Dancing with the Stars juntó por quinto año consecutivo a un grupo de figuras costarricenses para disputar un trofeo que reconoce tanto el buen baile como la popularidad. Sin embargo, la herencia de la muy gustada competencia de ballroom de Teletica en el 2018 va mucho más allá de la perfecta sonrisa de Johanna Solano al saberse la ganadora.
DWTS fue el trampolín desde el que varias personalidades relanzaron su carrera televisiva, y también donde otros al parecer la finalizaron. Hagamos a continuación un repaso por las ganancias y pérdidas de todos los participantes, así como otras anotaciones que vienen al caso.
Johanna Solano: Más allá de su triunfo en la competencia (meritorio, sin duda), su participación en DWTS es el cierre de una calculada estrategia de consolidación de Solano en el medio televisivo local. A diferencia de otras ex-Miss Costa Rica que han procurado una carrera en la televisión local tan pronto se hicieron con la corona de belleza, Solano (Miss CR 2011) se dedicó al deporte y fue así como llegó a la televisión mexicana. Sin embargo, en Costa Rica hasta este año era relativamente desconocida para el gran público.
El 2018 fue el año de su relanzamiento, y Teletica la respaldó en su intención de consolidarse como presentadora de televisión. Así, primero la vimos debutando como conductora en la Revista Mundialista, donde su aporte fue poco significativo, y luego le llegó la esperable convocatoria a DWTS, luciendo el cartel de favorita incluso desde antes de iniciada la temporada.
La competencia fue muy bien aprovechada por Solano, cuya imagen se volvió habitual para el televidente con el paso de las semanas. Ahora, ya con una base para trabajar, no debe extrañar que pronto se le vea vinculada como presentadora en producciones de más alto perfil de Teletica. Aún así, parece una asignatura pendiente el desarrollo de una personalidad televisiva con distintos ángulos, pues su eterna sonrisa da poco espacio para mostrar facetas menos olímpicas. Frente a las cámaras Johanna Solano siempre se muestra en modalidad ganadora, y si bien puede parecer un modelo aspiracional (por algo todos sus mensajes en redes sociales son llamados al positivismo), también puede lucir distante y demasiado perfecta.
Keyla Sánchez: Si bien al final quedó en el segundo puesto, Sánchez es la ganadora del pueblo. Entró a la competencia con una actitud desafiante, encaradora, y supo jugar la carta de confrontar al jurado con tal de defender la creatividad de su coreógrafo, Michael Rubí. De hecho, Keyla y Michael fueron la pareja que mejor se complementó, y ella ayudó a que el coreógrafo luciera su personalidad y buen don de palabra. Así, mientras que Johanna Solano siempre pareció la chica buena que juega según las reglas, Keyla se salió una y otra vez del libreto y tomó riesgos, dándole emociones y polémica al programa.
Sánchez también se valió de DWTS para finalmente desmarcarse de la sombra de Yiyo Alfaro y Choché Romano, pues previo al concurso de baile su participación en medios venía siempre de la mano de ellos, como una especie de sidekick femenina del dúo de comediantes. Hoy no es arriesgado decir que Keyla es la más fuerte dentro del grupo de conductores de la revista ¡Qué buena tarde! y es casi seguro que Teletica seguirá apostando por ella como presentadora en otros formatos (y ojalá no en el rol de adorno que cumplió en la Revista Mundialista). Con un arrastre que da miedo en redes sociales (de todos los influencers de DWTS, ella es la más influyente de todos), Keyla Sánchez cierra el 2018 como una figura de alcance nacional: nada mal para alguien a quien hace apenas un par de años pocos podían reconocer en la calle.
Gustavo Peláez: Dio la sorpresa, por muchas razones. Al parecer su popularidad es mucho mayor de la que aparenta, pues según la producción, fue el voto de los televidentes el que lo hizo avanzar a la final sin una sola nominación al duelo de expulsión, aún cuando su desempeño tuvo altos y bajos (ocupó tanto el sótano como la cúspide de la tabla de calificaciones). En esto hay también que abonarle un enorme mérito a su coreógrafa, Yessenia Reyes, que asumió un rol mucho más protagónico que otros de los coreógrafos presentes esta temporada (en su caso, las circunstancias así lo exigían).
