María Amalia Pendones no la ha tenido fácil desde hace tres años. ¿Cómo montar una obra como Alicia en el País de las Maravillas en la que debe existir un permanente caos en escena que se vea ordenado?
A su propio juicio, y a diferencia de la experiencia en el 2015 –donde empezó de cero para que Alicia se expresara mediante el lenguaje de la danza– Pendones se muestra en una relativa tranquilidad.
En uno de los fumaderos del Teatro Nacional, se encuentra sentada para repasar y reflexionar lo que ha significado la adaptación del clásico de Lewis Carroll, pieza literaria que se mantiene vigente a su propia manera.
“Si alguien hubiera escrito ese libro hoy sería disruptivo, ahora imaginemos que eso se hizo hace casi 200 años. Más que hablarnos de los niños o de ciertas lecturas, Alicia se mantiene vigente por sus locuras, por su forma de ser tan diferente”, sentencia la directora artística del montaje.
Este viernes 7 se estrena la tercera y última temporada de este espectáculo que, desde un principio, fue concebido para un máximo de tres años.
Con algunos cambios y un ingenio irrepetible por parte de Pendones, Alicia volverá a divagar en un mundo que se nos comparte a través del movimiento.
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La creación del país maravilloso
En los ensayos, Pendones ya tiene en su mente muy claro cada sección del ballet de Alicia. Las flores bailan con su propio estilo, Alicia cambia sus movimientos con respecto a sus personajes y la locura permanece perenne en el escenario.
Por supuesto que esta estructuración no surgió repentinamente. Pendones recuerda que su primera idea para la creación de esta obra partió desde un vértice algo aleccionador.
“Por todo el tema de que Alicia parece estar en un viaje casi que provocado por drogas, donde las cosas se estiran y se alargan, pensé en hacer un espectáculo donde se criticara el uso de sustancias, pero sentía que no era honesto. Fui leyendo el libro como unas cinco veces e iba imaginando de inmediato en escena cómo los personajes podían actuar en un viaje de aventuras, más libre de interpretación, donde cada espectador saca sus conclusiones”, afirma.
En el texto de Carroll, existen muchos juegos de palabras entre los personajes, diferentes juegos numéricos (cabe recordar que el autor era un matemático con muchas publicaciones científicas) y apariciones y desvanecimientos espontáneos de personajes, algo con lo que Pendones podía jugar.
En el montaje, tanto Alicia como su entorno no paran de girar alrededor de la atrapante música de Fabián Arroyo, que explora a partir del ballet clásico otros ritmos como el jazz, el hip-hop e incluso swing criollo.
Alicia gira al ritmo de los demás y con mucha efervescencia en el escenario para recrear todos esos pasajes lúdicos que convirtieron el relato de Carroll en algo mítico.
“Da esta impresión de que todo es una ensoñación, algo que los niños pueden sentir a su propia manera. Por supuesto que para los adultos tiene su propia tónica; eso lo hace más interesante y la gente no tiene que irse a su casa pensando en que les quisimos meter una moraleja a la fuerza”, señala Pendones.
La directora recrea a su manera un poco del contexto que bautizó a Alicia en el País de las Maravillas. Aunque las versiones sobre la creación del texto varían, se dice que Carroll detestaba los libros con moraleja que eran tan frecuentes en la Inglaterra victoriana.
Lo explícito de las lecciones era su primera premisa a evitar y, aunque en el libro tal vez se pueda sentir cierta anarquía en algunos de los personajes, lo que permite Pendones que suceda en su espectáculo es una libertad escénica en la que no se dan lecciones desde un pedestal y más bien se disfruta una aventura sin ataduras.
“Posiblemente por esa libertad se haya convertido en un clásico vigente”, agrega Pendones.
Como parte de ese tono onírico que busca Pendones, desde su primera temporada el personaje de Alicia ha sido encarnado por tres intérpretes: dos bailarinas y una actriz.
Aunque en las pasadas temporadas se han utilizado tres elencos, Pendones decidió que este año solo se utilizará un elenco de tres Alicias. La actriz –y también cantante y bailarina– Isabel Guzmán interpreta a Alicia para las escenas con diálogos, mientras que Valeria Echandi y Arianne Dietrich se intercambian los pasajes bailados por el personaje.
