Casi 40 años después de que enamorara al continente como la humilde pero indomable Mariana, en la icónica telenovela Los ricos también lloran (1979), Verónica Castro repite su gesta en un mundo totalmente diferente al de aquel de finales de la década del 70: se trata de una especie de maravilloso paralelismo en su vida y en la de quienes la disfrutamos en aquel entonces, en televisores en blanco y negro y que ahora lo hacemos desde cualquier dispositivo digital, fascinados por Virginia de la Mora.
Por supuesto que en la ventana de tiempo entre Los ricos y La casa de las flores, Castro labró una fructífera carrera como protagonista de otras novelas icónicas como El derecho de nacer y Rosa Salvaje, así como cantante (¿?) y conductora de shows televisivos.
Los signos de interrogación al lado de “cantante” se originan en el decir de la misma Verónica, quien a lo largo de los años ha comentado en varias ocasiones que nunca entendió por qué la contrataban en los palenques. “Ay ya vengo a asaltar otro pueblo, si yo no canto, no tengo ni show, ¿por qué me traen?”, se preguntó durante una entrevista con Ismael Cala en mayo del 2013. “Ay porque eres una chaparrita que cae bien, me contestaban… de hecho el dinero que llegué a hacer lo hice del canto ¿qué te creés, de la actuación? De la actuación te puedes morir de hambre” confesó la ojiverde actriz, hoy de 65 años, en aquel momento.
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Pero volvamos a agosto del 2018. Antes de repasar la vida de sangre, sudor, lágrimas y triunfos de Verónica Castro, se impone desgranar cómo diantres logró el director Manolo Caro sacarla del retiro autoimpuesto y que francamente la tenía fuera de la retina pública, quizá como un buen recuerdo de aquellos años pasados, pero que no significaba ni un fu ni un fa en estos últimos dos lustros. Seamos honestos ¿quién se acordaba de Verónica Castro?
Porque si bien es cierto la vida de Castro no fue para nada tradicional (mamá soltera de dos hijos de papás diferentes, en una época y un México tan conservadores en los años 70), ella se mantuvo siempre auténtica, transparente, envalentonada cuando tocaba pero nunca fue protagonista de mayores escándalos ni grescas ni dimes y diretes con colegas o temas de cirugías extremas o relaciones sentimentales ronchosas.
La pura y santa es que cuando Netflix anunció la producción de La casa de las flores con Verónica Castro como protagonista, la mayoría apenas arqueamos la ceja. Claro, en mucho porque cuando empezaron a soltar los tráilers, estábamos totalmente engolosinados con la historia de Luis Miguel.
Pero tardó en aparecer Virginia de la Mora en escena como en rebobinar en automático nuestra memoria, no solo porque se nos agolparon imágenes de sus apariciones pasadas, sino porque Verónica guarda intacta esa esencia de picardía y naturalidad tan suyas y que ya estaban en el cajón del olvido.
La gran duda de ella –y la nuestra– es si logrará enganchar a los “millennials”, pues ha dicho que se le dificulta hacer la ecuación de ver a una tropa de jóvenes que ni conocían de su existencia, arrastrados por la serie.
Por lo demás, entre generaciones menos contemporáneas, La casa de las flores se convirtió en un fenómeno de audiencia inmediato, a partir de su estreno el pasado 10 de agosto.
Como todo, también tiene sus detractores, quienes simplemente no entendieron o no disfrutaron lo que muchos definen como una mezcolanza entre Dinastía, Desperate Housewives, El Chavo del 8, Modern Family y Club de Cuervos, todo en versión “sancocho kitsch” (que dicho sea de paso, según la Real Academia Española significa “estética pretenciosa, pasada de moda y considerada de mal gusto”)
Antes de seguir es menester advertir a aquellos lectores que no han visto la serie, que lo que sigue está repleto de spoilers o adelantos sobre Verónica y todo lo concerniente a La casa de las flores.
Secretos de familia
Una crónica de El Mercurio de Chile (sí, en todo Latinoamérica se está hablando de la serie) realiza una atinada descripción de lo que vamos a encontrar en lo que el autor llama “un placer culposo”.
“Una mansión y un estilo kitsch que inunda la pantalla. Canciones emblemáticas de Yuri, Gloria Trevi, Juan Gabriel y Alaska. Un tono de telenovela de los años 80, con diálogos que a ratos parecen imposibles”.
