La aventura parecía fácil: había que atravesar un laberinto natural de 5.300 metros de tamaño en menos de 20 minutos. Mi compañera fotógrafa Diana Méndez y yo nos propusimos hacerlo en menos del tiempo establecido, pero qué va... no lo logramos.
El Laberinto Katira, en Katira de Guatuso es gigante, espectacular y nada sencillo de lograr. La meta parecía muy simple desde afuera porque había que llegar al centro del laberinto donde hay un mirador, disfrutar de la vista y volver a encontrar la salida. Por más que lo intentamos no logramos pasar del primer círculo.
Entramos a las 11:50 a. m. Diana tomó el camino de la izquierda mientras yo opté por ir a la derecha. Luego de haber entrado “jugando de astutas” nos dimos cuenta de que no era pan comido. Intentamos –cada una por su lado– de llegar al menos a uno de los descansos, pero lo que nos topamos en cada giro eran más matas que formaban paredes que nos impedían el paso. Diana y yo nos encontramos en más de una ocasión, cruzábamos caminos para terminar nuestra competencia, pero lo que hacíamos era enredarnos y perdernos más.
Tengo que admitir que hubo un momento en el que intenté hacer trampa, pero todo estaba muy bien calculado y el pequeño espacio que encontré para atravesar las matas estaba tapado con unos mecates. Imposible pasar por ahí y acortar camino.
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Después de casi una hora de intentarlo nos rendimos. Sin embargo, las risas, los sustos (con algunas gallinas incluidas) y hasta la adrenalina nos acompañaron durante el rato que estuvimos dando vueltas sin ningún sentido.
Esta obra natural de entretenimiento ubicada en el cantón alajuelense es idea de Rafael Arguedas, un vecino de la zona que siempre ha sido un apasionado de los laberintos y por eso quiso armar el suyo propio.
Esos 5.300 metros que mide el laberinto están formados por 20.000 estacas de matas de amapolas que miden poco menos de dos metros de alto. Su forma circular está inspirada en el Sistema Solar, el mirador que está ubicado en el centro emula al Sol y toda la estructura natural a su alrededor asemeja los planetas en sus órbitas.
Está ideado para recorrerlo en dos partes: la primera es que quien ingrese al laberinto llegue al mirador; mientras que la segunda aventura es salir.
Para la diversión
Arguedas hizo él mismo los planos de este laberinto; tardó aproximadamente seis meses tratando de cuadrar las entradas y salidas, así como los descansos y el mirador en lo alto.
El lugar abrió sus puertas al público en diciembre del año pasado. El trabajo de la siembra, cuidado y elaboración del laberinto tardó casi un año en estar listo. El laberinto está abierto todos los días de la semana en horario de 8 a. m. a 5 p. m., la entrada vale ¢2.000 y es apto para todas las edades porque cada persona va a su ritmo.
Si un grupo pide ir al laberinto en la noche, el propietario puede abrir el lugar. Hay iluminación que permite realizar la experiencia.
Adentro, los pasadizos tienen un espacio de un metro de ancho, así que se puede caminar o correr por ellos sin ninguna preocupación. En el suelo hay piedras pequeñas que evitan que cuando llueve se hagan barreales.
En la entrada al laberinto hay una persona que se encarga de darle un poco de dirección a los aventureros; incluso, cuando Rafael ve desde el mirador que alguien está medio perdido, él les ayuda dándole algunos consejos desde arriba.
“Aquí vienen grupos de escuelas, de colegios, scouts, familias y de amigos. Es un vacilón porque hacen competencias entre ellos a ver quién sale de primero. Hay gente muy buena –o muy suertuda– que lo hace en menos de 20 minutos, pero hay otros que duran horas ahí metidos, hasta que salen sudando de la congoja”, comentó Arguedas.
¡Eso de la congoja es muy cierto! Diana y yo lo comprobamos en carne propia.
“No hay consejos específicos para que la gente lo termine rápido, es una cosa de cada quien con su sentido de orientación”, explicó Rafael.
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Insisto, desde afuera no se ve nada complicado, el tema es ya estar adentro y no tener visión de a dónde se va o de dónde se viene.
“Algo muy bonito que pasa en invierno es cuando las matas de amapola florecen. El lugar se llena de flores de todos los colores, es un espectáculo verlas y hacer el recorrido”, agregó el dueño del laberinto.
“Es un bello lugar en el que se puede compartir en familia y amigos, totalmente recomendado”, dijo Karen Jenkins, quien hace unos días visitó el lugar en compañía de sus hijos y su hermana.
Más cosas por hacer
Los visitantes tienen también opción de realizar un día de campo en los jardines que rodean el laberinto.
Es un lugar muy bien cuidado, limpio y con amplio espacio para que las familias o grupos de amigos disfruten. En el jardín Rafael está terminando de darle forma de animales a 250 arbustos de la familia llamada Pingo de oro. En este espacio hay desde gallos hasta caballos y sapos que alegran la vista.
También está construyendo otro laberinto en forma cuadricular a un lado y un nuevo mirador en los jardines.
Es una estructura muy segura que cuando esté terminada se podrán ver los volcanes Tenorio, Miravalles y Arenal al mismo tiempo.
El cantón de Guatuso tiene otras atracciones turísticas que ofrecerle a los visitantes.
Allí se encuentra el famoso río Celeste donde, además de disfrutar de las hermosas aguas, hay servicio de caminatas y cabalgatas, así como miradores y restaurantes.
Muy cerca de la localidad se ubica, además, el Parque Nacional Volcán Tenorio que está abierto al público con sus maravillosos secretos naturales.
En los alrededores hay variadas opciones para comer. La mayoría de los restaurantes de la zona son emprendimientos familiares y ofrecen buenos precios y calidad en los alimentos.
Ir a Katira de Guatuso es un paseo de un día que puede ofrecerle al turista nacional o internacional variadas oportunidades de entretenimiento.
Es un lugar acogedor, con buenos accesos por carretera y que en el camino se pueden disfrutar de hermosos paisajes