¡Manos a la obra contra la tensión!
Como no es posible cambiar el chip de la vida personal por una tarjeta de programación, 100% laboral, no solo los empleadores deben procurarles a sus colaboradores la mejor atmósfera posible, sino que éstos, por sí mismos, pueden auto gestionar su propia motivación a partir de buenas prácticas de salud mental.
El ser humano es integral
Es irreal pensar que lo que se vive en el lugar de trabajo, positivo o no, no se va a reflejar en los espacios personales y familiares. “De igual manera, lo que se experimenta en el ámbito personal y familiar tiene influencia en el desempeño laboral”, indica el documento Estrés en el Trabajo, publicado por la Secretaría Técnica del Consejo de Salud Ocupacional.
Dicho informe revela que un error común en las empresas es pensar que el manejo del estrés escapa al ámbito laboral, y que se trata de un problema personal e individual, por lo que, en muchas ocasiones, se desampara al colaborador en ese aspecto.
“Las administraciones del trabajo y de la salud ocupacional tienen que romper paradigmas y pensar en la gestión del riesgo laboral en forma integral, que implica abordar, además de los riesgos físicos y de seguridad, los riesgos psicosociales”, dice Hernán Solano, director del Consejo de Salud Ocupacional (CSO).
“Se requiere de un manejo personal e individual de la respuesta que se da a situaciones estresantes, tener un estilo de vida saludable, desarrollar actividad física, identificar y fortalecer las habilidades de afrontamiento y construir relaciones sociales que se constituyan en apoyo en situaciones de estrés”.
Nury Sánchez, coordinadora interinstitucional del Consejo de Salud Ocupacional (CSO).
Ponga su granito de arena
Existen varias acciones personales que se pueden realizar para canalizar los efectos del estrés laboral de la mejor manera, por ejemplo:
En el ámbito intralaboral
- Antes de ir al trabajo, se debe medir el tiempo de traslado. El levantarse tarde e ir en contra del reloj para llegar a tiempo al trabajo, puede ser causante de estrés.
- Repasar las tareas del día y asegurarse de contar con todo lo necesario para poder cubrirlas, definir prioridades y ejecutarlas. Tratar de evitar distracciones.
- Tomar un descanso, ya que el trabajar horas sin parar no sólo disminuirá la capacidad de concentración, sino que la capacidad de retención se verá mermada. Por ejemplo, conversar con compañeros o realizar un simple ejercicio de estiramiento, levantarte y caminar por el centro de trabajo por periodos cortos.
- Organizar el lugar de trabajo, el orden y la limpieza facilitan las tareas.
En el ámbito extralaboral
- Comer sano, dormir lo suficiente, hacer ejercicio, leer, evitar llevar las preocupaciones y el trabajo a la casa y organizar el trabajo de manera racional y realista.
- Encontrar métodos que mejor se ajuste a sus gustos para reducir los efectos del estrés como por ejemplo bailar, ir al cine, practicar la meditación, la visualización creativa, yoga, manualidades, musicoterapia, respiraciones lentas y profundas, relajación progresiva o solicitar la ayuda terapéutica profesional, entre otros.
- Desconectarse del trabajo. Para algunas personas el desconectarse por completo del trabajo puede ser un gran reto, incluso cuando se está de vacaciones. Si se ha decidido pedir días de vacaciones, disfrutar de esos días y en la medida de lo posible se deben dejar cubiertas las tareas con antelación.
Mente sana en cuerpo sano
Dedicar un tiempo para la actividad física es bueno para el humor, la memoria y el aprendizaje. Por ejemplo, el yoga, a través de posturas, respiración y meditación, mejora integralmente el organismo, la mente y el espíritu. Entre sus bondades están el alivio de dolores musculares, la mejora del estado de ánimo, el equilibrio mental y la flexibilidad. Como provoca armonía interior, muchas veces ayuda a dormir de mejor manera y disminuye la tendencia a reaccionar con tristeza y a tener pensamientos negativos.
Los estudios han demostrado que el ejercicio puede aliviar los síntomas de una depresión. Hacer actividad física tres veces por semana durante media hora puede mejorar el humor instantáneamente. Entre sus beneficios destacan:
- Produce felicidad
El ejercicio favorece la liberación de endorfinas, unas sustancias químicas que producen sensación de felicidad y euforia.
- Reduce el estrés
La actividad física incrementa la producción de norepirefrina (noradrenalina), un químico que puede moderar la respuesta del cerebro al estrés.
- Refuerza la autoestima
Verse mejor físicamente consolida la imagen de sí mismo y, por consiguiente, influye positivamente en la autoestima.
- Mejora las relaciones sociales
Producto del aumento de autoestima, se incrementan las posibilidades de proyectarse con más seguridad hacia los demás, incluidos los compañeros de trabajo.
- Alivia la ansiedad
Los neurotransmisores liberados durante y después de practicar ejercicio pueden ayudar a calmarse a la gente que sufre ansiedad.
- Previene el deterioro cognitivo
Realizando actividad física, principalmente entre los 25 y los 45 años, se aumentan las sustancias químicas del cerebro que previenen la degeneración de las neuronas.
- Ejercita la memoria
Incrementa la producción de células del hipocampo, las responsables de la memoria y del aprendizaje.
- Aumenta la capacidad cerebral
Al hacer ejercicio, el cerebro produce más neuronas y más conexiones entre ellas, fenómeno que se conoce como neurogénesis. Por lo tanto, incrementa de aprendizaje.
- Incrementa la productividad
Investigaciones recientes concluyen que los trabajadores que se ejercitan son más productivos y tienen más energía que sus compañeros sedentarios.
- Desarrolla trabajo de equipo
Practicar un deporte colectivo (fútbol, baloncesto, voleibol, etc.), contribuye con el desarrollo de confianza entre los compañeros de juego.
Fuente: John Ratey, psiquiatra de la Escuela de Medicina de Harvard, autor del libro La Ciencia Nueva y Revolucionaria del Ejercicio y el Cerebro”.
“La actividad física ayuda a mejorar la calidad de vida, aumenta la autoestima, previene enfermedades y mejora el aprendizaje, de ahí que es siempre recomendable. Eso sí, debe ser prescrito por un preparador físico certificado, que sepa adecuar un programa a la persona según las condiciones que tenga”.
Jimmy Rojas. Educador físico, Ministerio de Educación Pública.