Viéndolo en retrospectiva, ya con La casa de las flores puesta en escena y arrasando, no nos podemos imaginar a otra protagonista de la historia, la matriarca de la familia, que no sea Verónica Castro. De hecho, como dice El Mercurio, ese acierto de casting es uno de los hits de La casa de las flores, que mezcla los tradicionales culebrones y la moral del cine de Pedro Almodóvar con series como Desperate Housewives o Dinastía, para dar forma a una ficción adictiva, un placer culpable con todas sus letras.
Ciertamente, a ratos todo parece sumamente exagerado, con algunas actuaciones que quedan debiendo pero que son compensadas con otras magistrales, como la de la raramente entrañable Paulina de la Mora (Cecilia Suárez), quien se ha convertido en la favorita del público, sin destronar a la matriarca, eso sí.
La historia es digna de su colorida y anárquica paleta de colores: justo el día en que una familia dueña de una florería en uno de los barrios más lujosos del D.F. celebra el cumpleaños del padre del clan, se decanta un desastre en dominó que sacude al espectador desde los primeros minutos y muestra que lo que se viene es humor negro sin contemplaciones.
Una mujer avanza lentamente hacia la sala principal de la florería y, en cosa de segundos, se observa cómo prepara una soga y se cuelga. Se trata de la amante de Ernesto (el padre de la familia), quien en adelante será mencionada más como “la colgada” que como Roberta, su verdadero nombre, y que a partir de ahí devela la doble vida de él.
No se trata de un drama menor, porque además Roberta deja en manos de Virginia a la hija de 10 años que procreó con Ernesto.
A cualquiera le daría un surmenage masivo, pero para la conservadora Virginia las apariencias son lo primero, a pesar de que la vida de su marido es un espejo de los enredos que protagonizan sus propios hijos. Paulina, la mayor (insistimos, por mucho el mejor personaje) está separada porque descubrió que su esposo era transexual; la de el medio, Elena, se emparejó con un novio afroamericano gringo y el hijo menor es gay... o bisexual... o gay... bueno, al parecer ni Julián lo sabe.
Ante semejante caos, Virginia va cediendo poco a poco a cometer ella misma sus propios escándalos, a caer en acciones impensables como recurrir a la marihuana para escapar de tantísimo estrés.
Sin ser necesariamente melodramática ni del todo divertida, La casa de las flores aprovecha el ingenio y la comicidad para tratar de normalizar el amor y la libertad.
“Es como colocar un espejo para mostrar lo que existe y no queremos ver. Es como abrir las cortinas para confirmar una realidad que hace rato explotó en la cara pero que pocos quieren contar, comentar o aplaudir. Existen las familias diversas, y estas familias siguen siendo miradas como raras”, opina la periodista Esther Vargas, del sitio Perú21.
Su percepción del regreso de “La Chaparrita” –mote de la protagonista en México– la comparten muchos: “Verónica Castro me parece hoy espléndida, y a pesar de no tener registros actorales para quitarse el sombrero, creo que el reto de transformarse en una mujer que jamás será en la vida real le hace bien, demasiado bien. Quienes la hemos visto en Los ricos también lloran o Rosa salvaje quizás estemos gratamente sorprendidos”.
“Me saludas al cacas"
Por su parte, el sitio español Fotogramas.es, analiza la serie desde el otro lado del continente. “El fenómeno estival de Netflix ha llegado este año desde México y con sabor muy, muy picante. La casa de las flores, que reformula el clásico culebrón familiar latino con una visión actual, ha llenado las redes con comentarios de sus adeptos, que imitan la forma de hablar de la hija mayor del clan, Paulina de la Mora (interpretada por Cecilia Suárez) y repiten frases ya célebres como “Me sa-lu-das-al Ca-cas” o “Es-toy en-gan-cha-dí-si-ma con el Ta-fil, oye”.
¿Qué dice la Vero?
Varios medios de comunicación estuvieron presentes en una entrevista con Verónica, en el previo del estreno de la serie, entre ellos la agencia AP:
“Con la fuerza de un huracán. Así entra Verónica Castro, de 65 años, al salón de un exclusivo hotel del Distrito Federal para su encuentro con la prensa internacional. “¡Esto es lo que queda de mí! Hoy ha sido la maratón”, exclama vestida con un colorido atuendo y con su emblemática cabellera suelta.
