No siempre el caos es el antónimo de orden. Se puede ver, sentir y escuchar en el zapateo incansable de Farruquito, el bailaor contemporáneo de flamenco por excelencia, las razones perfectas para argumentar esta afirmación.
Su suela excepcional no bebe de estructuras repetitivas, ni de predicciones calculadas.
Su vida –o sea su baile– se rige por lo fortuito, por lo casual que lo ha llevado a danzar flamenco durante 32 años de su vida (solo en sus primeros cuatro años de existencia no estuvo frente a un escenario haciendo lo que nadie hace como él).
Esa impresionante carrera dancística por supuesto que ha sido atestiguada por todo el mundo. En Costa Rica, en dos ocasiones anteriores se ha podido saborear la energía única que convierte al sudor de Farruquito en una reliquia patrimonial.
Este miércoles, el bailaor volverá a pisar un escenario nacional, y su tercera venida al país representa un período cardinal de su vida.
En esta ocasión, el sevillano trae el espectáculo Farruquito, una suerte de compendio de sus interpretaciones más recordadas por su propia memoria, con el propósito de entenderse a sí mismo de la mejor manera: frente a su fiel público.
Con una función única, el artista espera que su nueva experiencia en Costa Rica, “el país de sangre caliente amante del flamenco”, alimente la introspección que lo está llevando, nuevamente, a girar por el mundo de la misma manera que gira sobre el escenario en cada actuación.
Recién venido de la Bienal de Flamenco de Sevilla, Farruquito se presentará con otras grandes figuras del flamenco: Gema Moneo en el baile, Encarna Anillo en el cante y Yeray Cortés en la guitarra.
Antes de su arribo al país, el bailaor conversó en exclusiva con Viva.
LEA MÁS: El ‘bailaor’ Farruquito encantará con su flamenco al Teatro Nacional
–Usted ha dicho que este espectáculo es una presentación hecha a su manera, y que por eso el espectáculo lleva su propio nombre. ¿Qué significa que este sea su espectáculo más íntimo?
–Lo que pienso es que este es mi espectáculo más personal. No está diseñado pensando en lo que está de moda, ni para lo que quiere el público, sino para mi disfrute personal. He rescatado momentos de mis anteriores espectáculos, haciéndolos con la manera en que me siento ahora y con la experiencia que he tenido. He plasmado el espectáculo contando un poco algunos momentos que me han hecho crecer como persona.
–¿Es una reunión de momentos en el escenario de toda su carrera o solo de los últimos años?
–Es de toda mi carrera. Es una reunión familiar donde recordamos momentos que hemos vivido como un elenco que lleva junto muchos años. La gente nueva que se ha incorporado al espectáculo le da mucha frescura también.
–¿Cuán presente está la improvisación en este espectáculo?
–Hay muchísima improvisación, como siempre. No podría bailar sin improvisar porque es algo que va conmigo. Como persona no soy estructurado; mi baile es igual. Me gusta muchísimo vivir el momento. El baile es como la vida. Intento bailar como soy.
–¿Qué le ha ofrecido la improvisación durante su larga carrera?
–La improvisación es el arte. El arte debe ir ligado a la verdad. Si uno diseña un espectáculo y lo hace igual que otro, no deja espacio a la verdad, porque uno no se siente igual cuando lo creó que cuando han pasado seis meses. A veces hay que tener estructura por mantener un orden, pero en ese orden hay que saber desordenarse al compás de la música.
LEA MÁS: Joshua Bell y la Filarmónica Joven de Colombia fueron un jardín de delicias
–Esta es su tercera visita a Costa Rica, un país en el que las escuelas de flamenco se han visto fortalecidas y existe un gran entusiasmo por el género. Así también sucede en más países de Latinoamérica. ¿Qué piensa usted sobre lo que ocurre con el flamenco fuera de España?
–Creo que el flamenco es algo tan maravilloso, con mensajes tan bonitos que es normal que cualquier persona se emocione y se identifique. El flamenco habla de la familia, de vivir el momento, de conocer tu origen, más allá de pensar adónde llegar. Se trata de disfrutar de la música sin competir con nadie, de no ser una exhibición vacía sino ver una forma de compartir tus experiencias y vivencias. Es importante ser humilde siempre para seguir admirando el arte de los demás. Eso hace que la gente de afuera de España entienda la transmisión de sentimientos. Cuando hablamos de arte, hablamos de amor. Es tu vida, tu corazón… una forma de ser.
–Y ese sentimiento logra tocar sin problemas incluso a países que no son hispanohablantes…
–Claro, totalmente. Eso sí: a los países que no son hispanohablantes les cuesta el cante por el idioma, pero en Latinoamérica la gente se emociona igual con el cante que con el baile. En este espectáculo he reunido a grandes artistas solistas porque la gente que vendrá a vernos no verá solamente a un bailaor y acompañantes. Habrá diferentes bailaores, músicos y artistas. Cada uno solo es un pedazo de artista. Tienen formación flamenca para saber los códigos de improvisación, la rítmica y la cultura. No son personas que han aprendido una profesión, sino personas enamoradas del flamenco que luego se hicieron profesionales, igual que yo.
