“No lo va a creer, pero hay un cerdo gigante volando sobre La Sabana”. Quizá ese fue el primer mensaje con el que muchos ticos se levantaron el 16 abril del 2018.
Luis Guillermo Solís aún era presidente, no había pasado Rusia 2018, ni la huelga, pero desde ese abril todos sabíamos que este día por fin iba a llegar. Y llegó: Roger Waters, el alma de Pink Floyd, tocó por primera vez en Costa Rica.
Ya se sabía que Waters traería un montaje excepcionalmente grande. Una pantalla de 74 metros de ancho, un sistema de audio envolvente, un grupo de músicos de primera línea. Ya sabíamos que era una leyenda, que desde hace medio siglo hizo música con Pink Floyd que marcó a una generación y a todas las siguientes.
LEA MÁS: Presidente Carlos Alvarado cumplió uno de sus más grandes sueños
Sabíamos que el show que traía Waters, como parte de su gira Us + Them, iba a ser grande, muy grande, que seríamos unas 46.000 personas en el Estadio Nacional, pero jamás imaginamos el sentimiento con el que partimos del lugar.
Agradecimiento, es lo único que se viene a la mente cuando se ha visto la historia pasar.
El sábado 24 de noviembre Roger Waters nos mostró que aún teniendo Us + Them, la gira con un despliegue técnico más impresionante del mundo (en lo visual y lo sonoro), lo que más importan son las canciones y las ideas. A sus 75 años, Waters no da signos de querer dejar de darle esos mensajes al mundo.
Las dos horas y media de su espectáculo fueron una jornada histórica, una que trataremos de honrar usando la herramienta favorita del reconocido cantante: las palabras.
Concierto.
Con puntualidad británica, las luces se apagaron a las 7 en punto, y la pantalla se encendió para ver a un niño sentado frente al mar. Los parlantes se activaron para escuchar los primeros sonidos que envolvían al público en el ambiente frente al océano. Fueron unos 20 minutos de espera, pero cuando finalmente inició la música, todo fue perdonado.
El concierto inició con Speak to me/Breathe, las mismas dos canciones que abren el mítico álbum Dark Side of the Moon. Es un disco que ha vendido 45 millones de copias alrededor del mundo (el tercero con mayor venta en la historia) y que de seguro había sido escuchado por los presentes millones de veces. Pero seguramente nunca habían escuchado esa introducción como la escucharon el sábado.
Pulsaciones de un corazón, sonidos de una máquina registradora y en la pantalla imágenes de un planeta solo en el universo anunciaron la llegada de la banda.
En frente de ellos, Waters, que con los años solo ha ganado más confianza en el escenario. La canción finalizó con tranquilidad y luego sonaron las primeras notas de bajo de One of These Days, uno de los cortes más experimentales de Pink Floyd.
LEA MÁS: Lo necesario para estar frente a frente o a los pies de Roger Waters
Durante la larga introducción un solo de guitarra acompañaba la caminata de Waters por el escenario, quien saludaba con un puño en alto al público, que le respondía con gritos.
Toda la zona numerada de gramilla estaba de pie tomando videos, las sillas estaban de adorno.
Al terminar el tema, unos sonidos de tormenta invadieron el Estadio Nacional. No se trataba de lluvia, sino del sistema de sonido envolvente que anunciaba la introducción de Time.
Waters apareció en la pantalla para cantar los versos de la canción y luego, las manos del guitarrista principal. El solo de guitarra de Time les arrancó la primeras lágrimas a muchos de los presentes, quienes se abrazaban incrédulos por lo que pasaba.
Continuando con los temas de Dark Side of the Moon, de un piano se escucharon los primeros acordes de The Great Gig in The Sky, una improvisación vocal que las dos coristas de Waters elevaron a un plano superior al de la grabación; el público así se los hizo saber con sus gritos y aplausos.
Waters casi no había cantado en los primeros 20 minutos de concierto, pero eso estaba por cambiar con Welcome to the Machine. En este tema del disco Wish You Were Here el músico dejó de lado su bajo, y sorprendió con su guitarra eléctrica.
Durante el solo de sintetizador el estadio entero pudo sentir la potencia del sonido envolvente al mismo tiempo que veía las animaciones que el mismo Waters comisionó en los años 70 para esta canción.
Para el segundo solo de Welcome to the Machine, la pantalla lo enfocó y se vio al músico británico pasearse por el escenario y tirarle besos al público.
Por un rato, Waters decidió dejar de lado el pasado e interpretar algunos temas de su último disco como solista. Deja vu, The Last Refugee y Picture That fueron las elegidas y todas aprovecharon muy bien el sonido envolvente: orquestas, efectos y hasta la voz del líder del grupo sonaban allí.
