Pedro Navaja caminaba con un tumbao de guapo. No se imaginó que la muerte le estaría pronta a llegar de manos de una mujer. Nadie se enteró, o se hicieron de la vista gorda; solo Rubén Blades lo contó.
En el mismo viejo barrio donde murió Navaja –uno que podría ser cualquiera de nuestra Latinoamérica– Rubén y su poética música expusieron la historia de Juan Pachanga, ese hombre que ahogaba las penas del engaño en fiestas, trago y ron. A Juan se le veía feliz, pero su dolor era por dentro. Rubén lo reveló.
A ritmo de salsa conocimos a Ligia Elena. La hija de los vecinos de la alta sociedad que un día decidió fugarse con el trompetista que la encantó con acordes de cariño eterno porque, a pesar de lo que le exigían sus padres, pudo más el amor que el dinero. Ahora, según dice Rubén, Ligia Elena y el músico viven contentos y llenos de felicidad.
Blades además nos presentó a Sebastián, al que llamaban el loco del barrio. Él, deambulando y corriendo por las calles, tenía un ideal en su vida: armar una nave espacial para salir de ese barrio de mierda hacia el espacio sideral con su novia imaginaria. Aunque lo llamaban loco, Sebastián apuntaba a lo que muchos buscamos: el amor pleno y sincero.
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Con más sentimiento, Rubén nos contó que vio sentado en una banca del parque a Camilo Da Silva sufriendo la soledad y el olvido que a muchos les llega con la vejez. El viejo extrañaba a su amada Manuela a la vez que recordaba al hijo que se fue de casa porque así es el destino.
No podía faltar en aquel vecindario de diferentes culturas, clases y costumbres, una mujer empoderada, bella y admirada por todos. Rubén describió a Manuela como una belleza de pies a cabeza, que volvía locos a los hombres que la deseaban enamorar y mataba de celos a aquellas vecinas que se preguntaban qué tenía Manuela que ellas no.
Rubén Blades ha llevado a la audiencia por un recorrido no solo de las realidades sociales y culturales que viven nuestros pueblos latinoamericanos, sino que ha usado la música para darle un rostro a aquellas historias que alimentan todos los días el porvenir de nuestra idiosincrasia.
Hoy, desde estas páginas celebramos el cumpleaños número 70 de uno de los representantes artísticos más importantes que tiene nuestra cultura.
De Rubén se ha dicho mucho, pero todavía él mismo tiene más por contar porque la creatividad no tiene límites, los sueños tampoco y mucho menos el cuestionamiento provocado por necesidades políticas, económicas y sociales que vive nuestro continente.
Una voz, un legado
Su mamá era cubana, tocaba el piano y cantaba, su padre fue percusionista. En casa siempre hubo música tan variada como las raíces de la familia Blades Bellido de Luna: Cuba, Colombia, España y hasta de Santa Lucía fueron los sonidos que lo criaron. Pero fue la abuela Emma, feminista, defensora de los derechos y poeta quien influyó de manera más fuerte a Rubén.
Nacido el 16 de julio de 1948 en el barrio San Felipe, de la Ciudad de Panamá, Rubén irrumpió oficialmente en la escena cuando publicó el disco De Panamá a Nueva York (1970), en colaboración con la banda del puertorriqueño Pete Rodríguez; el álbum mostró los dotes de Blades no solo como cantante, sino como compositor y cronista de la realidad y narrador de sueños.
Un ejemplo de ello es Juan González, tema que abre dicha producción y que ha sido considerado por la audiencia como una evocación a la muerte del Ché Guevara. Ante esta idea popular, el propio Rubén comentó en su página web que sí se inspiró en la figura del guerrillero pero no buscaba repetir la imagen de Guevara. “Yo estaba utilizando el ideal con el que vivió Guevara para crear una figura ficticia (...) En ese tiempo no era fácil ese tipo de trabajos porque había varias dictaduras militares en América Latina; así que esa canción no era exactamente un tema que te iban a tocar en la radio. Lo que tratábamos era crear una imagen de respeto hacia las personas que estaban sacrificando su vida por crear una mejor sociedad: independientemente de que uno esté de acuerdo o no con la ideología o con el método, creo que siempre se debe un respeto al ideal honesto, a la manera honesta de expresar ese sentimiento”, explicó el compositor.
La línea de relatos no solo a ritmo de la salsa, sino de una amplia gama de géneros y fusiones musicales, siguió durante todos los años que ha estado activo artísticamente Rubén. Eso sí, con su probada versatilidad el panameño también ha tenido el chance para cantarle al romance y al amor.
Un retrato sumamente acertado sobre el trabajo de Rubén es el que escribió el periodista Ossiel Villada de El País: “Para ser precisos Rubén Blades es, por encima de todo, un escritor. Así como Gabriel García Márquez fue, antes que nada, un enorme músico. Ambos eligieron el duro y bello oficio de narrar la vida. Y esa es la razón por la que muchas canciones de Blades son cuentos o novelas que se cantan, mientras que muchos libros de Gabo son boleros o vallenatos que se leen. Y en ambos vamos abrazados con la vida, bailando sus penas y sus dolores", afirmó el reportero.
Y es que no solo desde la trinchera de la música ha alzado la voz. Rubén, como buen rebelde, también se ha destacado por su conocimiento político y en leyes, tanto así que se apostó por convertirse en presidente de su país en la contienda de 1994 (en la cual quedó de tercero de siete aspirantes) y luego obtuvo el puesto de Ministro de Turismo (2004-2009).
Empero, sus aspiraciones y trabajos políticos no lo alejan de las artes. Ser actor, escritor, músico, cantante y compositor está presente en su ADN y nunca se apartarán de él aunque con los años ha demostrado que no solo las metas y las intenciones pueden cambiar, sino que los impulsos también.
A lo largo de su carrera Blades ha expuesto a la sociedad desde que comenzó con obras como Siembra, Maestra Vida y Buscando América; para luego demostrar que la mutación es natural mientras mantenga la esencia con trabajos como Tiempos y Mundo; estos dos últimos que grabó con los costarricenses de Éditus y Wálter Flores.
De sueños y realidades es que ha alimentado Rubén Blades a la música del mundo, no es de extrañar que su legado, sus personajes y todas sus historias sobrevivan mucho más en el tiempo. Al maestro Blades en su cumpleaños le agradecemos darnos esas dosis de realidad a través de la ficción, del humor, de la música.