Entrar al cantón de Dota significa más que solamente ponerse un suéter para contrarrestar el frío de montaña. Mientras el viento se cola entre las ventanillas del automóvil, y la carretera se vuelve un sendero de cortas curvas, abrir camino hacia esta ciudad de la zona de Los Santos representa algo muy diferente.
Basta recorrer los primeros kilómetros del cantón para encontrar diferencias. Una decena de carteleras de conciertos reciben al espectador, muchachos en una esquina pintando un mural dan otra impresión y una política de brazos abiertos hacia la cultura se permea con fuerza.
Dicen que así no era antes. Dicen que Dota es otro cantón. Dicen que la ciudad ya no solo huele a café, sino también a música.
Se pueden decir muchas cosas pero verse otras. En Dota esto no sucede. Una ciudad que se reconstruye con asfalto cultural, se plantea ser una cuna de creación y formación de artistas emergentes.
Con el tercer presupuesto más bajo del país, Dota intenta abrirse camino con rápidez y audacia, confiando en los artistas más jóvenes para trazar un proyecto a largo plazo.
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Héroe anónimo
Existe un hombre que le gusta caminar por la ciudad de Dota. No necesita andar en carro, simplemente se desplaza como si su casa fuera el pueblo, donde literalmente tira su billetera al piso para comprobar que no tiene nada que temer. Se siente en confianza.
Su nombre es Johan Brenes, un músico y gestor cultural que de seguro no quiere ser el protagonista de esta historia. A pesar de los halagos de su jefe, sus vecinos y estudiantes, él rechaza toda clase de responsabilidad sobre el éxito artístico que vive el cantón.
Johan trabaja en un cubículo de la Municipalidad de Dota, como encargado de los sistemas de información y comunicación. Más que identificarse con computadoras, su camisa lo delata: lleva un dibujo de un saxofón, su gran pasión.
Desde el 2016, él comenzó un proyecto que tildaron de locura: una vez que la municipalidad acaba sus funciones a las 5 p. m., el recinto se convierte, diariamente, en un centro de enseñanza musical. Las luces se apagan y se encienden como si se tratara de magia y más de cien muchachos aparecen con instrumentos y hambre de aprender
El propósito tiene distintos objetivos que se complementan. Para Johan Brenes, asumir una recarga como gestor cultural de la zona es la oportunidad que merece el pueblo para darse a conocer.
“Aquí tenemos prodigios. Se nos han desperdiciado durante años muchos talentos porque no encontraron el espacio. El año pasado el Coro y la Orquesta Sinfónica Nacional abrieron temporada de Navidad en nuestra Iglesia, también recibimos a muchos de los mejores músicos del mundo en varios festivales. Ahora lo que queda es formar a la gente que nace aquí, que ama a su tierra y que es muy buena”, dice Brenes.
Para Leonardo Chacón, alcalde de Dota, el espíritu de Johan se complementa con un carácter de responsabilidad social.
“A mí me preocupa que se genere una oleada de vicios, de problemas. Acá recibimos a muchos jóvenes, más de cien personas que no serán adictos, que no serán violentos, que pueden tener una carrera y un futuro. Queremos creer en ellos”, afirma el alcalde.
En el salón de la Municipalidad suelen ocurrir los ensayos de la Escuela Municipal de Música de Dota, bautizada por el mismo Johan. Cuando no se ensaya allí, se utiliza el salón parroquial de la Iglesia.
Justamente en ese espacio comunal se reúne una serie de niños y adolescentes que son parte de los cursos nacientes. Junto con sus padres y madres, los aspirantes a músicos comentan sus expectativas.
“A mí me funciona como desahogo, dice Sofía Ureña, una saxofonista de 14 años que recorre veintiséis kilómetros desde su casa en San Isidro para poder ensayar. “También es una disciplina, porque, a pesar de estar con el colegio, logro sacar tiempo para todo. Uno se siente bien”, agrega.
Junto a ella aparecen más jóvenes que comparten la misma expectativa: “desahogarse y sentir capacidad”. De distintos puntos de esta zona, la Escuela funciona como una gran cobija de augurios y esperanzas.
Curiosamente, en las últimas dos semanas, ni la sala municipal ni el salón parroquial han sido utilizados como sitio de ensayos. El quiosco del Parque Central ha sido la base de operaciones para estos muchachos.
La próxima semana, la muchachada tocará frente al presidente de la República, Carlos Alvarado, y un conjunto de delegados del Gobierno, como parte de la presentación de un programa de inventario local sobre actividades turísticas y culturales.
“Todos estamos muy nerviosos, pero entusiasmados”, dice Fernanda Castro, de 13 años. En un ambiente armónico, Dota se acerca a una pequeña prueba para mostrar sus habilidades.
Sonido propio
Dota espera con gran entusiasmo la visita del Presidente. Basta conversar con alguno de los residentes para notarlo.
El grupo de jóvenes de la Escuela Municipal en parte ha provocado esa fruición. Para la presentación, se acompañarán de uno de los ensambles históricos costarricenses: la Filarmonía Municipal de Dota.
Este conjunto de músicos alcanza los 94 años de existencia (Dota lleva 93 años de vida como cantón independiente) y, simultáneamente, experimenta cambios que parecen no responder a la casualidad.
