
El poder de unificación colectiva que se produce con las canciones de Sonámbulo Psicotropical es un fenómeno irrepetible. A su vez, la capacidad que tiene la banda para generar un desborde de energía en vivo, es un efecto que cuesta ver con otra agrupación nacional en la actualidad.
Tras varias modificaciones significativas en su alineación, el conjunto retoma el foco de los escenarios ahora con un material nuevo, que recién se expone en su formato en directo.
Su tercer disco, Domitila y su jardín, salió en julio pasado y se ofrece como el trabajo más experimental de una discografía que resume 12 años de carrera.
El álbum A puro peluche (2007) fue el registro de un material enérgico y ya popular para el momento de su salida, mientras que Psicosonorama (2014) fue la consolidación de un sonido propio, con himnos como La maraca, Habichuela y El último bikitin.
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El nuevo álbum, que sobrepasa por poco los 25 minutos de duración, mantiene la esencia que mezcla lo latino con lo africano, pero ahora en un formato un poco más reposado, menos “psicotropical” (probablemente por la ausencia del teclado) y sin algún coro tan memorable como el de otras piezas más antiguas de su repertorio.
El trabajo deja de lado el espíritu de fiesta y, más bien, se envuelve más en un cuento, si se quiere un poco místico, pero siempre rico rítmicamente.
La narrativa cobra un papel preponderante en Domitila y su jardín, con locuciones que sirven de antesala para algunas de las canciones. Para no perder esto de perspectiva, en el concierto de presentación, la banda decidió interpretar la mayoría de temas del disco nuevo de manera consecutiva, en medio de dos bloques de sus canciones de antaño.
De esta forma, la historia de sanación espiritual de Domitila mantuvo su fluidez original, introduciendo al público dentro de su mundo y dentro de su jardín, pero a la vez recordando las canciones que Sonámbulo ya ha hecho eternas.
El concierto de presentación sobrepasó las dos horas y media de duración. Transitó de manera continua en medio de la propuesta rítmica agresiva, reforzada por una destacada puesta lumínica y el apoyo de visuales a cargo de Tito Fuentes (bajista titular de la banda).
David Cuenca ya tiene más que asimilado en su papel de vocalista principal del conjunto. Debajo del mismo sombrero que usara en vivo su hermano Daniel, se le ve con naturalidad como eje central de una propuesta donde lo grupal siempre es relevante.
La preponderancia de la percusión se mantiene en buen balance con las grandes líneas del trío de vientos, protagonista en muchos momentos que buscan levantar los ánimos de las canciones.

Para el concierto hubo artistas invitados, como la cantante María Laura Castro, quien fungió como corista, mientras que, para la segunda parte, de manera sorpresiva, el grupo invitó a tarima a Roberto Román (Cuba), quien fuera segundo vocalista del grupo hasta el 2016, así como al tecladista Manuel Dávila, quienes fueron parte de la alineación “clásica” del grupo.
Tener de regreso a Sonámbulo con material nuevo siempre es una buena noticia. Su relevancia en la escena local se entiende con su repertorio grandilocuente, conectado con las raíces rítmicas de nuestra cultura y con nuestra necesidad de celebración, ahora matizada también con la necesidad de escuchar narraciones con un fondo interesante, presentado en un formato musicalmente muy atractivo.
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El concierto
Artista: Sonámbulo.
Lugar: Jazz Café Escazú.
Fecha: 4 de agosto.