–Usted no se quiere llevar todas las luces, entonces...
–Para que pase lo que pase somos una familia. Si alguien está cantando y en ese momento lo más bonito es el cante, pues no se hace más nada. Lo dejamos cantar solo y así va sucediendo. El público entiende que hay muchas cosas pasando en el momento. El público que va un día puede repetir porque siempre habrá cosas muy diferentes.
–Pero para lograr esto necesita una sinergia muy potente...
–Exactamente. Lo bueno es que todos los que hacemos el espectáculo nos conocemos desde hace años. A los jovencitos los hemos visto desde niños, desde las familias de gitanos de Sevilla, o de toparnos en festivales. Nos crea un vínculo muy bonito. Yo no soy el bailaor principal cuando estoy en el escenario. Yo miro a mis músicos y si ese músico me toca o canta una melodía que transmite, le bailo a él, aunque yo esté viendo al público. Es algo mucho más íntimo.Son nuestras emociones.
–¿Hay países que logran conectarse con esta puesta en escena de manera más intensa?
–Yo creo que el flamenco es algo que cada día más se proyecta de forma increíble. El flamenco tiene algo que embruja. Es un misterio. ¿Cómo es posible que exista gente que no entienda el idioma y se emocione de tal manera? Eso hace que la gente cada día más esté interesada en conocer por qué la música es tan especial. Todo el mundo quiere tener la experiencia con el flamenco. Por mucho, la evolución del flamenco no solo sucede al mezclarse con otras danzas; la evolución es el mismo género. Alguien puede bailar clásico al ritmo de bulería. ¿Es eso flamenco? ¿Qué pasa si empiezo a zapatear al ritmo de Michael Jackson? Es zapateo, pero no es flamenco. La evolución del género va por otro camino.
–Justamente aprovecho que toca el tema de la evolución del género porque existen discusiones sobre el intercambio del flamenco con otros géneros como el swing cubano, el bossa nova y hasta los géneros urbanos, algo que sucede también por la globalización. ¿Qué opina al respecto?
–Yo creo que es bueno aprender a conocer más cosas. Hay gente que dice que la rumba, las sevillanas y el folclor no son flamenco. Bueno, es verdad que no tienen un género propio, pero hay muchísima gente que ha hecho rumba flamenca, por ejemplo. El flamenco no es solo un ritmo o una melodia; es una forma de transmitir algo muy misterioso. Al público lo que le interesa es emocionarse.
–¿Siente un fuerte conservadurismo dentro del pensamiento general del flamenco?
–Yo creo que el conservar algo es importante, pero el hecho de conservar un arte no significa limitar ese arte. Las fronteras de la música son interminables y siempre hay influencia de la música de otros lugares. Siempre y cuando el café huele a café, no pasa nada. Si huele a zumo de naranja no sabría qué decir (risas).
–¿Cuál es la reflexión que toma de presentar un espectáculo personal en esta circunstancia actual del flamenco?
–Es un momento de aprendizaje. A veces uno tiene que parar para ver en qué situación está. Yo creo que mi situación con el flamenco es de dos maneras: lo que ve el público y lo que veo yo. Muchos pensarían que solo quisiera andar por el mundo lleno de éxito. Yo no bailo buscando el éxito; bailo por disfrutar, por vivir esa emoción, esa experiencia. Por eso el espectáculo lleva mi nombre, para que la gente vea que soy una persona que vive de manera natural, sencilla, sin ambiciones materialistas... No compito con nadie, no quiero ser el mejor ni pretendo ser el más conocido. Quiero encontrar gente bonita en el camino y aprender de su arte.
–¿Es una actitud que fue esculpiendo estos últimos años?
–Cuando eres joven piensas que llegar a lo más alto es bailar por todo el mundo, pero llegar a lo más alto es sentirse satisfecho aunque estés bailando en tu casa. El flamenco se trata de sentir.
LEA MÁS: El prestigioso Ballet de Praga se presentará en Costa Rica en octubre
Sobre el espectáculo
Farruquito se presentará el miércoles 10 de octubre a las 8 p. m. en el Teatro Nacional. Las entradas para este espectáculo están a la venta en el sitio eticket.cr, llamando al 2295-9400 y en los puntos Servimás. Las entradas para galería lateral cuestan ¢21.000; galería central ¢24.000; galería primera fila ¢27.000; palcos del segundo piso 1 al 4 cuestan ¢38.000; palcos de platea ¢38.000; palcos del segundo piso 5 al 10 cuestan ¢48.500; las lunetas ¢48.500 y las butacas ¢52.000.