Luis Marcial Leiva Umaña, a quien todos llaman como Chale, es una excepción a la norma de los directores de bandas de concierto
Una barba incipiente y un rostro lozano dejan al descubierto que Leiva es un conductor muy joven. En el 2015, con apenas 22 años, heredó la Filarmonía que dejó el maestro Víctor Elizondo tras su muerte. Bautizado por la música por el padre de Johan, el profesor Walter Brenes, Leiva cree en una nueva visión del arte.
“Tener a tanta gente joven es estimulante. En la Filarmonía, el integrante más joven tiene 15 ños y el mayor unos 74. Se ha convertido casi en un proceso de mentoría, de crecimiento. Si queremos que la Filarmonía siga cumpliendo más años, hay que ver hacia los más pequeños”, señala el director.
Leiva asegura que, desde que tiene memoria, el camino no ha sido fácil pero las quejas no han inundado su lengua. Este año se encuentra muy feliz porque se podrán comprar nuevos instrumentos para la Filarmonía pues, la última gran compra se realizó en 1979.
“Estamos en un momento muy especial. Lo que ha hecho Johan es increíble y se ha potenciado mucho el arte no solo desde la música, sino que teatro, danza y otro tipo de artistas se están asomando. Queremos darnos a conocer porque queremos que esto sea un proceso a largo plazo”, afirma el conocido Chale.
Final abierto
Johan sabe esconder sus ojeras. Todo el pueblo confiesa cuántos días sus ojos pasan abiertos de sol a sol, anécdota que él mismo acepta sin querer ser una víctima de sus propios sueños.
“Johan ha hecho algo espectacular y nos complace mucho su entrega”, dice el alcalde Chacón. “Yo no quiero desmeritar lo que se ha hecho antes en el cantón, pero sí estoy seguro que Dota está en el mejor momento cultural de su historia”, asegura.
“Realmente ha sido una bendición poder ver a los pequeños tan felices. Yo estaba muy escéptico cuando Johan me comentó todos los proyectos pero después vi que aprendían muy rápido y con muchas ganas, eso no suele suceder siempre”, dice con asombro Guillermo Fallas, padre de familia.
Aunque Johan reconoce que esta no es la historia de él sino la de su pueblo, se siente satisfecho y ansioso por lo que viene.
“Es algo muy lindo porque estamos confiando en los jóvenes. Yo no tengo hijos, pero yo creo que el día del Padre soy quien más recibe regalos”, confiesa entre risas mientras camina por la iglesia del pueblo.
Justo del otro lado del parque, se encuentra la Escuela República de Bolivia. Según las intenciones de la municipalidad, se presentó un proyecto para trasladar el centro de estudios y construir allí un museo histórico que funcione como anfiteatro para espectáculos culturales.
Johan asegura que hace cinco años algo así era impensable.
“Realmente esto ha sido algo de ensueño. Mi fantasía es que esto sea por años, que todos los doteños nos sintamos orgullosos y nos apoyemos entre nosotros mismos, como siempre lo hemos hecho”, finaliza.
Apostando por prodigios
Salomé, Esteban y Elías no solo comparten el mismo apellido. Con caminos diferentes pero cruzados por una dichosa línea musical, estos tres niños han encontrado en sus manos la manera de esculpir destinos.
Desde las afueras de su casa, en Santa María de Dota, se puede escuchar el retumbo de algo diferente. Salomé con la guitarra electroacústica, Elías con el teclado y Esteban con el saxofón, dan las primeras pruebas de cómo Imagine, la pieza legendaria de John Lennon, suena desde sus jóvenes cuerpos.
“Estos muchachos son únicos”, advierte Johan Brenes, gestor cultural del cantón. “Las ofertas para llevarlos a universidades y demás han llegado. Tienen un largo camino por delante”, dice.
En la casa de los hermanos Elías y Salomé Campos, los niños se preparan para debutar como agrupación, a pesar de que llevan muchos años de tocar en las mismas presentaciones pero cada uno como solista.
“El caso de Esteban es increíble porque si él no siente la pieza, prefiere no tocarla. No suele trabajar en grupo pero con ellos sí se ha sentido a gusto”, comenta Mariela Valverde, su madre.
Esteban Campos cierra los ojos con intensidad cuando toca y su interpretación es única. Brenes, quien también es saxofonista, lo mira con orgullo.
“Yo recuerdo haber encontrado a Esteban intentando tocar violín. Yo le dije a Mariela que este niño no es violinista. Sus gestos eran de saxofón y en verdad que fue una gran elección”, asegura el gestor.
Junto a Esteban están Elías y Salomé. Ambos, para alcanzar el instrumento adecuado, atravesaron distintos escalones de exploración y pruebas.
“Elías comenzó con la guitarra, luego la flauta, pero por más que trataba, como que no había conexión. Encontró en el piano la manera de despreocuparse, de poder tocar y sentirse tranquilo”, afirma Arelis Jarquín, su madre.
“Algo similar sucedió con Salomé. Fue hasta que la encontramos sacando Estrellita supimos que no solo le gustaba dibujar y leer, sino también tocar”, recuerda Elías Campos, su padre.
A pesar de las ofertas para estudiar lejos de casa, el padre y las madres de familia han decidido darles espacio para que se formen de manera integral. Desean que puedan tener espacios de recreación y no dejen de ser niños.
“Estamos muy entusiasmados pero nos lo tomamos con calma”, dice Valverde. “Ha sido muy lindo y ya queremos verlos tocar juntos en un escenario. Estos niños son muy especiales y pueden ser un emblema del cantón”, concluye.