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Bien lo explicó el locutor y comediante en un intercambio que sostuvimos en redes sociales: el voto del público cuenta, y su caso es la mayor prueba. En mi opinión, es una lástima que el voto popular (cuyos datos son invisibles para los televidentes) resulte tan determinante en una competencia de baile, pues merma el espíritu de reconocer a los mejores. Al contrario de Jecsinior Jara, quien vino de menos a más, Peláez fue irregular y siempre causó extrañeza y suspicacia que se le dispensara de la posible eliminación. Verlo llegar al episodio final sin dejar los pelos en el alambre lo ubica en una particular categoría dentro de DWTS, al lado de otros exparticipantes como Mauricio Montero y Fitzgerald Haney, quienes también alcanzaron la instancia definitiva aún cuando era evidente que no se contaban entre los mejores bailarines. Es como el caso del estudiante que le cae bien a los profes y nunca se queda, aún cuando las notas digan lo contrario.
Jecsinior Jara: ¡Qué tremenda reinvención! Jecsinior tiene años de ser una figura recurrente del entretenimiento popular, sin haber logrado abrir espacios más allá del público que consume música norteña y gusta de los topes y corridas de toros a la tica. Cierto que con un nombre así es difícil olvidarse de él, aunque pocas personas pueden dar el título de alguna de sus canciones.
De ahí que solo haber sido invitado a DWTS ya era una exposición bienvenida para él. Lo que nadie se esperaba es que el cantante lograse en estas semanas ir más allá del personaje de sombrero y botas al que nos tenía acostumbrados y revolucionar su imagen y condición física, mostrando no solo una gran habilidad para el baile, sino también una personalidad amena y divertida que lo hicieron uno de los participantes más queridos de la temporada.
Jara pintaba al inicio de la competencia para irse a casa pronto, no solo por su falta de arrastre sino también porque su desempeño inicialmente no fue el óptimo. Sin embargo, en pocas semanas la calidad de su baile mejoró de modo inaudito (enorme mérito de su coreógrafa, Lucía Jiménez) y terminó como justo finalista, incluso por encima de la favorita Viviana Calderón. Eso sí que nadie lo vio venir.
Ojalá que Jara sepa aprovechar el empujón y diversificar su carrera, sin abandonar la movida grupera pero sí extendiendo su repertorio a otros estilos: no es descabellado que se arriesgue a hacer pop latino o balada.
Viviana Calderón: La gran perdedora, sin duda. Su exclusión de la final fue sorpresiva e injusta, pues desde la primera gala se perfiló como una de las favoritas, y su desempeño fue tan notable como constante a lo largo de la temporada.
Viviana entró a la competencia con la clara intención de ganarla, pues al contrario de participantes como Johanna o Keyla, su consolidación televisiva no dependía de DWTS. Calderón es ya una figura establecida y muy querida, con una trayectoria en la pantalla chica de más de una década que la respalda, y que ya sabe lo que es triunfar en un programa de Teletica Formatos, tras su victoria, en el 2008, en la segunda temporada de Bailando por un sueño. Para ella, el trofeo era el objetivo y desde esa perspectiva es claro que sus expectativas no se cumplieron.
Sin duda, su relación sentimental con el también concursante Pablo Rodríguez fue un factor distractor sobre la participación de Viviana en la competencia, no por ella (que actuó profesional y ecuánime) sino por el innecesario ruido y polémica que el otro levantó. Su noviazgo aportó una dosis de morbo bienvenida por la producción pero concentró en exceso miradas sobre Viviana, y cada gesto o reacción suya al poco memorable desempeño de Rodríguez era analizado con lupa por la prensa y espectadores.