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“Esta es una libertad que nos tomamos porque los sueños tienen ese aspecto en que las caras cambian y podemos ver a nuestro hermano con la cara de nuestro papá, por ejemplo. Cada una ha tenido libertad para interpretar al personaje según sus condiciones y eso también fortalece la obra”, señala Pendones.
Con el caso de Guzmán, quien es el único personaje de toda la obra que habla, Pendones realizó un gran proceso de edición con el texto de Carroll. La idea es que Alicia solo habla para sí misma, y recrea los diálogos internos que el personaje tiene en el fantástico universo.
Otra particularidad con las libertades de Alicia es la premisa de que el personaje puede ser cualquier persona, sin importar su procedencia.
Tanto en el libro, como en muchas de las adaptaciones cinematográficas y teatrales, Alicia es una niña burguesa, aspecto que ha sido analizado según el contexto social en el que vivió Carroll, con una Inglaterra tremendamente dividida por sus clases sociales.
“Esa caracterización no se siente en este montaje por la manera en que comienza la narración”, analiza Pendones.
Tal libertad de interpretación ocurre por el comienzo del espectáculo. Cuando el telón se abre, Alicia se está sumergiendo en el ilógico mundo a raíz del nerviosismo de El Conejo Blanco. La música arranca y es cuestión de unos segundos para que la niña tenga contacto con toda especie de criaturas.
Sea en el agua, en la cocina o en la clásica comida de El Sombrerero Loco; Alicia estará dispuesta a bailar para saciar su necesidad de conocimiento.
En esta obra, la curiosidad no mató al gato, sino que el gato es un motor para la curiosidad. Para efectos escénicos, Pendones ingenió un videomapping para las apariciones espontáneas del icónico Gato de Cheshire, quien con su misticismo orienta (y a la vez confunde) a la perdida y traviesa infante.
Todo puede ser disparatado en el mítico país maravilloso, pero cada rincón fantástico está bien calculado desde la óptica de Pendones.
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La despedida
Para esta última temporada, Pendones adelanta algunos cambios sustanciales para el desarrollo de la obra.
Posiblemente el más notorio es la adición de una nueva sección en la coreografía del Jardín de la Reina de Corazones. Un puñado de nuevas flores reciben a Alicia con danzas inéditas.
En este apartado, el propio Fabián Arroyo compuso una nueva sección musical. Al igual que hace tres años, Pendones y Arroyo construyeron simbióticamente la danza y la música.
Otros personajes tienen mayor protagonismo en el montaje. Sin dar muchos adelantos para no arruinar sorpresas, quien cobra una presencia más notoria es el personaje del Verdugo, quien este año es interpretado por Michael Rubí, bailarín conocido por su paso por el reality show Dancing with the Stars.
“Así como con Michael como con otros personajes hemos aprovechado sus condiciones. No me gusta llegar con una idea preconcebida sobre su interpretación, sino aprovechar sus cualidades y probarlos en el escenario. Muchos de los personajes se sentirán diferentes para este año”.
Lo que no cambia para Pendones es su rigurosidad con el montaje. A la coreógrafa se le nota un ansia por depurar cada aspecto. “Es algo cansado, pero muy gratificante. Yo me voy satisfecha con lo que hemos hecho estos años. Cada temporada tratamos de hacer algo diferente y creo que lo hemos hecho bastante bien”, confiesa.
“Eso sí; siento que ya Alicia cumplió su ciclo. Todos queremos hacer cosas diferentes. No dudo en que regresaré a Alicia, pero por ahora hay un sentimiento de empezar otros proyectos. Tras bambalinas se quedan muchas anécdotas y, así como yo, una buena parte del elenco está desde el comienzo. Hay mucha emoción por estas últimas funciones, y siempre permanece la consigna de hacer bien las cosas”, finaliza.
Sobre las entradas
El espectáculo se presenta en el Teatro Nacional con funciones el viernes 7 de diciembre a las 8 p. m., sábado 8 de diciembre a las 3 p. m. y 8 p. m., domingo 9 de diciembre a las 11 a. m. y 5 p. m., miércoles 12, jueves 13 y viernes 14 a las 8 p. m., domingo 16 de diciembre a las 11 a. m. y 5 p. m. Los precios van desde los ₡10.000 a los ₡31.000. Los tiquetes pueden conseguirse en teatronacional.go.cr, el centro de llamadas 2010-1110 y en la boletería física del teatro.