Más de dos meses pasaron para que Génesis de Costa Rica volviera a ver la luz. Su travesía para lograrlo incluyó dos semanas para ser embalada y hacer un recorrido de 9.509 kilómetros, en 23 días, desde el Puerto de Livorno, en Italia, hasta el Puerto de Moín, en Costa Rica.
Su llegada, que fue el más fiel reflejo de lo que significa traer una nueva vida al mundo, llenó de ansiedad y nervios el Centro de Eventos Pedregal, en Belén, Heredia, donde permanecerá resguardada hasta la exposición en febrero.
Esta escultura, cuyo peso es de 33 toneladas, es parte del grupo de las 27 piezas que formarán parte de la exposición que realizará el artista costarricense Jorge Jiménez Deredia, el mes de febrero.
“La angustia que se vive en estos momentos acaba hasta que ves a la pieza ya puesta en el lugar que se dispuso para ella. Hay que ser muy meticuloso, por eso me involucro en todo el proceso y me ven hasta manejando un montacargas”, comenta el escultor.
El reloj marca las 8:25 a. m. y Jiménez Deredia, vestido entero de negro, no teme llevar dos tucos de madera, subirse sobre ellos, proceder a reparar la parte derecha de la escultura que fue golpeada por un contenedor. Para ello, toma en su mano una piedra de esmeril y comienza a lijar la zona, al mismo tiempo que es instalada una grúa de 120 toneladas que trasladará a Génesis.
Eran tan solo unos 50 metros los que separaban esta obra de su nueva base, pero el trabajo para conseguirlo exigió el esfuerzo y la dedicación de más 10 personas que se unieron por un objetivo en común: que la escultura llegara a su nuevo destino sin contratiempo alguno.
Todos estaban conscientes de que sería una labor titánica, que tomó un total de cuatro horas, pero el compromiso por lograrlo era mayor.
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“Don Jorge es realmente inspirador, pero no solo por su talento, sino por esa capacidad que tiene de volverse uno de nosotros al coger un taladro, colocar pedazos de madera o sudarse la camiseta, como decimos” asegura Diego, uno de los trabajadores de la Municipalidad de San José asignado a colaborar con la descarga.
Y es que si algo valora Jiménez Deredia es precisamente eso: tener la oportunidad de arremangar su camisa, tomar un taladro o una pieza de madera, y estar horas bajo el sol como uno más del equipo.
“En esto hay que ser muy meticuloso para que no existan contratiempos. Sin embargo, siempre surgen situaciones inesperadas y es entonces cuando resulta vital rodearte de personas que sientan la misma pasión por lo que hacen”, afirmó el artista entre risas.
Este martes no fue excepción a esa regla que conoce muy bien el costarricense. El contrapeso necesario para lograr el equilibrio entre la escultura y la grúa no era suficiente, por lo que fue necesario esperar una hora más para iniciar el traslado.
Durante ese tiempo, Jiménez Deredia siguió reparando la escultura, ya que “hacerlo después sería más complicado, porque necesitaríamos algunos andamios”. He allí otra de las claves de su trabajo: sacarle provecho a la palabra tiempo.
Al ser las 11:50 a. m., la distancia entre Génesis de Costa Rica y su nueva ubicación comenzaba a ser una realidad. Tan solo 12 minutos en el “aire” pasaron para llegar hasta ese espacio.
La satisfacción se hizo escuchar por medio de los aplausos y acompañada de cinco sencillas, pero poderosas palabras “está perfecta en su lugar”.
Una sonrisa volvió a dibujarse en el rostro del escultor, quien en medio de abrazos y fotografías, sabía que una de las piezas más importantes de la exhibición Jiménez Deredia en San José: la fuerza y la universalidad de la esfera llegó, finalmente, a su nuevo hogar.