De niña prodigio a mujer objeto. Pepa Flores abrió puertas de la democracia española como si fuera la libertad guiando al pueblo: desnuda.
Así la vieron y se la desearon millones de voyeuristas de Interviú, la irreverente revista que publicó en su portada de setiembre de 1976 al ángel rubio, musa del franquismo, juguete del mercadeo y finalmente obrera de la cultura.
¿Y quién diantres era la tal Pepa? capaz de remover los restos de Francisco Franco –Caudillo de España– a menos de un año de que su cadáver fuera desguazado por los gusanos.
Para los niños y adolescentes de los años 60 y 70 del siglo 20, Josefa Flores González era la reina del “ye-yé”, la inmortal: ¡Marisol!
El ye-yé fue una onda musical creada por Lucien Morisse y jefeada por jovencitas aniñadas que cantaban piezas anodinas, con un toque erótico y ropita sexy.
Pepa nació en un barrio pobre de Málaga, el 4 de febrero de 1948 donde sus padres –Juan Flores y María Cayetana González Moriana– asentaron sus reales.
Desde pequeñita mostró talento para el canto y el baile flamenco; junto con sus hermanos María Victoria y Enrique se unió a Coros y Danzas, célula franquista.
A los 11 años el productor Manuel Goyanes descubrió que Pepa era un filón de oro. Grabó Un rayo de luz bajo la férula del director Luis Lucía, un ogro que la mutó en una estrella comparable a divas de Hollywood: Shirley Temple o Deanna Durbin.
Marisol pasó a ser un mito destinado al público infantil y juvenil. Goyanes la promocionó en álbumes, postalitas, libros de cuentos, muñecas de vestir, discos, filmes, giras y lo que generara plata en vagonetas.
Alma feliz
La máquina ordeñadora apenas paraba y la estrellita filmó: Ha llegado un ángel; Tómbola; Las cuatro bodas de Marisol y Solos los dos.
El ritmo laboral era tan intenso que a los 15 años padecía de úlcera estomacal y a punto estuvo de tirarse por la ventana. Todo lo que hacía era noticia: Marisol aquí, Marisol allá, que esto aquello o lo otro. Vivía en un mundo de compromisos, rodeada de fanáticos y sin espacio privado.
Los estudios Columbia intentaron comprar a Goyanes el contrato de Marisol, pero este jamás cedió a su esclava; la presentó en el programa de Ed Sullivan, junto con el pervertido de Harpo Marx y causó conmoción.
En un tris la niña pasó a ser una adolescente y se relacionó con los figurones del cine. Audrey Hepburn le enseñó a maquillarse y padeció al insufrible de Mel Ferrer.
Las giras eran de locura. Los japoneses chillaban al verla y ahí grabó anuncios para la televisión, desfiles de moda y cantó con las mejores orquestas. Igual le pasó en África. Donde ponía el pie, crecía oro.
Los sacos con las cartas de sus adoradores llenaban una sala y los relacionistas públicos contestaban cada misiva. Todos veían en Marisol a una hija, nieta, hermana, novia, amiga y nunca faltaron romances que mancharon su virginal inocencia.
Su vida era una montaña rusa. Promociones, rodajes, festivales, clases de danza, canto, dicción, expresión corporal, inglés y… la máquina se rompió. Suspendió presentaciones, se recuperó y de vuelta al tiovivo.
La Tarara
Un día Marisol destapó, para variar en Interviú, la cloaca y aireó la porquería. De niña, en el grupo Los Joselitos del Cante, los trataban como sirvientes, les pegaban, los humillaban y no veían ni una peseta.
“A los ocho años no era la niña angelical que todo el mundo creía… ya estaba más sacudida que una alfombra”, confesó la cantante.
En una serie de reportajes, publicados en 1979, reveló los abusos que padeció. Los fotógrafos le metían mano como si fuera una piñata y debía de aguantar y callar.
Pasó las de Judas; a veces tenía la piel llena de cardenales y en otras vejaciones sexuales. “Mi vida, hasta que conocí a Antonio Gades, fue una película de terror”.
El bailarín fue el segundo marido de Marisol; en su faceta comunista decidió casarse y el padrino fue Fidel Castro, si bien ya tenían años de vivir amancebados.
La única vez que pasó por la sacristía fue con Carlos Goyanes, hijo de su productor, en una boda publicitada en todo el universo. El matrimonio duró un suspiro y lo disolvieron por la inmadurez de los contrayentes.
Harta de tanta explotación acabó con su vida, sacó los fantasmas del armario, apostató del franquismo y con el cambio de aires políticos en España se soltó la rienda y mandó todo a la porra a los 37 años.
Así, despertó la Lolita que llevaba adentro.
Corazón contento
La niña Marisol dejó de serlo en 1968 cuando filmó Solos los dos, con el torero Sebastián Palomo Linares. Dejó su fase adolescente y encarnó a la joven moderna y liberal.
Como era emblema de la mujer doméstica le jalaron el mecate; se casó con Carlos Goyanes. Era el tipo ideal para mantener las apariencias.
La boda fue apoteósica; hordas de fans rodearon la iglesia y las revistas del corazón destilaron lágrimas.
Con Antonio Gades halló la horma del zapato, al ser los dos comunistas y con él procreó a María, Tamara y Celia.