Nunca en su vida Bruce Springsteen había dado un show tan estático y ante tan pocas personas como el que grabó Netflix en el Walter Kerr Theatre de Broadway en julio pasado... Y en buena hora.
Así lo quiso, así lo imaginó y así lo hizo El Jefe: ya hace varios años traía en mente un proyecto diferente, donde su brazo no se movería en círculos con su guitarra eléctrica frente a millones de personas que abarrotan un estadio. Todo lo contrario; Springsteen quería abrir su alma frente a la oscuridad de las butacas y el abrazo de la caja de resonancia de su guitarra acústica.
Springsteen on Broadway es justamente eso: una autobiografía poética de sus dolores y sonrisas; un recordatorio de una vida que, sin importar las diferencias, se siente propia en el espectador.
LEA MÁS: Bruce Springsteen celebra 50 años de carrera musical, medio siglo corriendo
Sin parar de correr
La producción de Springsteen comienza repentina, sin chance de dar un aliento.
En el primer fotograma, miramos al veterano cantante en un primerísimo plano, con los ojos caídos y los hombros desvanecidos por los bordes de la pantalla.
Su simple cara delata lo que se viene: un recorrido –narrado y cantado– sobre ser niño, ser hijo, ser padre, ser amado y ser responsable. Crecer, nacer y morir parecen ser estaciones de una ruleta en la que los sabores se entremezclan y detonan en canciones y acordes.
Tan solo acompañado por su guitarra y piano, El Jefe arregló en versiones acústicas muchas de sus piezas más memorables y sentidas, con particular emoción en My Hometown, Thunder Road, The Promised Land y Born in the U.S.A., por decir algunos de los títulos que parecieran ser más atesoradas por el artista de 69 años.
Tal monólogo, en el que navega entre sus canciones y excava en sus emociones, se ve tremendamente permeado por su libro Born to Run, autobiografía publicada en el 2016 donde relataba con precisión y poesía sus cuarenta años de carrera.
LEA MÁS: Seis cosas que aprendimos de 'Born to Run', autobiografía de Bruce Springsteen
Una vez publicado su libro, la idea de hacer un recital íntimo había invadido su mente con intensidad.
“Quería hacer algunos shows que fueran lo más personales e íntimos posible. Elegí Broadway para este proyecto porque tiene estos hermosos teatros antiguos que me parecían el escenario adecuado para lo que tenía en mente. De hecho, con una o dos excepciones, los 960 asientos del Teatro Walter Kerr lo convierten probablemente en el lugar más pequeño en el que he dado un concierto en los últimos 40 años”, dijo el cantante en las vísperas de su concierto.
“Mi show es solo yo, la guitarra, el piano, las palabras y la música. Se habla un poco del espectáculo, se canta un poco. Hablo libremente sobre mi vida y mi trabajo. Todo con el objetivo constante de brindar una noche entretenida y comunicar algo de valor”, agrega el cantante, quien en el espectáculo evita ser aleccionador y aún en sus historias más crudas deja ver un halo de esperanza y optimismo en su mirada.
LEA MÁS: La historia (no contada) del Concierto de Derechos Humanos
Este espectáculo comenzó a interpretarse en agosto del año pasado. La temporada en este teatro se alargó hasta el pasado sábado, justamente el día antes en que Netflix publicara el show.
El hipnotismo que provoca Springsteen en escena, quien únicamente es acompañado por su esposa Patti Scialfa durante unos minutos en tarima es inolvidable para el espectador y deja que las más de dos horas y media que dura el espectáculo pasen en tan solo un segundo.
Tal efecto es logrado en buena parte por el director Thom Zimny, quien anteriormente había dirigido el documental Elvis Presley: The Searcher, para HBO.
Conviene no revelar mucho sobre las historias que cuenta Springsteen en el show por la sencilla razón de que él mismo las narra como nadie más puede. Pareciera lógico, pero cuando es hora de escuchar a El Jefe, la capacidad de asombro nunca se pierde.
Spotify también subió el espectáculo en audio.