Después de dos visitas en menos de un mes a Kidzania Costa Rica, dos cosas me quedan claras: mis hijas bien podrían volver todos los días de las vacaciones sin aburrirse, y yo necesito dejar que mi cuerpo y mente descansen antes de pensar en volver ahí en el corto plazo.
Kidzania se debe a los niños, no a los adultos. Este novedoso centro de entretenimiento y educación –ubicado en el centro comercial Oxígeno, en San Francisco de Heredia– llegó al país tras probar su fórmula en casi una veintena de países. Es decir: nada quedó al azar. En Kidzania todo está calculado en función de la estimulación sensorial de la chiquillada: colores, aromas, sonidos... Y todo funciona.
Siendo padre de dos niñas sabía de la apertura del establecimiento con meses de anticipación, pues ellas así me lo hicieron notar. Y la expectativa estaba justificada con creces: la promesa de Kidzania se cumple. Ahora bien, no está de más repasar aspectos que no están incluidos en la publicidad y que bien podrían hacer su visita al sitio más llevadera.
¿Qué es Kidzania?
Para ponerlo en sencillo: Kidzania es una ciudad interactiva a escala infantil, casi que salida del manual estético de Lego City o Fisher-Price: tiene su hospital, cuartel de bomberos, policía, farmacia, supermercado, televisora, teatro, estadio, banco, restaurantes, etc. Dentro de ella, los niños pueden participar de distintas dinámicas de simulación de oficios y profesiones, poniendo en práctica los conocimientos transmitidos por los anfitriones a cargo de cada estación. Al cancelar su entrada, los chicos reciben una cantidad determinada del dinero de Kidzania, el cual usarán para pagar su derecho a participar de algunas de las actividades; así como recibirán su remuneración en otras de ellas por las labores que realicen.
Entre las opciones para desarrollar está ser bomberos, cajeros, pilotos, sobrecargos, mensajeros, doctores, enfermeros, catadores de confites, periodistas, chefs, modelos, actores, estilistas, policías, encargados de mantenimiento... la lista es larga, así como la de las marcas comerciales involucradas con las actividades y estaciones: Fishel, Wal-Mart, Musmanni, Gallito, Dos Pinos, Repretel, EPA, Gollo, U Latina, Copa, BAC Credomatic, Kodak, INS, Roma, Ekono, P.F. Chang’s...
¿Es caro?
Sí (a menos que usted sea del estrato económico de quienes se hacen acompañar por una empleada doméstica uniformada para que se encargue de los niños mientras usted toma café en Multiplaza Escazú un lunes en la tarde). En la escala de los establecimientos usuales de entretenimiento infantil, Kidzania está en el rango más oneroso, cerca de Chuck E. Cheese’s y muy por encima de, digamos, el Parque de Diversiones o el Museo de los Niños.
Para que se haga una idea, por la entrada de dos niños mayores de cuatro años y un adulto en temporada alta deberá desembolsar poco menos de ¢30.000. No vamos a entrar a debatir si es mucho o poco, pero desde mi punto de vista el valor está justificado en virtud de la experiencia. Eso sí, para los que no podemos hacernos acompañar por una empleada doméstica uniformada para que se encargue de los niños mientras tomamos café en Multiplaza Escazú un lunes en la tarde y que, por ende, no nos sobra la plata, acá van algunas recomendaciones:
- Si planea llevar a sus hijos a Kidzania, haga el esfuerzo y llegue temprano (abre a las 11 a. m. y cierra a las 5:30 p. m.) y quédese hasta que cierren, pues es mucho lo que hay por hacer; completar una estación bien puede tomar hasta media hora y estas solo atienden a grupos pequeños, por lo que bien podría ser necesario que el niño haga fila y espere su turno. Mis hijas ya llevan dos visitas de día completo y aún no han completado todos los oficios. Llegar después de las 2 p. m. en lo personal me parece una pérdida de dinero.
- Compartir en pareja es bonito, pero recuerde que los adultos pagan y esto eleva el presupuesto. Un solo adulto bien puede ser el tutor de un grupo de varios niños, dadas las condiciones de seguridad del lugar (de esto me referiré más adelante).
- Kidzania no permite el ingreso de alimentos o bebidas, pues ofrece distintas opciones de alimentación dentro de sus instalaciones. En el caso de los niños, algunas de las estaciones incluyen la preparación de alimentos que luego pueden consumirse y están incluidos en el precio de la entrada (Mussmani, Mission, Dos Pinos, Gallito, Bimbo), mientras que otras requieren un pago adicional para que ellos puedan elaborar, por ejemplo, el sushi de P.F. Chang’s; la pizza de Pitza by Me, o las pastas de Roma, que también son consumibles al finalizar las dinámicas. Mi recomendación: lleve en un bolso o salveque algunas meriendas, siempre teniendo claro que no es una práctica que Kidzania vea con buenos ojos.