No se nota, pero lo cierto es que hacía tiempo que la recordada actriz de telenovelas no era parte de una campaña de promoción.
Desde que en el 2010 participó en la versión local de la teleserie argentina Los exitosos Pells estaba alejada de las cámaras. Esto hasta que el director Manolo Caro logró convencerla de suspender su retiro y la volvió a poner en el centro de un torbellino mediático”, reseña Ap.
“La verdad es que ha sido lo mismo, pero lo que pasa es que ahora ya tengo 50 y pico años de trabajo encima, así que, desde otro punto de vista, no es lo mismo”, afirmó. "Pero tengo alegría y mucha curiosidad respecto de lo que va a pasar. Estoy emocionada y me muero de ganas de saber qué es lo que piensa la gente joven, que no me conoce, y qué pensarán mis viejos de antes cuando me vean haciendo todas las cosas que hago acá”, agrega.
Arrolladoramente espontánea, Castro aseguró que le costó empatizar con su personaje, cuyos detalles conoció pocas semanas antes de comenzar a rodar los 13 episodios.
“La verdad es que no me conquistó nada ella. Pensaba que iba a hacer una cosa muy diferente. ¡Él me mintió!”, exclama antes de emitir una sonora risotada. “(Caro) Me dijo que ella era una madre amorosa, dueña de una florería. Entonces pensé: ‘Qué bonito, con lo que me gustan las flores, voy a aprender a cortarlas’. Y la verdad es que luego no me dejaron ni ponerme una flor encima”.
La realidad es que en el primer capítulo Victoria, el personaje de Castro, fuma marihuana. “Manolo no me lo había dicho y ya habíamos comenzado a filmar... Me resistí” .
Para decidir si continuaba con el proyecto Castro dijo que habló con sus hijos y ellos no se escandalizaron. Entonces se puso a ver otras series de Netflix, la plataforma de streaming por donde se estrenaría su serie. “Dije ‘¡pues si todo mundo se mete cosas y yo aquí como sonsa!’” recordó.
Otro de los motivos para acceder fue que sintió empatía por la situación por la que atraviesa Victoria. Como ya se dijo, en el primer capítulo se entera de que su esposo tiene una amante cuando la mujer se suicida en su propia casa. Pero eso es solo la punta del iceberg, sus hijos también tienen muchos secretos.
“De repente te das cuenta que tu marido no te funcionaba y que tus hijos no tienen nada que ver con lo que tu pensaste en un momento dado de tu vida. Es un poco lo que le pasa a cualquier familia, me pasa a mí, nos pasa a todos” , apuntó.
Como ejemplo, recordó “el saiote de Cristian enseñando las nalgas” en referencia a una fotografía viral que su hijo, el cantante Cristian Castro, publicó tras recibir un masaje en la cual tenía puesta un “saiote” o tanga, que no dejaba nada a la imaginación. “Todos tenemos en la vida algo en la familia que de repente salta y como eres artista o gente pública pues salta peor” , dijo Castro.
“Estoy muy preocupada por mis viejos, mi gente cautiva. No sé si ellos verán Netflix, pero no quisiera darles un mal ejemplo”, dice, medio en broma, medio en serio. “Nunca quise dar malos ejemplos y acá siento que estoy dándolos todos. Me costó aceptarlo, pero es lo que está pidiendo la gente. Y por fortuna o por desgracia estoy viva, tengo energía y tengo la oportunidad de trabajar, no me puedo quedar encerrada en casa. Hay que renovarse o morir”, explica.
–¿Y por qué estuvo tantos años alejada?
“No aparecía algo que me llamara la atención. Y lo busqué. Estuve por algunos canales y dando vueltitas por otros países. La televisión está cambiando y no me está gustando lo que se está haciendo”.
En ese sentido, la actriz decidió con La casa de las flores explorar las posibilidades de las plataformas de streaming: “La verdad es que es una locura, un mundo desconocido y decidí ver si me gustaba, si funciono y si me funciona. Es algo raro, pero que me produce mucha curiosidad”.
