A todos nos gustaría trascender en la vida. Tocar el cielo con nuestras manos y, el día de la despedida, pasar “al otro lado” con un trofeo que inspire, deje huella y llene el alma con un torrente de satisfacciones.
Cuando llega la vejez ese deseo no se apaga. Continúa avivando, con libertad, hasta el último suspiro.
En El baile de la Gacela (2018), nueva película costarricense en cartelera, esa virtud brilla con intensidad. Eugenio, el protagonista del filme, tiene mucho que ganar a sus 72 años.
Tiene el chance, en el último ciclo de su existencia, de ser feliz y de paso alegrar a los demás.
“Finalmente, no es una película de baile, ni de viejitos, es de dejar el miedo y superar retos e inhibiciones para lograr un objetivo”, comentó Iván Porras, director de la cinta.
“Se trata de buscar la felicidad y de vivir el presente con intensidad y trascendencia”, agregó el cineasta, resumiendo así el espíritu de su estimado trabajo.
Ganadora del premio por ópera prima, en el Festival de Cine de Montreal, la cinta nos presenta a un Eugenio con un pasado no resuelto.
Interpretado por Marco Calvo, Eugenio es un exjugador de fútbol profesional. Muy conocido en su época –como la Gacela Miranda– se destacó por su regate y el manejo sin igual de la pelota.
Fue un jugadorazo, pero nunca se coronó campeón.
Ahora canoso, enamorado y compartiendo el tiempo libre con los “chiquillos” de su edad, está decidido a colgarse una medalla de oro.
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No importa que sea bailando, cosa que de primera entrada califica como “una payasada”.
“Sí sí, al principio al personaje no le gusta mucho eso del baile. Habla feo de los viejillos que lo hacen y no es muy diestro”, expresó Calvo sobre su papel.
“Eugenio es una persona tranquila-pasiva. Se animó a tirarse a pista cuando, por la insistencia de su nieta, sacó a una señora con la que siempre quiso bailar, y por las ganas de reivindicar su pasado”, agregó el intérprete, quien nunca había actuado en una película.
Efectivamente, Calvo es un actor no profesional, quien sin temores y complejos se desenvolvió en un set conformado por actores sin experiencia y profesionales de trayectoria.
En el mundo fílmico de Calvo, solo por poner un ejemplo, estuvieron nombres como Vicky Montero, Patricio Arenas, María José Callejas, Álvaro Marenco y Mariano González.
Callejas encarnó a la nieta que lo tiró a pista y Montero a la señora que le robaba las miradas. Con ella, aprender a bailar merengue.
“En parte por ella despierta Eugenio de su pasividad. Él estuvo casado por mucho tiempo y ahora era tiempo de romper esquemas y hacer algo diferente”, dijo Calvo.
La señora de la que hablamos se llama Carmen y no es cualquier mujer. Ella también tiene un pasado por enfrentar y el baile es su catarsis.
“Carmen es una mujer luchadora, que de niña aprendió danza. Con el tiempo algo le impide seguir haciendo lo que le gusta y termina pausando su sueño. Ahora, ya en su madurez, decide bailar y cerrar un ciclo”, comentó Montero.
“En la cinta bailará con Eugenio, por una cuestión de oportunidad. Aunque no confía mucho en su capacidad termina aceptándolo como compañero, pues se quedó sin pareja para el concurso”, añadió la actriz.
Ambos, de la mano del instructor Daniel (Arenas) y el apoyo de sus amigos de la camada (Marenco y González), enfrentarán un concurso de baile con la mirada puesta en la corona.
El baile de la canilla le llaman al torneo por conquistar, todo dentro de una producción aderezada con música original, sonido impecable y encuadres sobresalientes.
Detalles sutiles.
A raíz de los ensayos previos al torneo, los enojos y las frustraciones en la pista –pues Eugenio no baila nada bien–, comienzan a llover las sorpresas y los subtextos de la película. El guion toca temas como la sexualidad en la tercera edad, el machismo y, sobre todo, el respeto a la comunidad LGTBI.
Este último es un tema fuerte en la cinta y se posa sobre uno de los puntos de giro más importantes de la producción. Para entender de qué se trata hay que ver la cinta, por lo que no hablaremos más del tema.
Solo diremos que Daniel tiene mucho que ver con eso, nada más.
Otro punto a rescatar en la cinta es la inclusión de iniciativas públicas reales como telón de fondo. Donde Eugenio y Carmen se conocen en un espacio que no es de ficción: Crepúsculos dorados.
“Crepúsculos dorados es un espacio de la Municipalidad de San José donde todos los viernes, en el Polideportivo d Aranjuez, alrededor de 400 adultos mayores se reúnen a bailar”, dijo Karolina Hernández, productora de la cinta.
Qué mejor que ese espacio para que “los adolescentes a los 70”, como los promociona la producción del filme, se apropien de su cuerpo, se diviertan y brinden una lección de libertad y respeto en el ocaso de la vida.
¡Al cine!
El baile de la gacela, definida como una “comedia-geriátrica”, es una coproducción con Costa Rica y México, se filmó por completo en San José y tuve un costo de producción de $512.000.
El fondo Ibermedia y Proartes, así como las productoras Dos Sentidos, Cine Feral y Argos (México), fueron el motor para que la cinta despegara y llegara finalmente a los cines de Costa Rica.
Si usted quiere verla puede hacerlo en los principales cines del país. Estará en 12 salas para facilidad del público.
Eso sí, tome en cuenta que la película solo puede ser vista por niños mayores de 7 años, acompañados de un adulto.
“Ojalá que sea una película que la gente pueda apreciar, que conecte tanto por la historia como por los detalles cinematográficos que hemos cuidado mucho: la fotografía, el sonido y en general toda la estética. Es entretenimiento de calidad”, finalizó Porras.
Ya lo sabe, tírese a pista con el El baile de la gacela.