El director Giancarlo Guerrero dice estar orgulloso de no “tener pinta de director de orquesta”. Es un hombre que, frente a la cámara, dice que su pose más frecuente es estar a sus anchas, relajado.
El director de la Orquesta Sinfónica de Nashville, quien de paso es el costarricense con más premios Grammy en toda la historia del país, llevará su cálida actitud a la Orquesta Sinfónica Nacional, ya que es el director invitado para el concierto que se dará el próximo viernes a las 8 p. m. en el Teatro Nacional.
Este defensor de la música contemporánea asegura que el arte se debe vivir sin reglas, sin importar si el público aplaude en medio de un concierto. Tras una prominente carrera que se complementa con nombramientos como director musical de la Filarmónica de Wroclaw y director invitado de la Orquesta Gulbenkian de Lisboa, Guerrero analiza el rol de las orquestas sinfónicas en el 2018. A continuación, un extracto de la conversación que mantuvo con Viva.
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–Usted llegó a dirigir a la Sinfónica de Nashville en el 2009. ¿Qué encontró en la ciudad en ese momento?
–Bueno, yo me había mudado allá en el 2008, y fui asignado como director titular en el 2009. Ya son 10 años y he logrado todas mis metas artísticas y más allá. Es una ciudad llena de actividad musical que no solo apoya al arte, sino que también ofrece una visión completa para el entendimiento de una orquesta.
–¿Cómo surgió su nombramiento?
–Realmente fue un accidente. Yo dirigí a la orquesta como invitado en el 2005, al final de la temporada. Posiblemente no iba a volver ahí, pero resulta que el director que llevaba 22 años ahí murió súbitamente. El concierto que dirigí fue un tributo para él. Dentro de un ambiente serio, tratamos de celebrar la vida y el legado del gran maestro. Como me encontraba ahí, resulté como candidato. La orquesta hizo dos años de búsqueda y terminó eligiéndome.
”Esta semana sucedió algo similar con la muerte del maestro Gerald Brown. Yo por él estoy aquí hablando con vos. No me puedo imaginar mejor manera de celebrar la vida y el legado que tuvo para todo el país”.
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–¿Cuál fue la hoja de ruta que siguió en Nashville a partir de su nombramiento?
–Lo importante en el siglo XXI es considerar el rol de una orquesta sinfónica, en especial cuando uno mira que la mayoría del repertorio que interpretamos es de hace 200 años, pero tiene que tener relevancia. Los mismos ideales de Mozart, Bach, Mahler, que eran temas como el amor, el odio, el optimismo, la política, son hoy día igual de relevantes. Mientras las orquestas puedan comunicar ese mensaje claramente, el público va a seguir asistiendo. Así se aumentan los amantes de la música clásica. Eso empieza desde niño.
“Tenemos que buscar la manera de que la gente se sienta cómoda en el teatro, que sepa que no es un tipo de museo que está fuera de onda. Hoy más que nunca necesitamos esa conexión con el pasado para saber de dónde venimos. El mundo ha cambiado, ¿qué rol tenemos para asegurarnos que esta forma de arte especial tenga lugar en el mundo moderno?”
–¿Cómo descifró ese rol en Nashville?
–Cada ciudad es distinta. Lo que sirve en Nueva York no sirve en Chicago; lo que sirve en Berlín no sirve en París. Cada ciudad es particular, con energía diferente. Vivo en Nashville y la gente solo piensa que hay country. Lo que se celebra en Nashville es música americana, sea rock and roll, jazz o lo que sea. Descubrí que había que promover música contemporánea americana de compositores vivos. Eso ha recibido aceptación y nos ha dado protagonismo mundial. No tenemos que esperar a que nuestros artistas mueran para reconocerlos. Tenemos una gran deuda con ellos.
–¿Cómo fue la recepción dentro de la orquesta para introducir música contemporánea? ¿Estaban acostumbrados o traían una tradición más clásica?
–Mi predecesor estaba acostumbrado a eso. Todas las orquestas en el mundo promueven la música contemporánea, aunque depende del director. Hay muchos amantes del siglo XIX, yo soy más curioso. Yo no solo oigo música clásica, sino que escucho rock and roll, jazz… Si solo escuchara música clásica me volvería loco. Conocer otros lenguajes musicales me permite dirigir Mozart. Música es música. No es solo ejecutarla como si fuera darle medicina fea a un niño. Hay que introducirla con el propósito de que el público que la reciba se sienta dentro, conozca al compositor, escuche al compositor. Para la orquesta, el compositor puede dar instrucciones directas. Cuando tengo duda de algo, no tengo que tener una sesión espiritista para hablar con Mozart sino que tengo al compositor detrás de mí para preguntarle. Eso es un privilegio.