En todo caso, la experiencia ha sido para ella un descubrimiento: “Es totalmente distinto, otro mundo, porque en la telenovela todo es muy rápido y lo que importa es que parezca verdad. Acá no, acá todo debe ser más verdadero, desde los decorados y el maquillaje hasta las historias. Acá se tocan temas muy actuales, que los millennials están pidiendo. Ellos quieren que hablemos las verdades, de sexo y drogas. En las telenovelas esos temas eran imposibles de tocar”.
Consultada sobre si volvería a un nuevo ciclo de la serie, responde tajante: “No, yo le dije a Manolo que mi personaje ya solucionó todo lo que había que solucionar. Ya fui. Ahora ya quiero pasar a otras cosas, porque como decimos acá, yo ya solté el chongo (agrandarse), ya aflojé”, afirma antes de una nueva risotada.
Para Verónica Castro esto es un nuevo comienzo: “Esto de Netflix lo es para muchos. Estamos tratando de explorar una nueva forma de hacer melodrama, lo que antes se hacía en televisión, ahora es a través de una mirada cinematográfica. Y ojalá que a la gente le guste, porque a esta edad hay que dar gracias a Dios de que aún se acuerden de ti y gustes. Por eso estoy preocupada de los millennials ... ¡Quiero ser amiga de ellos!”.
¿Segunda temporada?
Tomando en cuenta las estrategias de Netflix cuando una serie resulta apabullante en su primera temporada, casi desde su estreno se puso en el tapete la posibilidad de una segunda temporada. La negativa inicial de Verónica de participar en una secuela puso a los productores a pensar en cómo seguir la historia sin ella.
Sin embargo, la revista mexicana Quien asegura que Verónica ha abierto una mirilla a la posibilidad de incorporarse al proyecto, si se diera.
“¿Qué más se te ocurre que pueda hacer? Yo creo que ya sería la decadencia. Tiene que venir más vieja, más marihuana. Como para entregar casi el equipo. Ya no le puede pasar mucho más. ¿Más cabrona? A los 70 años ya no te dan. Hagan lo que quieran, me vale m... lo que hagan. Ya no tienes fuerza para levantar ni siquiera la mano. Pero bueno, ahí veremos. A ver si les aguanto, con mucho gusto aquí me verán”.
¿Se desdice finalmente en sus palabras? ¿Conseguirá el director Manolo Caro convencerla para hacer la temporada 2 de La casa de las flores?
A no dudarlo, pronto sabremos lo uno o lo otro. Y como con la Vero nunca se sabe esperamos, fervientemente, que se desdiga.
Un pasado de luchas y escollos
“Transcurría 1952. En el plano internacional hubo acontecimientos como que Isabel II se convirtiera en la reina de Inglaterra, en Argentina murió Eva Perón y se produjo la vacuna contra la poliomielitis. En México, María Callas se presentó en el Palacio de Bellas Artes y se realizó la fastuosa boda de María Félix y Jorge Negrete”.
Así comienza la biografía oficial de Verónica Castro hasta llegar al nacimiento de Verónica Judith, mayor de cuatro hermanos e hija de un matrimonio de clase media que terminó en divorcio cuando ella estaba pequeña. El padre se desvinculó y su madre fue quien tuvo que sacar adelante a sus hijos, por lo que Castro siempre ha reconocido que hubo épocas de serias carencias. Su ímpetu artístico se decantó desde que estaba en primaria, pues era la primera en participar en actividades artísticas. Eran los años 60, la televisión mexicana evolucionaba rápidamente y Verónica pronto empezó a soñar con trabajar en telenovelas.
En una recopilación de varias entrevistas con ella publicadas en diversos medios a lo largo de los años, queda clarísimo que la Vero es una mujer valiente, consecuente, dicharachera, a veces excedida en franqueza y quien contesta todo sin cálculo alguno.
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Las batallas económicas que tuvo que librar durante juventud hoy son un recuerdo, a veces excesivo porque asegura que sí llegó a pasar hambre en algún momento. Su batalla por ser tomada en cuenta en Televisa puede haber demorado 15 años, ha asegurado.
“Había muchos escollos. El primero era ser bonita, porque de inmediato te consideraban estúpida. A mí me decían el ‘comodín’, porque me la pasaba en un pasillo atenta al momento al que necesitaran un extra..., mientras tanto me fui preparando en baile, como animadora, en actuación”.
Hasta que le llegó su gran momento, con Los ricos también lloran (1979), que fue exportada a más de 120 países y doblada a 25 idiomas.
