Un gran estallido de pólvora iluminó el cielo nocturno de la capital. La 23° edición del Festival de la Luz convocó a miles en una jornada que retrató el espíritu navideño que alboroza al cantón central desde hace unos días.
En total hubo 10 carrozas y 14 bandas populares que recorrieron los 3,4 kilómetros que separan a la estatua de León Cortés, en la Sabana, de la Plaza de la Democracia, en Cuesta de Moras.
Los colores y la música popular atrajeron a todos los habitantes de la jungla josefina: desde las familias que se instalaron sobre una manta para hacer un intento de Picnic con porciones de pollo frito y botellas de 2 litros de Coca Cola, hasta otras que llegaron preparadas con tuppers llenos de frijoles molidos, pejibayes y una bolsa plástica de mayonesa con limón.
Los más avispados llegaron desde temprano con sus banquitos para colocarse en puntos estratégicos con el fin de disfrutar del atardecer decembrino. Algunos se prepararon tanto que se trajeron hasta un sillón de la casa, algo que no le hizo mucha gracia a la Policía Municipal, que al final decomisó los muebles para evitar una mayor congestión.
Para este evento tan concurrido, la Fuerza Pública y la policía Municipal desplegaron a más de 1.000 oficiales, los cuales se acomodaron en cuadrillas para velar que nadie saliera lastimado o bolseado.
“Papito mejor póngase la billetera en el bolsillo delante del pantalón, uno nunca sabe”, le aconsejó una madre a su hijo mientras hacían la odisea de atravesar Avenida Segunda.
Con o sin muebles, la calles estuvieron a reventar. Los vendedores de las tiendas de electrodomésticos se lanzaron a las aceras para atraer a potenciales clientes con el fin de que terminaran de escurrir el aguinaldo.
Durante gran parte del recorrido se escuchaba a Roque Ramírez interpretando a su popular personaje Doña Merry Christmas, quien ahora vende sartenes, motos y pantallas planas a tasa cero.
Moverse por San José era también un ejercicio de paciencia. Los buses se amontonaron en kilométricas presas en las estrechas calles aledañas. Solo los más pudientes se atrevieron a pagar un poquito más para quedarse atascados en un Uber– con probablemente la tarifa más dinámica del año– .
El festejo también sacó a los borrachillos de las cantinas. Los cachetes rojos y el perfume a guaro delataban que algunos de estos personajes andan encarretados desde el primer día del mes. Cada uno se gasta el aguinaldo como mejor le convenga.
El estallido de pólvora también iluminó por segundos a esas personas que duermen en cartones o en bolsas de basura. Algunos con amputaciones, otros ciegos o sumergidos en la droga. Esos que también forman parte de la fauna de San José.
El festival.
Este año hubo un elemento disonante en el desfile, pues la carroza pro-vida de la Universidad Autónoma de Centro América (UACA) fue lo más comentado en redes sociales por haber puesto en la palestra el tema del aborto.
A raíz de lo anterior, la Municipalidad de San José demarcará, a partir del 2019, lineamientos más específicos sobre la temática de las carrozas.
Desfilaron 10 carrozas y 14 bandas; la ganadora por su grandilocuente luminosidad fue la del Museo de los Niños.
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Otra de las carrozas más llamativas fue la de Frozen, la cual revivió la magia de una película que es atesorada por las nuevas generaciones.
Un punto alto y meritorio, digno de reconocer, es el esfuerzo que colocaron las 10 bandas que fueron elegidas para animar con sus instrumentos las calles josefinas. Se notó el cariño, la dedicación y la entrega que imprimen estos jóvenes en su arte, bautizado como marching band, un estilo que se popularizó en Estados Unidos.
La banda que más brilló fue Cafe Tarrazú; en segundo lugar quedó la Banda Municipal de Acosta y, en tercero, la Banda Comunal de Orotina.
Ernesto Lobito Fonseca, quien fungió como el Mariscal del Festival, estuvo en la parte trasera de un pick up hilux. El atleta, de 37 años, es considerado como uno de los principales exponentes ticos del motocross a nivel internacional, además es un ejemplo de perseverancia.
Al terminar el Festival la gente se dispersó. San José quedó con los ojos felizmente encandilados por tanta luz y alborozados por tanta Navidad.