Suena como una ocurrencia pero a partir de esta semana octubre los canadienses tienen oportunidad de salir de sus casas, hacer la compras del diario y, si así lo quieren, pasar por una tienda y comprar un gramo (o hasta 30) de marihuana sin tener repercusiones legales.
O bien, podrán comprar desde sus casas en una tienda en internet, sin temor a que el paquete sea decomisado por tener extractos de THC, el componente psicoactivo del cannabis que causa que las personas se droguen.
La posibilidad se abrió en junio, las dos cámaras del parlamento canadiense aprobaron la ley C-45, que le permitiría a los ciudadanos la posesión, consumo, plantación y distribución de estos productos.
Si bien la marihuana ya había sido aceptada de forma medicinal desde el 2000, por muchos años no existieron leyes y reglamentos claros sobre su uso.
En Canadá la prohibición de la marihuana se instauró en 1923 y así, miércoles el 17 de octubre se terminaron 95 años de prohibición. Actualmente la industria ilegal en Canadá está valorada en unos 5 mil millones de dólares canadienses (unos 2,2 billones de colones) y se calcula que los canadienses tienen una de las tasas de consumo más altas en el mundo. Para rematar, Canopy Growth, la compañía de marihuana más grande del mundo, es canadiense.
Canadá es el segundo país después de Uruguay en legalizar la marihuana y es ahora el país más grande del mundo en abrir el mercado. Pero así como declarar algo ilegal no impide que se siga haciendo, declararlo legal tampoco significa que un país tenga todo listo para cambiar. Tanto quienes querían la legalización como los que no, tienen sus dudas.
Contradicciones
Hace cuatro años, el Partido Conservador de Canadá pagó una campaña publicitaria para difundir los peligros de la legalización de la marihuana.
Los argumentos presentados fueron los que posiblemente usted y yo podríamos encontrar hablando en una mesa con amigos: la marihuana trae problemas de aprendizaje, problemas de memoria y hace a la gente “más tonta”.
Sí, todo eso puede ocurrir si se consume marihuana, en tanto el cerebro del consumidor siga en desarrollo. Sin embargo, múltiples políticos en Canadá (y en el resto del mundo) han usado estas ideas como forma de ahuyentar los avances por legalizar.
De parte del bando a favor de la legalización, las palabras que se repiten para apoyar su punto son impuestos, impuestos e impuestos.
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Cuatro años atrás, el líder del Partido Liberal, Justin Trudeau, argumentaba que despenalizar y legalizar la producción de marihuana traería beneficios económicos y sociales para el país.
“Si regulamos la producción y la distribución –de la misma forma en la que regulamos el alcohol– sería aún más difícil que la consigan los jóvenes”, explicó Trudeau hace tres años.
Hoy, él es el Primer Ministro de su país, y es celebrado como uno de los políticos más progresistas de nuestros tiempos.
Antes de la ley C-45, Canadá estaba presa de una contradicción: Toronto, la capital del estado de Ontario, está en el top 10 de las ciudades en las que más se consume marihuana, según Seedo. En Vancouver, al suroeste del país, la venta de marihuana medicinal no estaba regulada pero dejó de ser penalizada por el gobierno local.
El gobierno federal permitió a inicios de este siglo el consumo medicinal y que los pacientes la plantaran. En el 2014, se creó la figura de “productores licenciados”, empresas multimillonarias que se encargarían de crecer las plantas y generar los productos necesarios para los pacientes, fueran estos aceites –extraídos de los tallos y semillas– o bien, capullos.
La prohibición de plantar fue eliminada para quienes lo habían hecho por años, pero los nuevos pacientes debían comprarle a los licenciados.
Después de ganar en las elecciones del 2015, Trudeau no solo prometió que llenaría los vacíos legales sobre la marihuana medicinal, sino que aprobaría el consumo recreativo para todo el país, convencido de que podría generar el cambio necesario.
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La demanda fue tal que la empresa Tweed debió importar marihuana para suplir la necesidad de sus clientes.
¿El resultado? El cargamento fue decomisado por la policía, quienes por costumbre retuvieron la asombrosa cantidad de hierba.
En el camino de Canadá hacia la legalización, queda claro que los prejuicios sobre la marihuana no se quitan con un par de leyes, aunque los consumidores abunden.
Los números
Según los censos de Canadá, un 42,5% de la población ha probado marihuana, es decir unos 15 millones de personas, de todas las 32 millones que viven allá. Un 16% –casi 6 millones– admiten haber consumido cannabis en los últimos 3 meses.
#Canada has officially legalized marijuana for all adults https://t.co/LTojN7mawh pic.twitter.com/tdEGBNhidj
— World Economic Forum (@wef) October 17, 2018
Como ya se mencionó, Canadá es el segundo país en legalizar nacionalmente el cannabis, después de Uruguay, pero con diez veces la población del país suramericano.
Desde que Trudeau llegó al poder el número de tiendas de marihuana medicinal se multiplicó y las licencias para la venta recreativa también. Esto hizo que el público se preguntara, ¿crecerá la cantidad de personas que fuman o consumen cannabis? ¿Será más fácil que llegue a las manos de jóvenes?
La respuesta definitiva es... No hay respuestas definitivas.
Si bien el gobierno federal abrió la puerta para que existieran dispensarios (tiendas de marihuana medicinal) y otros espacios de venta legal recreativa, cada estado de Canadá deberá acomodar sus propias reglas.
