A sus 75 años Robert de Niro ya no le teme a nada. Se acomoda con estilo el saco, se ríe sarcástico y lanza sin freno y como un petardo todo lo que lo malo y fétido que puede pensar sobre el presidente de Estados Unidos.
A Donald Trump, públicamente, el actor le ha dicho “idiota”, “estúpido” y hasta “maldito”. Hasta se quemaría por encarnar de nuevo a Jake La Motta, el boxeador de Toro Salvaje, y hacerle sangrar de un jap bien pegado en su cara.
¿Consecuencias de tal desparpajo? Pues ninguna. De Niro es tal personalidad que cualquier cosa que en contra venga de la boca o mano de Trump es un verdadero chiste.
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Vamos Trump. Estamos hablando De Niro, la joya hollywondese que el 17 de agosto celebró su cumpleaños 75. El camaleón que Brian de Palma lanzó a la fama en 1970 y que ya lleva más de 55 años plasmando su huella en la pantalla grande.
Es una leyenda viva y por tanto una voz autorizada para majar cualquier rabo político.
Alejado de las legendarias producciones, que lo hicieron merecer el grado de super estrella, De Niro se sienta en hoy en uno de los mejores tronos del Olimpo, escoge sus papeles a dedo y vive sobrado de la onerosa renta de sus películas.
“Soy rico. Y punto”, dijo sin empacho en una entrevista con el ABC, de España.
Por eso ¿presiones?, ninguna. ¿Legado? Inmenso.
Personajes como Travis Bickle, en Taxi Driver (1976), el veterano de guerra en el El cazador (1978) y el mítico La Motta, en Toro Salvaje (1980), conforman la mejor muestra de lo que fue su mayor aporte al cine: personajes violentos y atormentados con los que se comprometía hasta morir.
Se dice que para esculpir a Travis –el personaje central de Taxi Driver– De Niro trabajó tres meses como taxista en Nueva York, en Toro Salvaje ganó casi 30 kilos para meterse en la piel del pugilista y, en El Padrino II (1974), vivió en Sicilia para aprender italiano, con el acento que requería su Vito Corleone.
“Era un actor camaleónico, tenía una capacidad increíble para hacer diversos personajes sin que ninguno se pareciera al otro. Sus papeles simplemente eran intensos”, opinó Erick Fallas, crítico de cine hace unos años a La Nación.
Era tan bueno que los reconocimientos llegaron rápido y cumplidos. Dos de los anteriores papeles le valieron a De Niro el par de premios Óscar que ha ganado en su carrera –mejor actor de reparto por El Padrino II, y mejor actor principal por los golpes de hierro lanzados en Toro Salvaje–.
“El fue parte de un relevo generacional del que se esperaba mucho, pues otras grandes estrellas ya habían cumplido su rol y escaseaban los referentes. Él y otros actores, tales como Dustin Hoffman, sacaron la cara”, agregó Fallas.
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Lo cierto es que tres directores de alta alcurnia vieron en el joven neoyorquino la pasta de leyenda y visaron su boleto al cielo fílmico. Nacido en 1943, De Niro debutó en la pantalla grande en la película francesa Three Rooms in Manhattan (1965).
Fue un papel insignificante, pero lo montó para siempre en la locomotora fílmica. Tan solo tres años después ya estaba coprotagonizando Grettings (1968), con Brian de Palma como director.
De Palma sería su mentor, no hay duda. Lo hizo tomar confianza con Grettings y ahora planeaba verlo brillar en Hi, Mom! (1970), una comedia negra donde De Niro simplemente comenzó a volar.
En 1974 Francis Ford Coppola catapultó su carrera con El Padrino II y Martin Scorsese, ya con el producto probado, se convertiría finalmente en su padrino cinematográfico.
Con Scorsese actuó en Mean Streets (1973), Taxi Driver (1976) y New York, New York (1977).
No contento, en la década de los 80’s y 90’s Scorsese lo volvió a convocar para Toro Salvaje, El rey de la comedia (1982), GoodFellas (1990), Cape Fear (1991) y Casino (1991).
“Es simplemente, el actor que cualquiera desearía tener”, dijo Scorsese en una ocasión.
Pero increíblemente ocho películas no fueron suficientes para Scorsese. En el 2015 lo hizo parte del cortometraje The Audition –junto a Leonardo DiCaprio y Brad Pitt–, y luego lo quiso para The Irishman, donde De Niro volvió a envolverse en los oscuros senderos de la mafia.
Junto a ‘Marty’, como le dice De Niro de cariño, estrenarán en el 2019 la historia de Frank Sheeran, un asesino a sueldo que trabajó para una banda de gánsters y mató a un famoso sindicalista estadounidense.
La película la estrenará Netflix, tiene un presupuesto de de $150 millones y para muchos supondría la vuelta de De Niro a los grandes papeles.
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Todo terreno
Pero hagamos una pausa y volvamos a su pasado, pues allí comprenderemos mejor el porqué De Niro tiene gen de ‘camaleón’.
Luego de tocar la gloria de los premios Óscar, De Niro demostró sus dotes para hacer reír con (1982), pero al mismo tiempo fue la época en que se perfiló para uno de su papeles más oscuros: el de Al Capone en Los intocables (1987), de Brian de Palma.
