Nuevamente lo mismo. Habiendo terminado lo que en Teletica llaman “una nueva temporada de El Chinamo”, es un ejercicio sumamente complejo y creativo tratar de abordar este espacio nuevamente en la crítica de televisión, con la seriedad de este espacio. Lo que El Chinamo tenía para mostrar ya fue mostrado en plenitud hace varios años; pocos elementos destacan que puedan valorarse como mejoras al conjunto. En esta ocasión el abordaje sería un poco más reflexivo.
Preguntemos rápidamente lo siguiente: ¿Es o no esta edición de El Chinamo idéntica a la anterior? ¿Y tras anterior? Que algunas cápsulas sean nuevas o diferentes, o a cargo de otro grupo de personas no lo hacen novedad realmente. Haga un ejercicio de reflexión. Si al final su respuesta es que aun así le gusta el show, se entiende que efectivamente en la oferta y demanda intermedia el gusto. Aun así, vamos a explorar algunos puntos de este programa.
No hay competencia. Insistir en que la inexistencia de competencia para el programa les hace innecesario el cambio es vital. Sin embargo, en declaraciones del productor, parece que consideran que la competencia sí existió para El Chinamo. Mencionan a Combate e Informe Once, pero no. No es lo mismo un programa de otro género televisivo, y tampoco es lo mismo un programa fijo a uno de temporada breve.
Mencionan como Repretel nunca mantuvo su propuesta, pero que la competencia falle miserablemente, no redunda en méritos del producto propio, sino en las falencias del rival. Decir que este programa siempre le ganó a Informe Once muestra una lectura fría y obtusa de la data, ya que la creatividad no se mide con la vara del rating.
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Tradición. No, tradición el tamal. El portal. Si gustan, el árbol. Una tradición se constituye cuando las generaciones adoptan el gusto y promueven la recurrencia de los eventos en el tiempo. Insistentemente debería preguntar ¿Cuál generación ha cargado la “tradición de El Chinamo” estos 18 años? Se comprende la intención y pretensión comercial de intentar llamar a esto una tradición, pero debe quedar claro, muchas audiencias no podrían aceptar esto como una tradición, lo que anula dicho mote.
El contenido cultural. Y cerrando, es imposible no mencionar la plétora de chistes de mal gusto, portadores de una sociedad que convierten al espacio en un bodrio violento y grosero. Como muestra, basta mencionar el personaje vetusto de Papi Pazz que aporta con su humor a esa visión grosera y de mal gusto que más recuerda a una cantina que a un programa televisivo. Otro ejemplo es representado por Víctor Carvajal, quien luego de que Carlos Álvarez degustara los productos de la sempiterna intervención de una actriz con comida en una bandeja, siempre le contestó en una jerga coloquial sobre su gusto por “comérselo todo”. No hay más que agregar, porque el cuento se cuenta solo.
Sumado en este rubro, podemos mencionar los planos y el uso irreflexivo de modelos femeninas en espacios donde no caben creativamente o son básicamente una parte del escenario. ¿Por qué el trasero de la mujer es susceptible de ser detallado en el encuadre y no el de escasos varones que aparecen en el show? Manténgalo sencillo, sin necesidad de verlo desde una óptica feminista, esto muestra incluso un atisbo de machismo rancio.
No leer el feedback de la audiencia, muestra un programa que no se cansa de repetir el mismo bucle año con año. El Chinamo no cumple 18 años de vida, más bien unos cuantos de haber pasado a mejor vida.