“También es bueno recordar que no toda la música es fantástica. Beethoven también escribió un par de piezas aburridas. Es normal, somos humanos, pero es una cuestión de valorar a nuestros artistas. Yo siempre uso la analogía: imaginate si en 1808 vas caminando por Viena, ves un cartel que dice que un señor llamado Ludwig van Beethoven va a tocar un concierto y dará una charla. ¿Sabiendo lo que sabemos, irías? ¿Cuál es la diferencia hoy en día? Hay que pensar a futuro, en el legado. Esto es mucho más que lo que sucede en el concierto”.
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–Una de las grandes discusiones en el mundo, y que algunos musicólogos han estudiado, es la gran cantidad de repertorio clásico que tienen las orquestas en el mundo, con obras de Bach, Mozart...
–En mi experiencia, viajando por el mundo, puedo decir que las orquestas son flexibles a la música contemporánea. Hay orquestas conservadoras pero se reconoce que para sobrevivir hay que expandirse. No sobrevivimos con repertorio de 200 años. Eso toma tiempo, paciencia y valor. Decir simplemente “la música contemporánea no me gusta” es limitante. Es como decir “la música clásica es para gente vieja”. Las orquestas estamos en obligación de romper mitos.
–Entonces, ¿qué postura debe asumir una orquesta ante este escenario?
–Tenemos que asegurarnos que Beethoven sea reconocido y que su mensaje de optimismo y amor sea valorado hoy en día. Esta semana tocaremos (una obra de Gustav) Mahler, un compositor complicadísimo. Fue un hijo de 14 muchachos y vio a ocho de sus hermanos morir. ¿Cómo impacta eso en tu vida? Además era judío en tiempos de antisemitismo, con estándares artísticos imposibles de lograr. Valorar eso es importante.
–Muchos temen por las disminuciones en el público…
–Es igual. La labor también es educar. El público tiene que sentirse dueño de este proceso. Hay gente que dice que no le gusta la música clásica porque no conoce de eso. Mirá, conozco mucha música de todo e igual a alguna la odio. Conocer mucho de cierta pieza tampoco hace que te guste. La música te hace reaccionar, te mueve o te duerme. Es igual, es entender. Solo porque no me guste una pintura famosa no significa que soy malo; que no me guste una sinfonía de Beethoven no me debe hacer sentir culpable porque no todos oímos de la misma manera.
–Ahí entra la formación de público….
–Toma tiempo. Hay gente que dice “aquí al público no le gusta eso” y ¿de quién es la culpa? De la orquesta. ¿Quién controla la programación? La orquesta. La responsabilidad no está en el público; está en la institución.
–¿Cómo lograr un acercamiento con un público más joven?
–La música contemporánea ayuda en eso. Mucho es hacer el crossover, invitar solistas con seguidores en ambos lados. Es como crear una excusa para que vengan al teatro. Muchas veces algunos dicen que no tienen qué ponerse, como si tuviesen que vestirse de frac. Por favor. Hay que quitar barreras. El ejemplo más fácil: el público que aplaude en medio de los movimientos. ¿Qué tiene de malo eso? Por Dios, ¿quién puso esas reglas? Con Mozart era normal, se aplaudía en medio movimiento y si al público le gustaba, había que tocarlo de nuevo. No sé de dónde carajos sale que en los movimientos se aplaude. La gente se asusta y creen que lo van a regañar. Por Dios, cuando alguien mete un gol, ¿te quedas callado? Esto es una reacción de celebración.
–Otra premisa preconcebida es el acceso por términos económicos...
–Ese cuento de que (acceder a la música) es muy caro es mentira. Es mucho más barato que ir a un partido de fútbol. Lo que hace Nashville, ya que en Estados Unidos no recibimos dinero del Estado, salimos con una combinación de venta de tiquetes y filantropía. Y es que la orquesta es accesible porque además hay espectáculos de pop, hip hop, ballet, de todo. Tener trescientos días de música clásica no es el objetivo porque no damos. No quiero vivir en ese mundo.
–¿Como ve la inclusión de compositores nacionales en orquestas?
–Por ejemplo, en Nashville uno habla de música americana, pero por estar en Nashville no voy a programar músicos de ahí solo porque sí. Si te ponés cuotas de que hay que meter gente solo porque es del lugar hay una manera incorrecta de hacer las cosas, debe haber una razón de peso.
“Si un compositor hace una obra increíble, se debería celebrar, por qué no, junto con algo de Rachmaninov. Si es tico, pues aún mejor, pero ese no es el primer mensaje. No es de hacer favores, es de celebrar la música”.