Óscar López: Hablar bien del exdiputado me cuesta, pues su pasado político aún está demasiado fresco. Su participación en el programa fue una movida arriesgada de parte de Teletica y muchos usuarios cuestionaron a la televisora por abrirle espacio en su horario estelar a un político cuya gestión como diputado fue generosa en cuestionamientos y polémicas. Aún así, hay que reconocer que López supo aprovechar de la mejor manera la invitación a DWTS para darle un segundo y necesario aire a su figura pública.
Bailar no es fácil, y menos aún en danzas de salón. Ahora sumemos a eso la dificultad adicional de hacerlo sin ver y quizá, solo quizá, lograremos entender lo que Óscar López hizo. El mérito de lanzarse a dar volteretas y saltos frente al país con una discapacidad visual es enorme, y sería mezquino negárselo a López (quien contó con el extraordinario apoyo de la coreógrafa Tatiana Sánchez).
El político también logró concentrarse en su mensaje a favor de la población con discapacidad, justo el caballo de batalla con el que consolidó una década atrás el proyecto que lo llevó al Congreso en dos ocasiones. Por momentos mostró la personalidad beligerante y poco tolerante a la crítica que tanto le conocimos desde la curul, pero en general supo guardar la compostura, y eso ya es mucho decir.
Yokasta Valle: Estuvo poco en la competencia, apenas lo suficiente para elevar de modo sustancial su perfil público. Para efectos de Costa Rica, el gran referente del boxeo femenino siempre será Hanna Gabriels y a Valle le ha costado hacerse un lugar en la memoria colectiva, aún cuando también ha ganado títulos mundiales y su palmarés no tiene nada que envidiarle al de Gabriels.
Cierto que el baile nunca fue lo suyo, pero la pugilista ganó en estas semanas una exposición que difícilmente habría obtenido desde el cuadrilátero (lo cual está mal y debería llamarnos a reflexionar sobre las dificultades que enfrentan los deportistas de otras disciplinas en un país intoxicado por el fútbol). Esperemos que esto se refleje en un mayor despliegue mediático para Valle la próxima vez que se ponga los guantes para defender su cinturón de campeona.
Pablo Rodríguez: Por algo terminó excluido de la narrativa del programa, y al final de la temporada nadie se acordaba de él. Rodríguez llegó con la condición de ser el taco de ojo que debe enseñar los cuadritos del vientre (rol que antes ocuparon Daniel Vargas, Bismark Méndez y Daniel Carvajal), pero nadie esperó que se convirtiera también en la piedra en el zapato de la producción.
Como bailarín, el actor demostró ser un buen surfista y fue evidente su frustración ante las malas calificaciones, además de la poca química con la coreógrafa Alhanna Morales. Verse expulsado tan pronto de la competencia le dio pie para contarle a la prensa una serie de conspiraciones y supuestas intrigas a lo interno del programa que vinieron a ser el único rasgo turbio de la temporada. Las palabras de Rodríguez perjudicaron sin duda a su novia, Viviana Calderón, quien siguió adelante en la competencia mientras él disparaba indirectas contra todos.
Asumimos que el actor tenía claro que su futuro televisivo en adelante ya no sería en Teletica, pues se comportó como un legítimo kamikaze.
Amanda Moncada: Adorable como solo ella puede serlo, doña Amanda llegó a disfrutar y demostrar que la competencia debe ser inclusiva con todas las edades. Asumió el rol de mamá de la camada de participantes y aún cuando su expulsión fue temprana, se mantuvo vigente dentro del programa detrás de cámaras como un apoyo a los demás famosos. Una gran dama y en buena hora que el país tuvo oportunidad de conocerla más de cerca.
Wesley Vargas: Pagó el precio de ser el menos conocido de los famosos y por eso se marchó a casa de primero. Aún así se nota que se la pasó bien y ya logró ser reconocido más allá del ‘señor mayor que baila en El Chinamo’.
El jurado y los presentadores: Hilo conductor de cualquier formato de concursos, los jurados y los presentadores son quienes le dan los rasgos de personalidad al programa. El mejor ejemplo, viendo para afuera, sin duda ha sido American Idol en su etapa más exitosa, cuando Simon Cowell, Paula Abdul y Randy Jackson eran un panel en el que cada uno cumplia un rol específico (Simon el despiadado; Paula la maternal, y Randy el amigo cool), complementados por Ryan Seacrest como el carismático presentador que desarrolla la cercanía con los participantes y sus circunstancias.
