Pocas veces, la dedicatoria de una película puede significar tanto como en Roma, el nuevo filme de Alfonso Cuarón que ha sido catalogado como uno de los mejores del año.
En los primeros compases del largometraje, aparece una simple disolvencia que podría pasarse por alto.
Para Libo, se lee en un pasivo fotograma, donde rápidamente el director mexicano da el tono contemplativo de la historia.
La mencionada Libo aparecerá de manera implícita en todo el filme, a través del personaje de Cleo, empleada doméstica de una familia de clase media que vive en una colonia mexicana llamada Roma.
Rebobinando en la vida del cineasta mexicano encontramos la cripta del enigma, pues en el filme existen referencias autobiográficas a la vida de Cuarón, principalmente porque Libo fue la nana que cuidó al mexicano durante su infancia.
Además, la cantidad de número de hijos de la familia retratada en el filme y la crianza en este barrio mexicano confirman los destellos de la propia vida del cineasta.
Con el León de Oro de Venecia y el premio al mejor filme por parte de la Asociación de Críticos de Cine de Los Ángeles y de Nueva York, Roma conmueve, entristece, libera aplausos y emociones para su estreno en Costa Rica. La particularidad de estrenarse en salas de cine y en la plataforma digital Netflix es parte de los ingredientes que acompañan este viaje emocional que Cuarón ofrece con su nuevo título filmográfico, uno que no le envidia nada a sus otras grandes películas como Gravity y Children of Men y que significa su regreso a grabar en idioma español después de su aplaudida Y tu mamá también.
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Infancia reconstruida
Aunque parezca sorprendente, Cuarón había dado un vistazo a la presencia de su nana Libo anteriormente en su filmografía.
Basta regresar a su cinta del 2001, Y tu mamá también, para encontrarse –literalmente– con Libo. Al mirar los créditos del filme, queda en evidencia que el personaje de Leodegaria Victoria es interpretado por Libo (Liboria Rodríguez, por su nombre completo).
Roma cierra este pasaje que se abrió hace 17 años por medio de Cleo, personaje que toma su nombre de la película de 1961 Cléo from 5 to 7 de Agnès Varda (de gran influencia para el cineasta).
Siendo Cleo el espejo de Libo, conviene repasar su protagonismo, pues ella, desde su perspectiva de criada, atestigua el distanciamiento del padre y la madre de la casa, lo cual detona una soledad inmersiva en los personajes. Mientras eso sucede, Cleo experimenta el mundo con su propia inocencia y bondad.
En Roma, el público es un testigo de privilegio de la vida de Cleo; es una suerte de sombra que observa el hechizo que la ha condenado a enjaularse en una casa donde es querida de cierta manera, donde un “te quiero” se puede mezclar con un “traeme un batido de melón”.
Estas disonancias no vienen concebidas como lecciones por parte del cineasta, sino que existe una luminosidad pictórica –cabe recordar que la fotografía también viene firmada por Cuarón, quien escribe, edita y dirige– y que da a entender una voluntad rigurosa por parte de Cleo a la hora de cuidar a los niños y a sí misma.
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Esa envoltura emocional proviene de un largo proceso que enfrentó Cuarón consigo mismo. Aunque el mexicano no detalla cuántos años le tomó repensar su crianza, asegura que el proceso fue largo y doloroso.
“La investigación (de los recuerdos) consistía en estar tirado en un sofá con una libreta y los ojos cerrados”, confiesa el director mexicano al portal Letras Libres. “Cuando abres una puerta en la memoria, aparece un corredor infinito lleno de puertas. Y detrás de cada puerta que abres hay otro corredor infinito lleno de puertas. Cada recuerdo te va llevando a otros. En vez de tratar de hacer una curaduría de recuerdos, fue casi una asociación libre e inconsciente. Si abría una puerta era porque en el fondo esa puerta era relevante. Y la que abría después, también. Y así me seguí. Lo que pasa es que solo puedes ver los recuerdos desde el punto de vista del presente. No hay otra manera de acercarte a la memoria. Y, entonces, la memoria se empieza a teñir del entendimiento del presente”.
