Freddie Mercury se hizo grande, pero ¡tan grande!, que llegó el momento en que superó en estatura al propio Queen, a sus canciones de antología y a todos sus ‘amigos’ de la mítica y peculiar banda.
Pero ese no fue el problema. El lastre del genio, aclamado por generaciones, fue que a pesar de su esplendor artístico no pudo con gigantes más imponentes que él: excesos, vacíos emocionales y dolorosas incomprensiones.
Mercury no era un músico de este mundo, pero sus luces y oscuridades sí.
Bohemian Rhapsody: la historia de Freddie Mercury (2018) dibuja bien ese drama en el cine. La cinta, dirigida por Bryan Singer, es un viaje a las entrañas del singular artista.
No se guarda nada el filme. Sin anestecia, aunque sin profundizar en ellos, el biopic se detiene en temas de drogas, la sexualidad de Mercury y la fama embriagadora que de alguna manera terminó por apagar el vuelo de la estrella –a sus 45 años–. Es una producción dura en este sentido, aunque para alivio de sus fans no deja de lado el deslumbrante proceso creativo de la banda británica y las emociones que transmitió y sigue transmitiendo su imborrable legado.
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Rami Malek –actor estadounidense de 37 años que cautivó con su papel en la serie Mr. Robot–, tuvo la difícil tarea de regresar a la vida a Mercury. Copió sus movimientos y su forma de hablar de una manera tan deslumbrante que ya la crítica internacional lo destaca como lo mejor de la película.
“El biopic del excéntrico cantante de Queen tiene una buena lista de defectos, pero la interpretación que Malek hace de Mercury enmienda la mayoría de ellos”, escribió The Hollywood Reporter, coincidiendo con otros críticos que el filme pudo ser más.
Tanto así que Variety se pregunta: “con una interpretación central tan imponente como la de Malek, ¿por qué no es un filme mejor?”.
Lo cierto es que a pesar de los sinsabores, la cinta se aprovecha de Malek para ganar veracidad en pantalla y mejora la propuesta utilizando lo más avanzado de la tecnología actual para reconstruir la intensidad de sus conciertos en vivo, tal como el Festival Live Aid, en 1985.
Cámaras alta definición, montajes digitales y un sonido envolvente, hacen lo que hubiese sido impensable en la década de los 70 y 80: volar con Queen en el escenario, más allá de cualquier intento televisivo de la época.
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Y aunque es claro que Malek y su retrato de Mercury se roban la película, cabe destacar la innegable química de los actores que interpretan a los otros miembros de la banda: Brian May (Gwilym Lee), Roger Taylor (Ben Hardy) y John Deacon (Joseph Mazzello). Son los momentos entre ellos –ya sea creando música, discutiendo o interpretando– los más nostálgicos y significativos del filme.
En ese mismo sentido a nadie debería extrañar que las inolvidables canciones de Queen –We are the Champions, Bohemian Rhapsody y We Will Rock You, entre otras– sean la columna vertebral y el alma de la cinta. De hecho, el filme utiliza grabaciones originales de la agrupación, pues sencillamente la voz de Mercury es inimitable.
Haciendo un recuento, la cinta incluye once grabaciones nunca antes publicadas y cinco temas de la memorable actuación de Queen en Live Aid que nunca habían sido lanzadas en formato de audio.
Escudriñando.
Echando una mirada al pasado de Farrokh Bulsara –nombre real del artista–, comienza su metraje Bohemian Rhapsody.
Se ve a Mercury transportando maletas en el aeropuerto de Heathrow, de Londres, y escapando de su estricto entorno familiar, pues sus padres de origen parsi tenían costumbres sumamente conservadoras.
Sin embargo, una noche de 1970, Mercury conoce a quienes serían sus compañeros en Queen y comienza a gestarse la inolvidable leyenda.
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Por esos días, Mercury también conoce a Mary Austin (Lucy Boynton), la bella mujer que se convertiría en su pareja, una de sus mayores inspiraciones y luego una de sus más estrechas amigas.
También, como era de esperarse, la cinta explora la homosexualidad de Mercury sin recurrir a detalles sórdidos o imágenes gráficas innecesarias. De hecho, la cinta dedica gran parte de su metraje a la complicada relación con su mano derecha Paul Prenter (Allen Leech) y al encuentro con quien se convertiría en su compañero durante la última etapa de su vida, Jim Hutton (Aaron McCusker).
De esta manera la cinta logra tejer los hilos de una vida gloriosa en lo musical, pero extremadamente agitada en lo íntimo. Emociona y conmueve mezclando los dos polos de leyenda: Mercury, 25 años después de su muerte, sigue vivo en el corazón del pueblo.