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En sus 10 años de trabajo, Teletica Formatos ha probado distintas combinaciones en sus jurados, no siempre logrando que los especialistas funcionen al mismo nivel. En los primeros años de Bailando por un sueño, Flor Urbina destacó como la “jueza de hierro”, muy por encima del desempeño de compañeros de mesa como Martín Aldaburu o Sabrina Fuchs.
No es sino hasta Dancing with the Stars que se nota que Teletica ya cuenta con un jurado sólido y protagónico. Flor Urbina, David Martínez y Alex Costa se entienden y se complementan, y sus criterios tienen valor y peso. Martínez es el juez principal y nadie le disputa el centro, pues es quien emite las opiniones más severas y técnicas; Flor es multidisciplinaria y si bien aún da fallos rigurosos también se deja llevar por lo emocional, mientras que Alex se encarga de las anotaciones de humor.
En cuanto a la presentación, Randall Vargas sigue sólido como el anfitrión que Teletica tanto necesitaba para reemplazar a Édgar Silva; con la ventaja de que Vargas es aún más versátil y lo mismo puede estar al frente de concursos de belleza o competencias de baile que de programas de música o deportes. Shirley Álvarez hace lo que le corresponde, ni más ni menos, y ese ya es su estilo, por lo que de su parte es poco lo que se puede decir. En cambio, la incorporación de Bismark Méndez como el presentador tras bambalinas sí fue un gran acierto, pues sus aportes fueron significativos y amenos. Yiyo Alfaro estuvo también por ahí, pero no suficiente como para pesar en el programa.
Los coreógrafos: En las primeras temporadas los profesionales del baile se limitaron a ser complemento de los famosos con los que se les emparejaba. Sin embargo, este año notamos a varios de ellos con mayor libertad para hablar frente a las cámaras y compartir el protagonismo con su pareja célebre. Especialmente destacados fueron los casos de Lucía Jiménez, Michael Rubí y Yessenia Reyes, quienes se hicieron sentir, y para bien, a lo largo de la temporada.
La diversidad: La quinta temporada de DWTS ha sido sin duda la más variada, en cuanto a la conformación de su elenco. Nunca antes el programa ofreció un equipo de famosos tan variopinto y representantivo de los distintos grupos que conforman la sociedad costarricense: adultos mayores, migrantes, mujeres jefas de hogar, discapacitados y personas LGTBI pasaron a lo largo de las semanas por la pista de ballroom, ofreciéndonos un espectáculo impredecible, emocionante y cargado de matices. Aplausos para Teletica Formatos y su ya clara intención de evidenciar que el nuestro es un país diverso.
Presentación más memorable: Viviana Calderón y Nancy Dobles, por todos los motivos.
Presentación menos memorable: Keyla Sánchez y Marcelo Castro, por todos los motivos.
El sobreexpuesto: Víctor Carvajal. Teletica encontró en él la pomada canaria y el muchacho ahora participa de una u otra manera prácticamente en todos los espacios del canal. Carismático como pocos y dueño de un verbo desenfrenado y coloquial, Víctor resultó el conductor natural para El ojo de Dancing, el nuevo programa que se transmite posterior a la gala y que estira el alcance de DWTS un poco más en la noche dominical. A esto sumémosle que participó como bailarín invitado no en una, sino en dos de las galas.
Víctor divide al público: hay gente que lo ama y otra que no lo soporta. Sin embargo, más allá de nuestra actitud hacia él, lo cierto es que tanta exposición podría terminar por agotar el recurso antes de tiempo.
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Lo que viene: Sin duda que el 2019 traerá de vuelta a DWTS. Dejándonos llevar por los famosos que participaron de invitados en las distintas galas, uno podría especular que nombres como Jair Cruz, Nancy Dobles y Marilín Gamboa pintan como probables.