hoy el exjugador, quien cumplió 71 años en julio pasado, vive la vida de un jubilado acaudalado y activo en un barrio privado en Las Vegas, pero ya no se esconde, como al principio.
Ahora transita tranquilo por la ciudad, algunas veces en hoteles de Las Vegas e incluso, hace poco, se le vio en un juego de hockey de los Golden Knights de Las Vegas.
“Es un anciano”, dijo a Inside Edition el abogado de Simpson, Malcolm LaVergne. “Él va a hacer todas las cosas que dijimos que iba a hacer cuando solicitamos la libertad condicional, que es jugar al golf y pasar tiempo con su familia y amigos”.
Sin embargo, con frecuencia OJ se ve tentado por ofertas de varios millones de dólares por una entrevista exclusiva en la que cuente toda la verdad. No su verdad.
Algunos conocidos de años aseguran que OJ no puede vivir sin los flashes y que, a estas alturas, quizá no le importe exponerse (sin arriesgar su libertad, eso sí) a una entrevista de ese calibre... con tal de colapsar, una vez más, la atención mundial.
Pero su principal negativa podría deberse a que Ron Goldman y su implacable abogado David Cook, vivan dedicados a perseguir hasta el último centavo de OJ. “La única forma que tenemos de conseguir algo de justicia es quitarle cosas”, ha dicho el padre de Ron. Según el diario español El País, hasta ahora, mediante órdenes judiciales, ambos se han adueñado de los derechos residuales de las películas en las que ha intervenido O. J., entre las que se encuentran Agárralo como puedas y El coloso en llamas. También se apoderaron de sus palos, su bolsa y sus guantes de golf; igualmente de su Rolex Submariner de oro (que finalmente resultó ser falso), y no han dejado piedra sin remover, con alertas digitales e informadores secretos, para detectar cualquier intento por parte de O. J. de “sacarle un rendimiento económico” a su nombre, según la investigación de Variety.
LaVergne en una entrevista reciente a la cadena de televisión local KTNV dijo: “Ha tenido una actuación perfecta como preso. Anticipo que tendrá una actuación perfecta bajo la libertad condicional”, añadió el letrado. Su hija, Arnelle de 48 años, ha señalado que su padre está “arrepentido, verdaderamente arrepentido”. En julio, Simpson aprovechó la audiencia para defender su inocencia.
Aunque al parecer OJ Simpson esta vez está concentrado en no meterse en más líos, el 8 de noviembre pasado le prohibieron volver a entrar en el hotel Cosmopolitan, después de que lo echaran del bar Clique. Supuestamente, estaba “borracho y con ganas de pelea”, según el portal TMZ, lo cual ha sido desmentido vehementemente por su abogado.
Pero no se puede negar que, mientras OJ respire, la duda persistirá. ¿Será capaz Simpson de no meterse en líos hasta que se acabe el período de libertad condicional, dentro de cinco años?