Tiene razón el lingüista búlgaro-francés Tzvetan Todorov cuando afirma que el comportamiento interpretativo de la gente es más común que la propia crítica académica. Por eso, a la crítica le toca profesionalizar esa reacción masiva y evidenciarla como algo casi inconsciente.
Así, uno puede encontrar personas capaces de decir que Roma (2018), ese polisémico y excelente filme del director mexicano Alfonso Cuarón, es “aburrido”, “fatuo”, “presumido”, “redundante” e, incluso, “simplón”.
Hay mucha ligereza en esas afirmaciones, propias de un público consumidor de superficialidades, o sea, de un público masivo que prefiere el cine neutralizado en sus conceptos, masticado o predigerido.
De alguna manera, toca a los críticos de cine enderezar conceptos adversos sobre la película Roma, filme que, además de “ser”, también es una obra que logra “significar” en términos humanistas desde distintas perspectivas.
Dentro de su propia trama, Roma se anima a discutir para qué estamos aquí. A la vez que desentraña el concepto del amor, es capaz de mostrarlo como falso desde una perspectiva crítica y novedosa (en cine) de la lucha de clases.
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Habla de la sinceridad de los humildes ante la hipocresía de quienes se mantienen como sepulcros blanqueados, personas a las que uno puede salvarles la vida, por ejemplo, y lo van a agradecer siempre desde una mirada dominante: el otro es alguien menos, aunque les haya salvado la vida.
El valor filosófico, sociológico y dialéctico de Roma, desde su valiosa complejidad, se presenta con gran coherencia interna, donde lo visual es la mejor exposición de los diálogos y también al revés. El filme transcurre humanista con su propia ley y su propia finalidad: lo visual crece con el contenido mismo.
Con un crítico polémico como el español Carlos Boyero, debe uno asentir cuando escribe: “En Roma todo suena a verdad, su formidable lenguaje visual sirve para expresar con complejidad sensaciones y sentimientos".
La trama parece simple. Es la historia de una criada en el seno de una familia de clase alta en el México de los años 70. Con esa trama hilada con finura y con talento, el filme anda siempre en búsqueda de verdades que conforman la verdad humana general.
A ver si me explico: Roma es una original ruptura cualitativa ante sí misma como película, porque pudo ser mediocre, pero alcanzó un grado superlativo. Cuando pienso en esto, me acuden a la mente filmes como Muerte en Venecia o El Gatopardo, ambos de Luchino Visconti.
La dirección de arte en Roma es sorprendente. Lo es por igual en la captación de sonidos y en la utilización del ruido como parte de la sonoridad del filme. Aquí, banda sonora y fotografía son un solo vocabulario. Es una estética formulada con criterio de autor, pero de un autor con fuerza creativa e inteligente.
Roma habla de la liberación humana desde su bien diseñado personaje principal (gran actuación de Yalitza Aparicio), con la ventaja de que, cuando la película llega a su fin, podemos hablar de ella por mucho tiempo más.
ROMA
Título original: Roma
México, 2018
Género: Drama
Dirección: Alfonso Cuarón
Elenco: Yalitza Aparicio, Marina de Tavira
Duración: 135 minutos
Cines: Magaly, La Salita
Calificación: * * * * * Cinco estrellas de cinco posibles