Los efectos visuales, así como las letras, narraban los dramas de los refugiados, criticaban la militarización y las injusticias de Japón, Afganistán, iniciando así el bloque más político del show.
Picture That fue la más psicodélica de las nuevas e incluyó la primera aparición en pantalla del enemigo #1 de esta gira: Donald Trump.
En medio de estos mensajes, Waters decidió colocar Wish You Were Here, un tema que sin exagerar fue coreado por cada unas de las 46.000 personas presentes. Si había que llorar en una parte del concierto, era en esta.
Pero el bajón no duró mucho.
Las luces se apagaron de golpe. Y un helicóptero empezó a sonar a lo lejos. Ya todos sabían lo que venía mas nadie estaba preparado para verlo de tan cerca, así es, venía Another Brick in The Wall, la canción más icónica del álbum The Wall, lanzado en 1979. Para muchos esta pieza es la introducción en el amplio muestrario que puede ofrecer Water y compañía.
La banda estuvo acompañada por 12 niños del colegio Oratorio Don Bosco, quienes salieron encapuchados como si fueran rehenes de la guerra en Medio Oriente o reos sentenciados a muerte. Para esta presentación, los chicos ensayaron durante dos semanas con el fin de cantar el coro “We don’t need more education”.
Los estudiantes se alinearon alrededor de Waters quien manejó el bajo como una extensión de su cuerpo.
LEA MÁS: Afortunados conocieron a Roger Waters
La canción terminó y, por primera vez en toda la función, Waters se dirigió al público.
“Vamos a tomarnos un descanso de 20 minutos y luego vamos a seguir con nuestra resistencia”, se despidió el inglés con el puño izquierdo levantado.
Durante el intermedio, la pantalla gigante mostró mensajes de crítica hacia la guerra en Medio Oriente, la administración de Vladimir Putin en Rusia y de la unión entre el estado y la iglesia.
Las luces se volvieron a apagar. De pronto la pantalla mostró un cataclismo, un terremoto sobre el que se erigieron las cuatro chimeneas de la estación de energía de Battersea y sobre esta opulenta estructura voló un cerdo. Le llegó el turno al disco Animals, lanzado en 1977.
El concierto prosiguió con el tema Dogs, que tiene una duración 17 minutos
Esta canción se inspira en el libro Animal Farm de George Orwell, quien hace una analogía entre la sociedad y una granja donde los cerdos son los llamados a tener gobernar sobre las demás especies.
La pieza cierra con un niño tirándole una piedra a un tanque de guerra.
No hubo respiro. Los ladridos fueron continuados por el gemido de un cerdo, el preámbulo de Pigs. Waters aprovechó los 13 minutos que dura la canción para tirarle todos sus dardos al presidente de Estados Unidos, Donald Trump.
Durante la interpretación un cerdo gigante, el mismo que vaticinó que este día llegaría, voló sobre las 46.500 cabezas que abarrotaron el Estadio Nacional. Mientras esto ocurría la pantalla presentaba como flechazos las frases que han hecho popular la administración del magnate estadounidense. Frases cargadas de racismo, machismo e ignorancia.
La pieza concluyó con un contundente mensaje en español: Trump es un cerdo.
La crítica social continuó con el sonido de cajas registradoras, le llegó el turno a Money, otra de las consentidas del disco Dark Side of the Moon. Dicha canción es una crítica a la desigualdad social.
Waters no podía irse sin interpretar Brain Damage y Eclipse que representan el epílogo del laureado disco Dark Side of the Moon. Estos minutos fueron un tributo a la psicolodelia. Sobre el escenario se formó una pirámide con luces, para representar la icónica portada del álbum.
El músico estaba sobre el escenario presentando a sus músicos con el público, mientras el prisma aún brillaba.
Waters se detuvo. Por fin un respiro que reveló un humarascal que provenía del público. El músico inglés presentó a sus colegas, quienes lo acompañan desde el 21 de mayo del 2017 en esta gira bautizada Us+Them. Ya Waters tenía a toda Costa Rica en la palma de su alargada mano pero aún así se rindió en elogios. “Ustedes lideran al mundo en muchos niveles, por ejemplo, ustedes no tienen un ejército” gritó el inglés, acto seguido el estadio rugió fuertísimo.
Pero los elogios no terminaron ahí. No. Waters reconoció la administración, en materia de derechos humanos, del presidente Carlos Alvarado, quien disfrutó del concierto desde palco Oeste en compañía de amigos. Con el pecho inflado de orgullo, los ticos se preparaban mentalmente para despedir el concierto, el cual finalizó con Mother y Comfortably Numb, dos piezas icónicas del álbum The Wall.
Desde el 16 abril sabíamos que este día iba a llegar. Aun así no estuvimos preparados para la magnitud del espectáculo. Y aún no lo podemos creer.