Había tenido a su primer hijo, el hoy cantante Cristian Castro, a los 22 años, fruto de su primer gran amor, Manuel ‘El Loco’ Valdez. “Fue un shock terrible y más cuando me enteré de su verdadera vida. Tenía pareja y había tenido como ocho parejas más, y Cristian iba a ser el hijo número 13 que tendría”.
Su situación era desesperante. Se había comprado un carro viejo para trasladarse de trabajo en trabajo y, cuando Cristian nació, tuvo que empeñar el vehículo para pagar los gastos de hospitalización.
Una anécdota al margen es que, cuando nació su primogénito, ella producía tal cantidad de leche materna que los médicos la ponían en camas de hielo para detener un poco el flujo, pero como no lo lograron, entonces lo resolvieron dándole a amamantar a tres pares de gemelas, cuyas madres no tenían leche.
En 1979 tuvo a su segundo hijo, Michel, producto de una relación con el empresario Enrique Niembro, quien también resultó ser casado. Ergo, Verónica se convirtió en sempiterna madre soltera, pues nunca se ha casado y ahora, a sus 65 años, descarta por completo esa opción.
“No me fue bien en el amor, uno no se casa para divorciarse, y no, ya estuvo. Estoy muy bien así, tengo mi libertad, hago mis cosas, disfruto a mi familia y tengo mucha interacción con mis fans en redes sociales... he sido muy luchona, tuve que hacer un alto de muchas estupideces y pensar, por ejemplo, si soy una señora de tanta edad, me gusta comer bien y en calma, entonces ¿por qué me estoy tragando una torta o una bolsa de papas con un café?. Ahora disfruto pensar, leer, hablar contigo... (la entrevista era con Ismael Cala)... hice demasiadas cosas y muchas se me pelaron por ser tantas. Hoy ya no me quiero perder nada”.
La casa de las flores por dentro
Estas son algunas notas sueltas curiosas sobre la serie del momento.
- Paulina habla cortando las sílabas, lo que produce que hable más lento de lo normal y esta particularidad la distinguió del resto desde el arranque de la serie. Sin embargo, su personaje no siempre habló así; a principios del 2017, cuando se reveló el primer teaser, Paulina habla totalmente distinto, tenía una voz fuerte y bastante fluida y además su personaje parecía ser más decidida, a diferencia de la nerviosa Paulina que vemos en la versión final.
- Todo nació de una situación fortuita que se dio el quinto día de grabación, ha contado Cecilia Suárez. Ella y el director Manolo Caro tomaron la decisión, no sin temor, y hasta tuvieron que doblar las primeras escenas. A todas luces, tomaron una decisión extraordinariamente atinada. El hablado de Paulina y sus frases célebres son virales y están impresas en t-shirts y jarras promocionales.
- Aislinn Derbez contó que Verónica Castro fue la persona más humilde del rodaje, sin aires de diva y zafadísima para contar alguna que otra infidencia de su vida privada.
- Todo el elenco habla maravillas del cineasta Manolo Caro pues, a pesar de lo intensas que suelen ser las sesiones de grabación, dicen que Caro jamás pierde el buen humor y por eso todo fluye rápidamente y sin estrés.
- Cada capítulo de la serie tiene el nombre de una flor y de seguido, entre paréntesis, se adjunta el simbolismo de la mencionada flor.
- Aislinn Derbez supo que estaba embarazada al principio del rodaje. En realidad, la primera pista la dio Caro, cuando le extrañó ver a la actriz tomando unos sorbos de Coca Cola, cosa que jamás hace. Antojos, que llaman. Entonces le hizo la observación y Derbez cayó en cuenta de la posibilidad. El resto es historia: el 25 de febrero nació su pequeña Kailani.
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- La producción tuvo que parar el rodaje tres semanas debido al terremoto que sacudió a México el 19 de setiembre del 2017, y que sumió al país en estado de emergencia.
- Gran parte del elenco participó, en una vistosa carroza, en la Marcha del Orgullo Gay, el pasado 23 de junio.
- Una de las frases icónicas de Virginia de la Mora, en la serie, es real. Se la dijo María Félix a Verónica Castro hace muchos años, durante una entrevista: “Si tu quieres dejar a un hombre, investígalo. Pero si no lo quieres dejar, no lo busques porque lo vas a encontrar”.