- La temporada alta en Kidzania se entiende como los meses de diciembre, enero, julio, fines de semana y feriados (diay sí). Para esos días con alma de vacaciones los precios son de ¢5.700 para niños de 1 a 3 años; ¢11.500 para niños de 4 a 14 años, y ¢5.700 para mayores de 15. Los bebés menores de un año no pagan.
-Adicionalmente está la posibilidad de comprar al niño un pasaporte de Kidzania, que si bien no es obligatorio sí es un lindo detalle. En las páginas le colocarán los sellos de las actividades que complete y también le servirá en caso de que visite alguno de los otros establecimientos de la cadena en otras ciudades del mundo (uno nunca sabe cuándo va a pasar por Kuala Lumpur o Busan, ¿cierto?).
-Kidzania, como era de esperarse, cuenta con su tienda de mercaderías relacionadas con la marca, con todo tipo de productos que sus hijos jurarán son de primera necesidad para ellos. Se ubica justo en la salida del establecimiento (no podía ser de otra manera).
- El dinero local que los niños ganan por sus labores les sirve para adquirir distintos productos en una tienda especial para dicho propósito. El sistema es igual al intercambio de tiquetes de lugares como Tukis o Chuck E. Cheese’s, aunque sin duda los premios son mucho más llamativos. Además, si el cliente así lo desea, puede “ahorrar” el dinero y acumularlo con lo que obtenga en una próxima visita.
¿Es seguro?
Muy seguro. Kidzania funciona fuera de la vista de los demás visitantes del mall, y a sus instalaciones solo pueden ingresar quienes paguen la entrada. Ningún adulto puede entrar si no es acompañante de un niño, y los pequeños y la persona mayor de edad responsable que viene con ellos reciben un brazalete de identificación que los “empareja”, lo que impide que los niños abandonen las instalaciones con otra persona que no sea su acompañante (similar al sistema de seguridad de Chuck E. Cheese’s). Todo lo anterior no quiere decir que usted pueda desentenderse por completo de sus hijos (bueno, para todo hay gente) pero sí que cuenta con una tranquilidad extra que no tendrá, digamos, en La Sabana (nota: el establecimiento no permite volver a ingresar una vez que usted se ha retirado con los niños de las instalaciones).
En el caso de chicos mayores de 12 años, me explicaron que pueden ingresar a Kidzania sin un adulto que les acompañe todo el tiempo. En otras palabras: a los adolescentes puede dejarlos ahí para que se entretengan por horas mientras usted se va a hacer un mandando o al cine.
¿Y los adultos?
Como explicaba al inicio, Kidzania se debe a los niños. Así, mientras sus hijos se divierten, usted debe encontrar la manera de pasar las largas horas. Mi recomendación es que lleve un buen libro, o bien descargue varios episodios de un serie de Netflix en su celular y no se olvide de unos buenos audífonos, pues el sitio es alegremente ruidoso. El lugar cuenta con un café y opciones de alimentación, así como un establecimiento de pintado de uñas. Aún así, es normal ver a adultos mayores (abuelos, presumiblemente) contando las luces del techo de la plaza central.
¿Pueden los adultos participar de las dinámicas con los niños? No, en la mayoría de los casos. En muchos de los establecimientos se pide a los acompañantes no ingresar, por lo que los padres más entusiastas se limitan a tomar fotos desde el otro lado de la ventana. Lo más simpático es ver la procesión de papás y mamás con el teléfono en alto que siguen la ruta de camión de bomberos.
Además, lleve su teléfono bien cargado y, de ser posible, con un cargador de respaldo, pues se las verá a palitos para encontrar un tomacorriente para recargar la batería (asignatura pendiente de Kidzania: habilitar estaciones de recarga para teléfonos, como las que hay ya en muchos restaurantes).
El sitio cuenta con una red de wifi que funciona bien, aunque es presumible que en días de mucha afluencia pueda baja la velocidad. En cuanto a la cobertura celular, dado que Kidzania está en el sótano de Oxígeno, bien puede ser que pierda la señal en su teléfono en algunos puntos (a mí me sucedió).
El lugar tiene con un poderoso sistema de aire acondicionado, por lo que la temperatura puede ser baja para gente poco acostumbrada al frío. Mi recomendación es que lleve abrigo, que no le va a estorbar.
Además, es innegable que Kidzania es alegremente escandaloso, pues a los gritos de los niños súmeles las sirenas de los bomberos, de la ambulancia, la música de fondo y mucho más. Por esto, no sea grosero y no le pida el favor al abuelo de llevar a los nietos si sabe que el señor no tolera el ruido (y ni qué decir si, además, no es feliz en medio de un alboroto infantil).
Dicho todo lo anterior, ojalá su eventual visita a Kidzania lo tome mejor preparado que a mí. Una última cosa: Kidzania tiene su propio lenguaje, por lo que no se extrañe de que los empleados le hablen con palabras que usted no entiende pero que sus hijos se aprenderán en 10 minutos; recuerde que usted no es el público meta.