Con cada edición de Miss Universo, es claro que tenemos mucho que aprender sobre la realización internacional. En el país nos basta tan poco para llamar “superproducción” a un rejuntado de cámaras en un evento cualquiera. En definitiva, distorsionamos la opinión del público mal formando su criterio de lo que es una buena realización.
No discutamos sobre las diferencias porque podemos ver que no es tema de recursos, sino de ingenio. Le ruego se imagine un pequeño Miss Universo en Costa Rica, y ratifique que es posible al margen de los recursos, aplicar mucha creatividad para hacer un espacio dinámico.
Lo bueno
Hay en estos concursos –sean de su gusto o no– una planificación muy buena en la relación puesta en escena y tiros de cámara (los ángulos, el empotramiento de la cámara). Algo que no pasa en el país, donde el tiro de cámara muchas veces es resultado del espacio que queda libre.
En esta edición de Miss Universo se pudo ver un planteamiento similar a una entrega de premios o concierto, con tarima larga donde el público encuentra vacíos para ubicarse y aportar muchísimo movimiento al entorno. La necesidad de pensar en estos tiros de cámara en un entorno mucho más abierto que el planteamiento de una tarima en el teatro, hace que la composición se abra a una dinámica visual bárbara.
Impresionante el manejo del tiempo en los cortes, donde se sale con dinamismo visual y no solo con un “videobullón” de música sin correlación con el evento, como pasa acá. Los VTR (videos pregrabados) aportan muchísimo, con una calidad superior, incluso al mismo evento. Estos videos muestran el proceso previo a la final y muestran otros espacios a los que no tenemos acceso regularmente.
Los dos puntos anteriores se relacionan muy estrechamente con los desfiles, tanto de traje de baño como de gala. Ha aprendido la organización con el paso de los años a evitar el desfile extenso, avanzando a una suerte de videoclip con música perfectamente cronometrada que aporta a ese ritmo ascendente en cada bloque. Ahí uno siente que está viendo algo que de verdad tiene continuidad entre bloque y bloque.
Lo malo
El mismo reto que enfrenta la televisión tica en eventos que no son recurrentes (conciertos o partidos de fútbol, por ejemplo), pasa en Miss Universo. Debe ser evidente para la audiencia que los presentadores que se agrupaban para hacer rápidos comentarios sobre las participantes realmente hacían gala de una opinión endeble, chafa y carente de sustento. Eso pasó con los presentadores Ashley Graham, Carson Kressley y Lu Sierra.
El “me gusta” era cosa constante, donde una justificación sobre materiales, composiciones, locomoción era pedir demasiado. Esa opinión vacía se ha impregnado en todas y cada una de las propuestas televisivas que se relacionan con la moda, el modelaje y el maquillaje, industrias que, con la sinceridad y rigurosidad del caso, nunca han encontrado un acervo instructivo para su crítica, la que se reemplaza por un juicio de gusto.
Más malo aún: esto mismo nos sucede en Costa Rica, con presentadores que piensan que sostener el micrófono es igual a sostener el espacio audiovisual y decir cualquier cosa.
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El lounge (dinámica agria que pulula en este país) se usó en el concurso internacional evidentemente patrocinado por una marca de productos de belleza que poco partido logró de su presencia. Más allá de algunos clips, el aporte de este espacio fue poco.
Al menos en Miss Universo la presentación en el lounge fue sumamente breve y con un VTR. Ahí radica el valor de la inversión y no se agota al público con una demostración o degustación salida de un teatro de colegio, como ver gente comiendo pizza o gallos con tortilla disfrutando de modo forzado.
Sobre la participación de Natalia Carvajal, quien logró clasificar al top 10, cabe destacar que realmente se manejó con mucha propiedad, incluso jugándose el chance de bromear al conductor Steve Harvey en un ambiente que sin duda es hostil para la mayoría de participantes. Esto muestra que realmente se sentía cómoda, y es que al final se molestara Harvey o no, los chances de un desaguisado en un programa en vivo como este, no son muchos. Ese pequeño acto la colocó muy bien de cara a la audiencia y muestra un buen sentido del humor.
Por otra parte, en un escenario tan multicultural, la mezcla de esa cantera de formas está tan relacionada con la producción, con colores y sonidos que dejan leer esa multiculturalidad. Esto es algo que nos habla de una mirada creativa y de producción que tiene glamour y estilo sin convertirse en el popurrí en que suelen terminar las puestas en escena de nuestros programas criollos.
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Es decir, la estética se piensa en relación con todos los extremos que conforman nuestra necesidad de comunicación, y esta es la frase que debería retumbar en la mente del productor nacional al ver un evento como Miss Universo.
Espero que luego de leer esto, usted pueda crear una relación entre este tipo de eventos –si es que lo vio y le gusta– y lo que tenemos acá, y pueda reconocer que no se trata de cámaras o aforos, sino de mística al trabajar.