“Nosotros somos de un lugar muy tranquilo y a mí, por ejemplo, me llevan a un lugar peligroso y me meto porque no conozco. Creemos que algo así le pasó a mi sobrina, pensamos que a ella la engañaron por su inocencia”.
Con esas palabras resume Ligia Vásquez Torres lo que ella y su familia presumen que sucedió a su sobrina Katerine Johanna Gómez Vásquez, hace poco más de dos meses.
El cuerpo de la muchacha de 19 años apareció en una acera de la Ciudadela 25 de Julio, en Hatillo, San José, la madrugada del 14 de mayo. Tenía dos impactos de bala en la espalda y estaba completamente calcinado.
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Gómez habitaba con sus padres en La Cima de Copey de Dota, San José, un pueblito pequeño, en donde la mayor parte de personas se dedican a la cosecha de frutas, verduras, tubérculos y legumbres, que regularmente comercializan en San José.
La tranquilidad impera en cada rincón de la zona, donde todavía hay varios caminos de lastre y el aire fresco roza las mejillas de sus habitantes y los hace pensar que no existe riesgo de nada para nadie, ni siquiera asaltos y, mucho menos, homicidios.
“Nos dolió mucho y nos preocupó porque nos muestra que uno no escapa de eso (la violencia), que no se puede confiar en nada ni en nadie”, afirmó Hannia Solano, una de las vecinas de La Cima.
Del archivo:
Víctor Calderón, otro de los lugareños, reconoció que la situación generó asombro. “Uno no se imaginaba que algo así (un homicidio) llegue a un pueblo tan tranquilo como el nuestro”.
Guadalupe y Estefanía Gómez, dos amigas de infancia de Katerine Johanna, aseguraron que la muerte de la muchacha las asustó, ya que esas noticias son las que acostumbran a ver solo en televisión.
“Es feo. Nosotras vivimos al frente de la casa de ella durante la infancia, jugábamos juntas. Nos asustó mucho”, confesó Estefanía.
Sin rastro de los responsables
A la fecha, no hay rastro de los sospechosos del asesinato de Katerine Johanna y las autoridades judiciales siguen trabajando para establecer las causas del crimen.
“No existen personas detenidas. Sin embargo, se investiga si existe relación con grupos criminales en la zona de Tirrases (Curridabat)”, informó el Organismo de Investigación Judicial (OIJ).
Trascendió que la muchacha, quien estudiaba Inglés en el Instituto Nacional de Aprendizaje (INA) desde hace algunos meses, entabló amistad con una extranjera, quien luego de los hechos desapareció.
Aparentemente, la fallecida visitaría la vivienda de esa amiga y regresaría a casa poco después. Sin embargo, tras varias horas de angustia, en su casa se recibió una llamada que alertó sobre el hallazgo de un cuerpo en Hatillo con características similares a las que la familia brindó al poner la denuncia por desaparición.
“Mi hermana (la madre de Katerine) busca respuestas y no entiende. A mí no me pasa que en un lapso tan cortito haya ocurrido algo así”, manifestó la tía de la joven, Ligia Vásquez.
Como familia, agregó, no tienen demasiados detalles de los hechos, ya que lo que las autoridades les han dado información muy escueta.
“El OIJ lo que dice es que está investigando y que en su momento nos darán más información, que por ahora no se pueden dar más detalles para no entorpecer la investigación”, precisó Vásquez.
En tanto, en la Fiscalía de Hatillo no hay ninguna causa abierta por ese crimen.
Sociable, coqueta y cariñosa
Sus parientes recuerdan a la joven como alguien sociable, alegre, cariñosa, respetuosa, coqueta y buena persona.
“Katerine era simpática, amigable, se llevaba bien con todos nosotros (...). Nadie esperaba lo que pasó, fue un golpe para la zona”, dijo Marlon Solano, esposo de una prima hermana de la joven.
Su tía respalda lo dicho por Solano y añade que los niños de la familia la adoraban por chineadora.
Según recuerdan, le gustaba hacer deporte, y a diario la veían salir a correr entre La Cima y Macho Gaff, en Cañón de San Isidro, Cartago.
“Era una muchacha muy activa, le gustaba mucho el deporte, estaba en un equipo de la zona y generalmente corría en la plaza ubicada al frente de la escuela Mariano Quirós Segura, donde ella cursó su primaria”, contó Vásquez.
Katerine Johanna sacó el noveno año en el Liceo de Cañón y, posteriormente, decidió probar con el inglés.
Su tía también recuerda que le gustaban las técnicas belleza, como maquillaje y peinado, por lo que ya había comentado la posibilidad de estudiar algo relacionado.
“Quería llevar varios cursos, entre estos uno de belleza. Era muy coqueta, siempre andaba con el cabello arreglado y bien maquilladita. Me había dicho que quería descubrir lo que en verdad le gustaba para enfocarse en eso”, enfatizó Vásquez.
La muchacha de 19 años también le ayudaba a su madre en la casa y, en ocasiones, colaboraba a su padre con labores del campo, como recoger repollos.
Sus padres venden los productos que cosechan en La Cima en una de las ferias josefinas, por lo que en ocasiones Katerine Johanna les acompañaba.