En los años 90, por su parte, siguió acumulando reconocimientos y experiencias mixtas. De Niro se hizo grande en papeles como el mafioso Jimmy Conway, en Uno de los nuestros (1990), el catatónico paciente de Robin Williams en Despertares (1990) y el vengativo Max Cady de El cabo del miedo (1991).
Por esos años también se estrenó en la dirección de cine, una hasta ahora breve carrera que empezó con Una historia del Bronx (1993). Luego continuó con El buen pastor (2006), un proyecto del que varias veces anunció secuelas, pero que hasta ahora nunca han visto la luz.
Una cómica vida
Cuando los dos aviones talibanes derribaron las Torres Gemelas, el 11 de setiembre del 2001, De Niro sintió latir, muy fuerte, su corazón neoyorkino.
Con la intención de revitalizar el sur de Manhattan y devolverle su amor propio, De Niro se volcó a la creación del Festival de Cine de Tribeca, un certamen de filmes independientes aptos para todo público.
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La necesidad de fondos para financiar el proyecto lo embarcó en una serie de proyectos no siempre de calidad. Fue así como De Niro se convirtió en el suegro insoportable de Ben Stiller en Meet the Parents (2000), y sus secuelas, Meet the Fockers (2004) y Little Fockers (2010).
Además, el intérprete firmó trabajos mucho más cuestionados profesionalmente, como Las aventuras de Rocky y Bullwinkle (2000) o Showtime (2002), entre otros más .
Pero cuando parecía hundirse en un lodo insalvable de ‘locas risas sin sentido’, la comedia Los juegos del destino (Silver Linings Playbook, 2012) le devolvieron el caché a su carrera, regresándolo a las candidaturas de los Óscar.
Por ese filme, en el que encarnó al histérico padre de un joven con transtorno bipolar (interpretado por Bradley Cooper), fue nominado a mejor actor de reparto, contienda que finalmente perdió ante Christoph Waltz, por Django desencadenado (2012).
Y aunque la crítica alabó su compromiso con el papel y creyó ver a De Niro volver con todo a su ritmo de estrella, otros no quedaron tan convencidos. Sin perder su título de maestro de la actuación, sus papeles en la última década no han causado el impacto que se esperaba.
The Family (2013), con Luc Besson, Grudge Match (2013), junto a Sylvester Stallone, y Dirty Grandpa (2016), al lado de Zac Efron, han sido parte de sus más recientes trabajos. Películas sin pena ni gloria.
Quizá el papel donde lució más fue en Joy (2015), donde otra vez al lado de Cooper y Jeniffer Lawrence conformaron un singular trío.
Pero qué más da. Desde el firmamento de los dioses fílmicos De Niro hace lo que quiere y no deja espacio a presiones de ningún tipo. Sus fanáticos lo disfrutan así y, aunque con The Irishman sueñan con otro Óscar en sus vitrinas, no lo dejarán de amar si ese trofeo nunca llega.
Con que no deje en paz a Trump, ya con eso basta.
JOYA ACTORAL
Algunas cintas que marcaron la carrera del prestigioso actor.
1974
El PADRINO II
En El padrino II, de Francis Ford Coppola, De Niro encarna al mafioso Vito Corleone. Este papel le valió un Óscar de reparto y cosechó finos elogios de la crítica.
1976
TAXI DRIVER
Uno de los papeles más recordados de De Niro es el de Taxi Driver, de Martin Scorsese. Allí, encarna a Travis Bickle, un excombatiente solitario y mentalmente inestable.
1978
El CAZADOR
En este filme De Niro encarna uno de sus papeles psicológicamente más impactantes, pues su persona-je sufre las secuelas de su paso por la guerra de Vietnam.
1980
TORO SALVAJE
En la piel del boxeador, Jake La Motta, De Niro logra su único Óscar a mejor actor principal. Tocó la gloria dorada bajo la dirección de su padrino Martin Scorsese.
1987
LOS INTOCABLES
A las órdenes de Brian de Palma, De Niro encarna al mismísimo Al Capone. Aunque Sean Connery es quien termina brillando en la cinta, el papel de Robert fue muy destacado.
1990
GOODFELLAS
Nuevamente, de la mano de Scorsese, De Niro se mete en la piel de un mafioso. A este particular le gusta atracar camiones y se llama Jimmy The Gent Conway.
1991
CABO DEL MIEDO
Una nominación al Óscar recibió De Niro por ser Max Cady, un delincuente que acaba de salir de la cárcel y espera vengarse de un abogado a quien culpa de su condena.
1993
UNA HISTORIA DEL BRONX
Con esta película Robert De Niro se estrena como director de cine. Además de estar al frente de la producción, el intérprete es parte importante del drama.
1995
CASINO
Scorsese mete a De Niro en el Sam Rothstein, un profesional de las apuestas que dirige un casino de mafiosos. Su misión, controlar el correcto funcionamiento del negocio.
2012
LOS JUEGOS DEL DESTINO
Luego de la comedia Meet the Parents y sus secuelas, De Niro actúa en Los juegos del destino, cinta donde logra su más reciente nominación a un Óscar de reparto.