En algunos lugares, solo se puede comprar marihuana en tiendas del estado. En otras partes, solo en tiendas privadas. Ningún bar o restaurante podrá vender marihuana –al menos no por ahora– pero es posible que supermercados como Walmart lleguen a vender productos de CDB (aceite de cannabis de uso medicinal).
Por otro lado, aún no hay legislación sobre la producción de comestibles que contengan THC o CBD, un vacío que se espera contrarrestar más adelante.
No todo lo que brilla es ilegal
Leyendo la letra pequeña, queda claro que legalizar la marihuana no necesariamente significa que se pueda fumar por la libre.
Los canadienses podrán poseer, andar con ellos y compartir con otros adultos unos 30 gramos de marihuana, es decir, lo suficiente para hacer unos 60 puros. En la mayoría de las regiones, esto regiría a partir de los 19 años. En Quebec, la provincia francófona, la edad legal es 18, pero el gobierno entrante de esa región quiere subirla a 21.
Será un crimen federal darle marihuana a un menor de 19, con una pena de 14 años de prisión.
La siembra está permitida (cuatro plantas por persona), excepto en Quebec y Manitoba, en donde nadie podrá tener plantas en su casa.
¿Dónde se podrá fumar? Quizá esta es la pregunta más complicada.
En algunos estados como Ontario se podrá fumar en parques y calles, mientras que en la Columbia Británica esto será imposible.
En el municipio de Halifax, Nova Scotia, habrá zonas para fumar marihuana delimitadas por el gobierno local.
Fumar en hoteles, restaurantes, e incluso en su propia casa estará delimitado por el dueño de cada lugar.
Cientos de activistas por la legalización celebraron las decisiones del gobierno, pero algunas dudas persisten, sobre todo entre quienes vendían o consumían y enfrentaron a la ley por ello.
Se estima que al menos medio millón de canadienses tienen cargos por posesión o tráfico de marihuana (esto lo determinan las autoridades según la cantidad decomisada). Estas personas tendrán limitantes par abrir negocios de marihuana.
Lo que más preocupa a los activistas es que los cargos que se han impuesto no se irán, ni las penas por posesión ilegal se acabarán, tampoco los decomisos.
Con la ley aprobada en junio, las personas tendrán la oportunidad de consumir marihuana; sin embargo, este consumo no será considerado un derecho y no toda la marihuana será considerada legal.
Si una persona planta en Quebec, por ejemplo, esa marihuana sería ilegal, por lo que la policía podría hacer una redada en un local o una casa en la que se crea que haya una plantación. La policía también podría requisar a una persona que se sospeche ande más de la cantidad permitida o bien cerrar una tienda que no tenga licencia de venta.
Aún no hay legislación para producir comestibles ni para usar extractos de marihuana en productos de cuidado personal (jabones, cremas y ungüentos), por lo que se podría decomisar esa marihuana también.
En pocas palabras, la legalización permite el consumo, sí, pero solo de las formas legales.
¿Y el pasado?
“Quienes fueron policías, e incluso políticos que se oponían al movimiento de legalización están haciendo negocios de esto mientras continúan apoyando que la policía arreste a personas pacíficas que tienen dispensarios, el negocio por el cual la marihuana se volvió legal”, dijo Jodie Emery en una charla en una conferencia de ideacity.
Ella es la esposa de Marc Emery, un activista que publicó la revista Cannabis Culture en una época en la que incluso tener una revista sobre el tema era ilegal y penado con cárcel.
Marc Emery fundó una empresa que vendía semillas de marihuana en un plataforma de internet y hacía envíos por correo, lo que le valió ser detenido y encarcelado en el 2009.
Él y su esposa fueron arrestados en el 2016 y 2017 por tráfico de semillas y capullos de marihuana, aún cuando el gobierno pretendía legalizar la venta.
Una persona como Marc Emery o su esposa Jodie, que han tenido cargos por posesión de hierba, la tienen difícil para conseguir licencias con el fin de vender y plantar marihuana, aún con la nueva ley. Es decir, muchas de las personas que fomentaron la cultura del cannabis ahora tienen dificultades para insertarse en el negocio.
“Se están haciendo conferencias en las que se explica lo rentable que será invertir en marihuana y lo increíble que será para el mundo (…) pero se persigue a las personas que crecen su propia marihuana, llamándola ilegal, mientras protegen a los grandes capitales que están produciendo marihuana bajo una licencia, ¿por qué unas personas pueden y por qué otras no?”, señaló Jodie.
Se espera que con los impuestos a la marihuana Canadá genere unos 76 millones de dólares estadounidenses en el primer año.
Las leyes para evacuar los vacíos legales ya se están escribiendo en cada jurisdicción.
Las autoridades de Canadá tienen claro que es un trabajo en construcción y que ninguna ley sería perfecta de buenas a primeras. Cam Battey, gerente de operaciones de Aurora Cannabis ve el futuro prometedor.
“Nos hemos vuelto una industria prominente en Canadá y no creo que seamos vistos como una ocurrencia. Creo que el mundo espera que hagamos esto bien”, aseguró a The New York Times.
Por su parte, la activista Jodie Emery cree que la venta libre de marihuana no es el fin de la conversación.
“Deberíamos tratar de quitar de los registros criminales las ofensas relacionadas con marihuana de las personas no-violentas, persona como yo”, dijo a CBC de Canadá. “Yo fui acusada de tráfico y ahora estoy excluida de muchas formas de este llamado mercado legal”, finalizó.