El presente del cual habla Cuarón está parido de lamentos: el mexicano no cree que sea justo que una persona sacrifique su propia vida emocional y social por ajenas. Incluso, el filme también está dedicado a la Alianza Nacional de Trabajadoras Domésticas de México, pues “muchos tienen historias de sus nanas que se miran diferente en la infancia que como adulto”.
“Luego cotejaba los recuerdos de Libo”, precisa el director, “haciendo con ella un recorrido casi forense de su día a día, de su rutina. Esa rutina ocurría, casi toda, dentro de la casa o en lugares que yo conocía, como la calle o el mercado. Me di cuenta de que casi no conocía su cuarto. Yo no sabía que hacía ejercicio todas las noches, ni que mi abuela se la armaba de tos (la metía en problemas) si tenía la luz prendida en la noche porque gastaba electricidad –algo en sí mismo espantoso–. Lo que más me sorprendió fue descubrir su vida social fuera de la burbuja. Eso se me reveló como otro universo. Libo me habló de todo un contexto social que era casi opuesto al mundo dentro de la casa. Es ahí donde intervino mucho más el entendimiento desde el presente”.
En Roma, Cleo comienza a experimentar su vida sexual paralelamente al cuidado de la casa. Tras emparejarse con Fermín, ella termina embarazada, algo que acaba siendo un punto de lanza para posiblemente los momentos más emotivos del filme.
La actriz Yalitza Aparicio encarna con una aparente facilidad las complicaciones sentimentales de Cleo. La elección de Cuarón por una intérprete indígena –incluso algunos parlamentos dentro del filme se realizan en lengua mixteca– fue una prioridad para el director, quien se mostró riguroso con la fidelidad de recrear sus memorias. Allí también toma partida la recreación del México de los 70, poética en sus picos y bajos. Desde una playa redentora hasta una violencia residente en sus raíces, México aparece tan contradictorio como verosímil.
Por eso Cuarón decidió rodar Roma en las locaciones donde sucedieron los eventos. Por ejemplo, en una escena, Cleo visita un hospital que, en 1985, fue destruido casi en su totalidad por un terremoto. En vez de rodar en cualquier otro centro médico, el cineasta encontró un pequeño edificio que resistió el desastre y lo acondicionó para las grabaciones.
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De hecho, su obsesión con la recreación fiel de los objetos llegó al extremo: Cuarón pidió a los encargados de diseño de producción de la película llenar los cajones de la casa con objetos y juguetes que se asemejaran a los que tuvo en su infancia. Incluso, entre las anécdotas que se manejan tras el rodaje se cuenta que los personeros de utilería le preguntaban al director qué se haría con esos objetos, a lo que él respondía que “los cajones nunca se van a abrir”.
Las memorias para el director no son solo tristes ni hermosas. Son solo eso: memorias. “Más bien me llevó a perderme todavía más en el vacío de la existencia”, confiesa el director en esa misma entrevista. “Me quedó clarísimo que lo único que existe es una soledad inmensa y lo único que le puede dar sentido a la vida son las relaciones afectivas que puedes tener”. Así como en sus recuerdos, Cuarón ofrece una película que se convierte en una memoria difícil de olvidar, porque Roma es remembranza tanto dentro como fuera de la pantalla.
Vea la película
Roma se exhibirá en el Cine Magaly el jueves a las 4 p. m. y 8:40 p. m.; sábado 3:50 p. m. y 6:25 p. m.; domingo 3:30 p. m. y 6:10 p. m.; lunes 3:45 p. m., 6:25 p. m. y 8:35 p. m.; martes 3:30 p. m., 6:30 p. m., 8:50 p. m.; miércoles 3:45 p. m., 6:25 p. m. y 9 p. m.; estrena en Netflix este viernes 14.